La Provincia - Diario de Las Palmas

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Y ahora, me fumo un puro

Nos pone. Estar al límite, nos pone. Somos un pueblo de grandes ocasiones, de retos, de equilibrios imposibles, de metas complicadas, de desafíos, de saber quien la tiene más larga (la palabra, se entiende) y de superarnos a nosotros mismos.

Hemos sobrevivido a todo. Con pasión a veces, con paciencia otras, pero con rotundidad siempre. Rebasamos una guerra civil; una dictadura siniestra; una transición ejemplar; y una crisis económica que arrambló con lo más grande.

Ahora, lo hemos vuelto a hacer. De nuevo, al límite. Cuando el momento histórico lo merece. No hay grises. Ni azul, ni rojo, ni magenta, ni naranja, ni morado, ni tampoco tricolor. Solo al blanco o al negro.

Así son nuestras decisiones colectivas y así hemos forjado nuestros grandes cambios: a base del todo o nada, a golpe del vuelta y vira.

Con esa convicción, hartos de mucho y satisfechos de nada, nos fuimos a las urnas para trocear en pedazos, al unísono y como nunca, nuestro voto. Como en otras grandes ocasiones, buscando pacíficamente la metamorfosis pero sin maquillaje, sin disfraces, intentando una reconversión para que un nuevo cambio, otra renovación, nos reubique en la Historia.

Y yo, ahora, me fumo un puro. En compañía de otros. A la expectativa. A la espera; a ver si son capaces de recomponer los trocitos, nuestras pequeñas y a la vez grandes voluntades. Unos trocitos que son el alma, el sentir y el pensamiento de todos y de cada uno de nosotros. Unos trocitos que dijeron basta, que han manifestado su hartazgo, que dijeron hasta aquí.

No es una segunda transición como dicen los emergentes, aquellos que la tienen más larga (la palabra, se entiende). Se trata de una transformación. La transformación. El paso a otra era donde las cosas se tienen que hacer de otra forma, donde la responsabilidad esté por encima de intereses, donde el favor colectivo cuente -y cuente mucho- y donde el diálogo presida las decisiones.

Eso nos enseñaron ellos de la crisis. "Tómalo como una oportunidad"; "no hay mal que por bien no venga"; "convirtamos la debilidad en fortaleza"; "los valores se han transformado"... un puñado de eslóganes que envolvieron nuestras historias personales en enseñanzas serviles, conformistas, poco afortunadas.

Por eso, ahora me siento y me fumo el puro. No es venganza. Es esperanza. Toca esperar, ver qué hacen y hasta dónde son capaces de estar a nuestra altura, de insertarnos de nuevo en la Historia.

Todos. Los azules, los rojos, los magenta, los morados, los naranja y los tricolor. A ellos les digo "tómalo como una oportunidad"; "no hay mal que por bien no venga"; "convirtamos la debilidad en fortaleza"; "los valores se han transformado"...

Y, otra vez, la misma disyuntiva: el blanco o el negro. Un órdago lanzado por la ciudadanía para que resuelvan nuestros problemas comunes; ellos y ellas que hablaron alto y claro, que esperan el blanco como entendimiento o el negro como interminable disputa. Un negro al que, en pequeños pero también en grandes trocitos, hemos dicho fin, se acabó, final del camino.

Con esa incertidumbre pero con toda la esperanza, me voy a sentar, paciente pero inquieta, encendiendo el puro.

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