Hace tiempo que no cito al crítico teatral británico Kenneth Tynan cuando relata cómo reaccionó una aristócrata inglesa ante una información de Tennessee Williams. Estaban ambos en la casa de una aristócrata inglesa de las de verdad y, entre copa y copa, Williams le comunicó a su anfitriona que él, sus perritos y Tynan, iban a pasar unos días a Valencia con motivo de un premio. Ante lo cual, escribe Tynan en sus memorias, la aristócrata inglesa puso la cara que ponen todas las aristócratas inglesas cuando alguien les comunica que van a Valencia, una especie de anticipo de las desgracias. Y así fue: Tynan tuvo una molesta lumbalgia, Williams una neumonía y sus perros casi pierden la vida por unas diarreas. Los males desaparecieron el mismo día que abandonaron la ciudad. No le tengo ninguna tirria a Valencia, todo lo contrario, además, he tenido y tengo allí familia próxima y muy querida. Pero ocurre que a mí también me han pasado cosas raras, ninguna grave, siempre que he ido a Valencia, o he tenido que ir allí por motivos profesionales: la última vez, la misma tarde del día del horrible accidente del metro, el 3 de julio de 2006. No he vuelto desde entonces. Con esto de las nuevas imputaciones de los chicos y chicas del PP valenciano, la semana pasada, en una fraternal comida de amigos y amigas, uno de ellos, Fernando, nos dijo categórico y acertado, que para entender lo que era el PP de Valencia, sus pompas y sus obras, no había más que observar una fotografía de la esposa del antiguo presidente de la diputación, Rus. El comentario no era machista sino todo lo contrario: la sonriente imagen de la mujer de Rus, junto con su aderezo capilar y su estilo en general, es el epítome del "caloret" y el atraco a cara descubierta de las arcas públicas de los valencianos. Aunque el asalto al poder del PP se inició con una mentira, las acusaciones contra Demetrio Madrid, socialista y a la sazón presidente de Castilla y León, para ser sustituido por Aznar, la concentración de que consiguieron en Valencia hace veinticinco años, fue esencial para llegar a La Moncloa. Y también lo fue para Rajoy, en 2008, cuando en un congreso del partido, los populares valencianos le salvaron la cara y el cargo in extremis, cuando ya estaba todo preparado, hasta los carteles, para lanzar a Esperanza Aguirre al estrellato. Igual acaban también todos los males en Valencia, o el mal, el PP.