La extranjera, de Miguel Ángel Blanca (líder de la siempre interesante banda barcelonesa Manos de Topo) casi parece apuntar en su arranque a una suerte de Inland Empire de Las Ramblas: la música inquietante, la estética feísta, los rostros difuminados... Pero no, estamos ante un libérrimo y multiforme ensayo que tiene tan solo un tenue hilo argumental: la desaparición de una turista. Miguel Ángel Blanca, presente durante la proyección el fin de semana, explicó que decidió rodar La extranjera el verano pasado. En esa época, Barcelona recibe a tres millones y medio de visitantes que alteran por completo el paisaje de la ciudad, generando todo tipo de contradicciones que se exploran aquí. El resultado es, según su autor, un filme sobre un estado de ánimo, el del urbanita que durante la temporada alta se siente en un circo turístico.

Ahora bien, aun admitiendo de buen grado la presencia de digresiones en todo ensayo cinematográfico, y por muy claro que el director demuestre tener su discurso al responder a las preguntas del público en el coloquio, en algún punto habrá que fijar el umbral de exigencia. Porque hay tramos de La extranjera (una parte nada despreciable de su duración total, de hecho) en los que uno podría estar viendo una lista aleatoria de vídeos frikis de YouTube, y daría lo mismo. De vez en cuando las ocurrencias hacen gracia, y despiertan risas de incredulidad, en tanto que el mensaje se diluye. Y conste que en mi opinión decirle a un director que le ha echado cara al asunto es un elogio, pero tampoco hay que pasarse.

Otro filme de la sección Panorama España visto estos días en el festival es Berserker, de Pablo Hernando. Su título remite a los guerreros vikingos que combatían en estado de trance, aunque mejor dejar al margen dicha referencia histórica a la hora de glosar las virtudes de una película tan contemporánea.

Para empezar, Berserker juega con el esquema típico del escritor que se pone a investigar un crimen con la excusa de escribir un libro, y cada vez se involucra más en el caso. Cualquier espectador sabe lo que esperar de una película de misterio con un punto de partida similar, lo cual no deja de ser una paradoja, y de eso se aprovecha Hernando, atreviéndose a cuestionar dichas expectativas sin por ello tomarle el pelo al personal.

Y más allá de aportar savia nueva a un viejo género narrativo (y de los efectivos toques de humor que se desprenden de unos diálogos que van ganando cuerpo a medida que avanza el metraje), la película destaca por su capacidad de caracterización, con personajes definidos curiosamente a través de detalles de precariedad gastronómica: nunca dijeron tanto un saco de papas vacío o un plato con galletas (¡ay!) de dinosaurios.

Por esa vía, Berserker acaba hablando de toda una generación de treintañeros a la que le han robado el futuro. De artistas que se ganan la vida en otra cosa y científicos emigrantes. Y al final la culpa de todo la tiene una vaga conspiración orquestada desde Alemania, pero eso ya es pura ficción, ¿o no?