El otro día pude leer a Dante Alighieri y oír su voz que relataba los pecados capitales y uno especialmente el que ve pasar a un grupo de almas inclinadas humildemente bajo el peso de enormes piedras que transportan, y luego da varios ejemplos de soberbia, y no sé por qué me imaginé a una Señoría Ilustrísima que ahora vegeta en la política y se quiere saltar controles en los aeropuertos con tal tormentoso castigo, me la imaginé con su traje caro y sus tacones y doblada con una gran piedra, un sufrimiento ganado a pulso después de tantas vanidades. La verdad es que estoy seguro de que no se han dado aún cuenta de que no importa la posición social o riqueza, hay algo que nos hace eternamente iguales a todos, y es que es de un social cristianismo total y es simplemente la muerte. Pero parece que hay gente que aún no se ha enterado y se cree mejor o superior que otros, una especie de casta superior o más dotada para mandar aunque no sea así, solo son servidores de los demás pero prefieren vivir en su micromundo de vanidades relacionándose entre ellos como si de bacterias se trataran. Pero qué pena, por si fuera poco estos ejemplos de Señorías Ilustrísimas que se creen por encima del bien y del mal abundan más de lo que la gente se puede imaginar, una especie de casta que está escondida en un pequeño reducto de la administración enmohecida y enraizada en los más profundos y recónditos lugares sombríos y viven y respiran en el infierno del error, de lo que es el servicio de los demás con la mala interpretación por parte de algunas mentes enfermas que creen que son una especie de reyezuelos de vanidades y un tratamiento trasnochado que los hace afaricearse aun más y que pueden decidir todo como mejor a ellos les conviene y un trato de sirvientes a quienes hacen que puedan resolver y se olvidan de que su única función es interpretar solamente la ley, que no tienen conferida ninguna virtud sobrenatural que los haga mejores a nadie.