La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A tiempo y a destiempo

Cansados de tanta monserga? ¿Es grave?

Ha estallado el volcán y raro es el día que no nos alcanzan las cenizas. Todo se ha teñido de barro y corremos el riesgo de perder de vista el verde de las algas, el color plata de los peces. Todo está contaminado. El tedio nos adormece y cada día se abre una herida nueva. Estamos cansados de tanta monserga.

Llevamos demasiado tiempo esperando el milagro. Pero no. No corren vientos de consenso. Ni los ha habido, ni se les espera. Hay que parir una nueva manera de hacer política y esto quiere decir que te vengas a mi surco, que me dejes marcar el terreno, que no malogres mi invento. Pues que se vayan todos? ¡que no quiero verlos!

Y, mientras, sigue el movimiento sísmico. Pincha el fiscal de turno y salta un nuevo géiser. La corrupción lo llena todo, lo invade todo? pero sólo es un arma arrojadiza, por el momento. ¡Corrupto... y tú más! A ver si, por fin, el BOC hace el ranking de honestos y podemos fiarnos. ¡Pero ni con esas! Cuantas palabras tramposas a las que hay que desenmascarar con luz y taquígrafo para que las asuman los mentirosos públicos. Sí, esos a los que se les pide un plus de honestidad, porque nuestro contrato con ellos se basa en eso, en la fiabilidad.

Cuando Groucho Marx afirmaba que había matado a un elefante en pijama todos entendíamos que en pijama estaba Groucho, hasta que nos advertía de que no sabía cómo podía meterse un elefante en un pijama. Pues lo mismo nos pasa con la doble interpretación y los rodeos de los políticos a la hora de dar explicaciones. Lo cual resulta sospechoso. Cuando alguien no tiene nada que ocultar, las palabras nunca se prestan al camuflaje. Y, desgraciadamente, las palabras de muchos políticos son como un iceberg: ocultan más de lo que se ve o dicen.

Necesitamos regenerar la política. No sólo a los políticos, que también. Sino a la política como intermediaria entre el sistema y el pueblo. No todo es política, como entienden los populistas, ni nada lo es, como defienden los tecnócratas. Pero la política es necesaria.

"O se va o no nos sentamos"? y esto se lo dicen a un líder que tiene más respaldo democrático que el que lo excomulga. Sin sentarse a la mesa, sin ponerse al otro lado, sin un simple wasap. Y luego publicitan que la pelota está en el otro lado? ¿en el lado de quién? Para llegar a acuerdos y cerrar consensos hay que ceder y encontrar confluencias elementales. Cosa nada fácil en una sociedad como la nuestra, empeñada en alimentar el disentimiento.

Para empezar, hay que contar con los votos de los ciudadanos, con los de todos. Sin estigmatizar a priori, intentando desenmascarar las frases sin respaldo o la lucha por el poder donde todo vale. Y esto de forma activa. No es de recibo posturas que justifican la inacción con frases como "sólo llamaré cuando sepa que alguien está al otro lado"? ¿pero cómo saberlo si nadie aprieta la tecla verde del móvil? No podemos consentir que nos traten como estúpidos. Esa es nuestra raya roja.

Hubo un tiempo en que los cardenales no se ponían de acuerdo a la hora de elegir papa. Pasaban los días, semanas, meses y hasta un año. De allí no salía la más mínima señal de humo blanco. Hasta que a alguien se le ocurrió encerrarlos (con-clave), dejarlos a pan y agua y - ¡oh milagro! - pronto se llegó a un acuerdo. Si encerráramos a los parlamentarios en el Congreso hasta que llegaran a un acuerdo, sin cafés y sin barras de ningún tipo, quizá las vías de entendimiento serían otras y el "mal menor," los acuerdos al menos de mínimos, podrían desatascar la situación por el bien de todos.

Pero aquí no da nadie su brazo a torcer y el deporte de las palabras se escenifica impunemente hasta la saciedad. Rara es la tertulia televisiva en la que se discierna, en la que veas a alguien sentado a la derecha del autollamado moderador, que dé crédito a lo que dice el de la izquierda o viceversa. Antes de hablar ya sabemos lo que cada uno opina y al final todo permanece inalterado. ¿De verdad, hay tantos dogmas? ¿Realmente hay algo a estrenar en política después de toda el agua que ha corrido por el río de la historia?

"Que se sienten a hablar", murmuraba el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Bázquez, hace unas semanas. Que se sienten todos los interlocutores y dia-loguen. Pues no, más bien ha sido que no y parece que va a continuar siendo que no. A estas alturas, ni siquiera han alcanzado un acuerdo sobre los recortes a realizar en la próxima campaña. Y aquí estamos, con vetos previos y cada uno con sus papeles en las manos, dispuestos a quitar la silla al otro, al tiempo que se empeñan en convencernos de que es el otro el que no hace caso a sus propuestas. ¡Que a la próxima, se queden sin sueldo y sin cámaras, hasta que encuentren salida! Que no se repita la historia, porque estamos hartos.

El resto, nosotros "los de a pie", a lo nuestro y a no dar nada por perdido. A lo mejor encuentran pronto la solución si el público se va a casa y les deja solos en el plató. Si insisten en su terquedad corren el riesgo de ser considerados superfluos e innecesarios. Y eso sería muy grave, porque la política es de obligado cumplimiento.

Compartir el artículo

stats