La Provincia - Diario de Las Palmas

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La que se avecina

Magnate magnético

Trump, el magnate magnético (tanto en lo que atrae como en lo que repele) ha irrumpido en la política de USA como un seísmo. Eso se debe a varias causas:

Una, la crisis del Partido Republicano, donde la chispa del Tea Party produjo un incendio táctico de "tierra quemada" contra Obama por ser negro, sin ninguna base ideológica, y ha quemado la credibilidad general.

Otra -y no la menos importante- es porque Trump es un "media fodder", forraje que alimenta los medios. Trump... ¿de qué otra cosa hablarían tanto como de él?

Algo similar ocurre con Bernie Sanders, antes casi ignoto senador progresista.

Los medios pesan mucho, quizá demasiado, y parece obvio que alientan, hasta azuzan, las luchas electorales parejas, in-tensas.

Trump a trompicones

Trump, a los trompicones, ha pactado finalmente con la cúpula del Partido Republicano y será su candidato, nada cándido por cierto (cándido y candidato derivan de cándida -blanca- como era la toga de los candidatos romanos). De tonto no tiene un pelo. Por eso se hizo multimillonario con negocios sucios.

¿O ahora nos vamos a despertar a que la política es un negocio sucio? Lo ha sido siempre. Trump se despertó a que ahora es juego limpio aceptarlo, y lo acepta. Oportunista. Populista también, y un candidato de derechas.

Hillary deberá entonces enfrentarse a un populismo republicano de derecha. No lo tiene fácil. De momento cambió, y se opone al TTIP. ¿Se inclina más a la izquierda ahora debido a Sanders? ¿Entrará la combativa senadora Elizabeth Warren --un peso fuerte progresista-- en su equipo? No lo sabemos.

Tampoco sabemos aún -ni lo sabe Hillary- en qué medida el trepidante triunfo de Trump y la sorpresiva popularidad de Sanders, se deben a las redes sociales. Desde luego que las redes han cambiado la política, quizá hasta sus reglas, y aún no sabemos bien cómo. El "Brexit-referéndum" del 23-J en el Reino Unido y nuestras elecciones 3 días después quizá nos lo aclaren más. Habrá que ver.

Bailando el Cha Cha Chávez

Así se expresaba un amigo tartamudo. Pero con acierto, porque lo que dejó Hugo Chávez a su sucesor Maduro es un baile difícil de bailar.

O quizá no tanto. Venezuela todavía es el país más rico en petróleo pobre -barato pero necesario- del mundo, o así. Pero Maduro va -hablando mal y pronto-de culo.

En lo interno: crisis histórica, con escasez e inflación incontrolables -presos políticos incluidos-, y en lo internacional peleado con todos.

Chávez tenía más "carisma" -más cara literalmente- más potencia en eso, como mostró en su respuesta al "¿Porqué no te callas?" del rey Juan Carlos (Episodio que caló hondo en los españoles, porque lo que el rey mandaba callar -y además tuteando como en familia, o un blanco a un mestizo)- era un ataque de Chávez a nuestro muy querido Aznar).

También lo que dejó Madame Kirchner, la Reina Cristina de Argentina, es bastante impresentable, o al menos in-bailable, hasta para el neoliberal Macri, multimillonario ingeniero con todo a su favor, incluido el "Obama kiss of Fire", el beso de fuego (de bautismo, baba bautismo que dice mi amigo gago).

Macri esquivó fácil su Panamá-papers propio, quizá porque en la Argentina es tradición eludir Hacienda; y para los argentinos -que ven venir una crisis como la española- es mejor dejar "lo pasado pisado", especialmente cuando los ahora opositores también lo hacían.

Correa en Ecuador se desata de las correas de la política y abandona. En Brasil, el globo Dilma-Lula, pinchado de muerte por la oposición, se desinfla y cae, muere.

De la rebelde -"revolucionaria, socialista"- izquierda latinoamericana sólo queda en pie Evo Morales en Bolivia, que parece aguantar bien. Los demás bailan como pueden el cha cha Chávez, mal y a destiempo (el petróleo ahora no es fuerte).

Y en cualquier momento terminan en el suelo. Si no lo están ya. Con Brasil y Venezuela por caer y Ecuador en veremos.

Chávez y Ghadafi

He aquí dos líderes muertos hace poco y de valoración histórica difícil, complicada. Ambos levantaron a sus países y ambos dejaron vacíos imposibles de llenar. Hugo Chávez puso a Venezuela a la cabeza de una revuelta "socialista" casi geopolítica en Latinoamérica, y Ghadafi (¿Gadafi, Khadaffi, Jadafi?) ubicó a Libia en el tope del Magreb, en el mejor, más alto, momento de su historia. Suya había sido la idea inicial del petróleo árabe como arma política. Ahora, tras décadas de efectividad, la superabundancia (oil-glut), y el abaratamiento -real o estratégico-, el arma petróleo se debilita.

A ambos se los echa de menos. Maduro demostró no estar maduro -o estarlo demasiado, casi pasado- para una Venezuela que se le va -¿o fue?- de las manos, y la Libia post-Ghadafi es un puzle sin solución -un grave problema- y lo será quizá por mucho tiempo.

A Chávez lo mató el cáncer; a Ghadafi, Hillary Clinton, la OTAN, nosotros. Fue un grave error. Nadie sino él -por más megalómano y figurón que fuera-- podría lidiar con Libia. Ambos fueron golpistas y/o dictatoriales, pero inteligentes y negociadores. Y vendrían bien ahora.

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