La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Nubes de bronce

Convertir nubes etéreas y volátiles en esculturas fundidas en bronce no es una entelequia sino un acto de creación plástica que propicia múltiples sugerencias. Observadas en una sala de exposiciones no dejan indiferente al espectador. Esto lo ha logrado José Robayna en Cartografía de las nubes, una veintena de piezas que expuso en la Galería S/t Espacio Cultural (calle Enmedio, 1). Allí pudimos concluir que la creación artística no tiene límites y cuando es insólita entra en el camino de la perdurabilidad desde una decisión arriesgada. La creación, en contra de lo que se piensa, no es partir de la nada ('la nada es nada'), sino consiste en dar pasos novedosos que inicien un camino de posterioridad con el manejo de un nuevo lenguaje, aun con el riesgo de ser incomprendido. No toda expresión artística ha de ser una radiografía de la realidad. Si alguien necesita comprensión inmediata es porque el problema interpretativo lo tiene sin resolver y no se atreve a superar lo establecido, para entrar en el concepto que estimula la mente del autor. Si alguien no es capaz de ver el 'viento verde', de Lorca, o los 'árboles de luz' de Manuel Padorno, mantiene un divorcio con el juego del arte. Y si la secuencia no es un verso sino un prolongado sintagma poemático, o las piezas contiguas de unas formas escultóricas, abstraídas de un universo concreto, perdemos una parte del disfrute que posibilita toda creación. En cierta ocasión llegamos a preguntarnos si la calima era paisaje. Ahora, por extensión, el asunto es similar: ¿son las nubes paisaje? Entonces indagamos entre los tertulianos de Cairasco y llegamos a la conclusión de que la calima era un suplemento del paisaje. La calima llega y de manera homogénea, como una cortina de tul, habita tres días entre nosotros. En cambio, las nubes son efímeras y disformes. Nacen por la mañana y sus formas cambian y se disipan en horas. Su naturaleza es lo vapórico, lo etéreo. A veces son signo de esperanza, un contenedor de aguas que se transforma en lluvia. ¿Cómo convertir lo volátil, lo impalpable en sólido bronce? Sin duda, se logra a través de un concepto, de una interiorización mental. Así surge la pieza en forma de cúmulo, tal vez una medusa, aunque la medusa es un ser palpable. En estas fronteras del vacío radican las esencias de la creación. Es necesario captar la lucha entre lo etéreo, lo efímero, el pensamiento y la expresión plástica. Más allá de la realidad tangible está Nubes subterráneas, un cuadrito de César Manrique que observamos cada día, una fiesta colorista que figuradamente son vapores ardientes debajo de la tierra. La nube, aun siendo una realidad móvil, quien la fija es la mente del creador. No se trata de copiar una realidad, sino de crear otra realidad. Crear frente a copiar, esa es la esencia del arte y de desvelar una obra perdurable.

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