Ya son mayores y soportan pocas cosas. La casa familiar se ha quedado vacía, dos de sus tres hijos han emigrado. Berlín. Están solos y enfadados. Viven en una casa de tres pisos; dos son de su propiedad y el tercero de otra persona. Justo a ese piso se mudó una pareja cubana con una hija de corta edad. Desde su casa los ancianos no escuchaban nada, no había motivo para la queja, pero a él no le gustan ni los cubanos ni la música que ponían. Los jóvenes hacían lo posible por mantener una relación cordial, pero los mayores habían levantado un sólido muro. Los caribeños salían temprano, dejaban a su niña en el cole y regresaban tarde. Parece que el origen del distanciamiento fue un cumpleaños en el que el papá de la niña se tomó unas cervezas de más y cantó muy alto. Aun así, ellos de vez en cuando se interesaban por la salud de sus vecinos, les bajaban la basura, les traían el periódico y se ofrecían para ir a la farmacia.

Un día llegó a Canarias una mamá del joven matrimonio y lo celebraron con un asado. Estaban felices; cuando a la abuela cubana le dijeron que en uno de los pisos vivía un matrimonio mayor sin apenas familia no lo pensó dos veces; en un táper puso comida suficiente para ambos y tocó en la puerta. Perplejidad. "Permítame que les invite a celebrar con nosotros la alegría de estar de nuevo con mis hijos, seis años sin verlos". Sin esperar contestación la buena mujer puso el táper en las manos de quien atendió la puerta. Ese gesto abrió una rendija a una relación más cívica. Un día los cinco se encontraron en el portal y sin que se conozca la razón hablaron de la vida y sus dificultades de emigrar. El matrimonio joven trabaja, él mecánico, ella cuida personas mayores. La niña no hacía los deberes con disciplina porque sus padres llegaban tarde. Cuando podían.

Recibieron el mensaje y desde ese día los vecinos mayores le dan cobijo. La esperan, le preparan la merienda y la ayudan con los deberes. La semana pasada le pidieron a un amigo que comprara un bonito estuche escolar para una niña.

Ahora la pequeña está acompañada y ellos, también. Cuando llega a casa es una fiesta.

Ahora la risa preside la casa.

stylename="050_FIR_opi_02">marisolayala@hotmail.com