La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aula sin muros

Con acento canario

Todavía, hay quien confunde, por su acento en el hablar, en lugares del continente español, a canarios nacidos y criados en las islas, con gente de algún país de Centro o Sudamérica. A uno le han preguntado, directamente, en la Patagonia argentina y chilena o en el mismo Buenos Aires, que "¿de que parte de Chile sos vos?. Verdad es que si se cierran los ojos y se escucha a locutoras de radio y televisión chilenas se parece bastante al acento, en el habla, de sus colegas de emisoras de radios o televisión de las islas. Precisamente fue una presentadora de televisión, la canaria de La Laguna Cristina García Ramos, la que redimió a la forma de hablar canario del ostracismo de siglos. Sucedió en tiempos del presidente Suárez. Por primera vez no se exigía a locutores y locutoras de las islas hablar español con el más puro acento del castellano que se habla en Valladolid. La gente que no era y vivía en Canarias se extrañaba de ver, en la pantalla de Televisión Española, una cara nueva que presentaba los telediarios y pensaban que era de algún punto de Colombia, Puerto Rico, Venezuela o del Caribe. Voz melodiosa, de terciopelo, exótica. Tal como lo dejó escrito Alfonso Comín en su trabajo El isleño en Cuba cuando escribió: el emigrante canario es el que estaba más cerca del alma de Cuba. Costumbres muy parecidas. La misma color cetrina. El mismo acento meloso. El mismo pan casabe. La misma labor guajira? El viejo prejuicio de la forma de hablar o expresarse de la gente isleña canaria era sinó-nimo, para los bienpensantes y directores de la lengua y cultura del Imperio, de pertenecer a gente poseedora de un vocabulario pobre, cuando no de no saber hablar el castellano. El hablar sereno, sin estridencias y parco en palabras del nacido y criado en las islas tuvo, sin quererlo y por extensión, su mayor defensa en una de las plumas más preclaras de lengua española. Jorge Luis Borges respondía de esta manera al eminente académico Américo Castro que había afirmado que los argentinos hacían un mal uso de la Lengua. "He viajado por Cataluña, por Alicante, por Andalucía (?) tengo gratísimos recuerdos de esos lugares; no he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. Hablan en voz alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda". La forma de hablar distinta a lo que se suma la lejanía de los centros de poder, dependencia del exterior, la dispersión de ser islas, rodeadas de agua, ha provocado, en el canario, la tendencia a profesar una cierta admiración por todo lo que viene de fuera que no deja de ser más que esnobismo en las costumbres, el vestido o el habla. Pero me alegra escuchar palabras y expresiones, todas contenidas en el Diccionario de La Lengua, pronunciadas por gente que vive en lugares tan distantes en kilómetros y culturas como un recóndita aldea de Castilla, una estancia matera de la Pampa, un bohío cubano o un pueblo de los llamados de la Canarias profunda. En el 400 años de la muerte del insigne escritor el "manco de Lepanto" representa la certeza de que el lenguaje cervantino no ha muerto. En palabras de Unamuno a Cervantes le debemos la reivindicación de nuestro hablar sin complejos. Se trata de un signo identitario de esas culturas, traducido en localismos de la lengua que se habla en esos lugares tan dispares y alejados entre si. En eso se parecen, en conservar el acervo que les ata a la memoria, a la historia que imprime carácter. Vamos con algunos ejemplos. En el léxico de las islas, el decir "si le digo lo engaño", o, "si me callo no se lo digo", expresión típica del campesino isleño, sin hablar alto ni desafiante, como escondido debajo de su sombrero, ("cachorro") negro, connota un modo de conducirse con modestia, algo de vergüenza, deseos de no llamar la atención. Miedo a ser ridiculizado por los demás que, según relato del profesor Pedro Hernández "era observar a la gente de los barrios de cierta localidad que para evitar la posible burla de las damas apostilladas en las ventanas, al tener que pasar por la calle principal, lo hacían de madrugada o al anochecer". Quizá relacionado con la falta de habilidad social en las relaciones. Forma de ser pasiva, no asertiva. "Que sea lo que Dios quiera", además de tener plena confianza en un Dios todopoderoso que dirige la vida y el destino de los humanos, significa otra de las características del isleño: la resignación que, en el Diccionario de María Moliner, aparece definida como "conformarse con una cosa irremediable, generalmente después de haber luchado contra ella". Estar tranquilo, no alterarse, no apurarse, condición indispensable para hacer las cosas tiene su equivalente en "al golpito". Expresión popular de la isla de Gran Canaria para indicar que un determinado trabajo o tarea se haga con tiento y bien hecha. Denota el carácter tranquilo, no aplatanado, a lo mejor pachorra dichosa, estados placenteros, de "dejarlas venir", pareciera que metáfora de la mar en calma, cuando está quieta, de las amanecidas y tardecitas de las costas isleñas. Metáfora marinera presente en Covarrubias que relaciona la tranquilidad con la mar "cuando está quieta y sosegada". Se suele decir de alguno o alguna que se ha visto beneficiado, a base de coimas y corruptelas, de dinero público o procedencia dudosa que ha "metido la mano en la caja". Sinónimo de una vieja expresión canaria que nombra al alimento básico del isleño, también denostado, pero hoy ensalzado por sus múltiples propiedades, que la gente conoce como "que ha metido la mano en la lata del gofio". Interminable el caudal de voces, localismos, términos, arcaicos unos, neologismos otros, copiados del cruce de culturas, de los que dan cuenta excelentes diccionarios del habla y el español en Canarias que, como ocurre en todas las latitudes, expresan emociones y conforman una determinada idiosincrasia, un carácter, en el caso de que nos ocupa, una manera de ser canario isleño.

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