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Cine 'Warcraft: El origen'

Franquicia que algo queda

Hay películas concebidas expresamente para que hablemos de ellas, aunque sea mal, y el último trabajo del británcio Duncan Jones, otrora director de la excelente Moon, sostenida sobre una eficaz y económica carpintería fílmica, es una de ellas. Basada en el videojuego de estrategia Warcraft: Orcs & Humans, creado por Blizzard Entertainment para PC en 1994, esta espectacular, desigual y a ratos tediosa adaptación cinematográfica, cuya acción tiene lugar en un pasado remoto donde los habitantes del reino de Azeroth se enfrentan a los orcos invasores, pretende de partida contentar a todos los paladares, y si bien es cierto que en el menú hay variedad para todos los gustos, la digestión se hace pesada y el riego sanguíneo tiende a concentrarse en la zona lumbar.

Warcraft: El origen pertenece por derecho propio a una corriente que casi podría dar pie a todo un género cinematográfico: el de la película polémica, pensada para suscitar defensas incondicionales (de los fans del videojuego) y odios sin cuartel (de los devotos de Moon). Lo peor de la película no reside tanto en su incontestable sometimiento a las reglas del producto de consumo como en la dirección de Jones que se limita a solventar la papeleta como puede, echando mano de unos efectos especiales de última generación a los que confía todo el trabajo. Intentar hablar de estructura narrativa, progresión dramática y otros elementos resultaría absurdo, ya que Jones prescinde de ellos en su encomiable esfuerzo por hacer un cine de virtuosismo resultón más que de auténtica inspiración.

Jones se ha limitado a construir una película sobre las pautas más vistosas de la carpintería fílmica (todo lo contrario que en Moon), realzando en todo momento su condición intrínseca de gran espectáculo. Warcraft: El origen es, respecto a aquellas viejas películas de fantasía heroica de los años cuarenta, lo que Django desencadenado al western o Drive al cine negro: un gigantesco monumento a sus convenciones, hinchado con un presupuesto millonario y resuelto de manera que no deja nada a la imaginación del espectador, salvo la de tratar de identificar el batiburrillo de subgéneros que acumula en sus fotogramas.

Warcraft: El origen sigue cansinamente la senda abierta por películas como El Señor de los Anillos o series de televisión como Juego de Tronos, sin aportar novedades: como sucede con muchos otros directores europeos tentados por Hollywood, inconscientes o geniales, que para el caso es lo mismo, el cine de Jones está dramáticamente privado de sorpresas, más allá de algún momento aislado de la trama. Visto lo visto, Jones se las ve y desea para conquistar la silla de director en este blockbuster que anuncia la llegada de una nueva franquicia cinematográfica más lucrativa que artística.

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