Los toros de la ganadería sevillana de Miura pusieron ayer el broche a los Sanfermines de 2016 con un emocionante encierro, limpio y rápido, con el que además cumplieron sus 50 años en Pamplona, una ciudad que anoche lloró con el Pobre de mí el fin de sus internacionales fiestas.

La mañana fresca no desanimó ayer a los miles de espectadores que un día más cumplieron con el obligado madrugón y se acercaron a la plaza de toros, o a ocupar los privilegiados huecos en el vallado y en los numerosos balcones del recorrido para ver en directo a los Miuras que, hermanados, cumplieron con su fama de nobles. Sus bodas de oro de presencia en Pamplona comenzaron la mañana con una carrera rápida y muy limpia hasta llegar a la plaza, a cuya entrada la caída de dos astados ocasionó peligro al provocar un montón que puso en apuros a más de un mozo.

En clave de balance, los hoteleros valoraron la ocupación del 80 % de los 32 establecimientos en estos nueve días de fiestas, un porcentaje similar al de 2015.