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Al azar

Convivir con el terrorismo islámico

Me encuentro ahora mismo a la misma distancia de Niza que de Madrid. Millones de españoles viven más cerca de la Costa Azul francesa que de la capital de su país de residencia. El eufemismo a la McLuhan de que el terrorismo islámico borra las distancias, se cumple inexorable en sus últimos zarpazos. No se acerca, está aquí. Si me refiero a los franceses golpeados como "ellos saben...", me interrumpen de inmediato. "¿Por qué hablas en tercera persona?"

La Costa Azul es el equivalente francés al litoral turístico español. Presumir de haber paseado por la Promenade des Anglais es más cursi que jactarse de haber subido a la torre Eiffel. La silueta abombada del Hotel Negresco homenajea a una Europa no solo desaparecida, sino de la que cabe dudar si algún día existió. La prensa británica abusa del genérico "Nice attack", sin atender al doble sentido del "bonito ataque".

El simbolismo de los terroristas por Alá es más eficaz en Niza que en el 11S neoyorquino. El atentado se registra el día de la Revolución Francesa, en que se produjo el despegue de las libertades ciudadanas. Bajo la argucia de una religión, se trata de retornar al medievalismo que el?Islam jamás ha abandonado. Si el beligerante Manuel Valls concede que hay que convivir con el terrorismo islámico, todo está perdido.

Paris se resigna a una dulce rendición en casa, mientras derrota a Isis a domicilio en sus feudos de Irak y Siria. Desde hace dos años, los franceses sufren el equivalente a un asesinato diario a cargo del islamismo radical. Con el agravante de que se reduce la ventana entre los atentados, que parecen cada vez más fáciles de concebir y ejecutar. Queda dicho que los asesinatos en masa se aproximan al país vecino. Llamado España, y sin muertos en nombre de Alá desde el 11M.

El principiante Steven Spielberg explotó, en El diablo sobre ruedas o Duel, el miedo abstracto que genera la persecución a cargo de un gigantesco camión. Y sobre todo, con un conductor desconocido. No se equivocaba Bush cuando, tras la caída de las Torres Gemelas, convocó en la Casa Blanca a los rectores de los grandes estudios de Hollywood para que le aportaran ideas so-bre la naturaleza de próximos atentados.

Hay otra forma de leer todo lo anterior. Sin aromas nostálgicos ni aditivos dolorosos, con el feroz escepticismo que Occidente se aplica incluso en circunstancias extremas. Sin explotar el horror de los diez niños muertos ni convertir cada golpe del terrorismo islámico en una reedición de los funerales de?Lady Di. Desde esa distancia difícil al día siguiente de otro centenar de muertos, se observa la evolución hacia el atentado indiscriminado en nombre del Islam, pero sin que sea educado confrontar al Islam.

La convivencia con los atentados no es una resignada convicción del derrotado Valls. También Obama predicaba que "Isis no es una amenaza global, el cambio climático sí lo es". De qué pasta está hecho este hombre.

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