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Opinión

Gustavo Bueno ha muerto, ¡viva Bueno!

A Gustavo Bueno lo conocí, como filósofo, leyendo El Animal Divino, un ensayo sobre filosofía materialista de la religión, publicado en 1985 en Oviedo, y que se adelantaba a la literatura posterior de ateos científicos anglosajones como Richard Dawkins, en su propuesta principal de la teoría zoomórfica, que practica la "aplicación del evolucionismo darwiniano a los dioses", es decir, la certeza de que no solo los hombres proceden de los animales, en un contexto evolutivo, sino que la broma prosigue, y los dioses, a su vez, proceden de los humanos. Nadando en esta cosmovisión filosófica del mundo, contemplada desde el fenómeno religioso, Gustavo Bueno se hizo un gran experto moralista y eticólogo. Y, claro, tropezó de bruces contra el más ignorante y pusilánime de los fundamentalismos religiosos, el de la izquierda, de la que él procedía, que asumía una inmensa culpa histórica, la izquierda para la que todo su pasado histórico era un continuo pecado y abuso sobre los otros, una izquierda que, al principio viva y luchadora contra el statu quo, se enquistó patológicamente sobre su propia historia y pasó a sentirse culpable de todo, y a preparar el camino de su autodestrucción. Gustavo Bueno lo vio claramente, y así lo expuso en las ricas elucubraciones metafísicas y no tan metafísicas de sus últimos años. Hombre de su tiempo, fue compañero de Fernando Lázaro Carreter o de Manuel Alvar, se hizo catedrático de Instituto a los 24 años, en 1949, y once años más tarde, de la Universidad de Oviedo, en 1960. Veamos, para recordar sus últimas perspicaces visiones del estado de las cosas, una, expuesta bajo el título Síndrome de Pacifismo Fundamentalista (publicado en El Catoblepas, abril de 2003): "Denominamos Síndrome de Pacifismo Fundamentalista al conjunto de fenómenos sociales que están teniendo lugar durante los primeros meses del año 2003 en curso, y en prácticamente todas las ciudades de los Estados de bienestar, y cuyo síntoma más relevante y notorio es un clamor universal expresado en forma de manifestaciones públicas masivas o localizadas, procesiones, imágenes de televisión, etc, con ciudadanos que gritan: ¡No a la Guerra! ¡Paz!, en el contexto de la invasión del Irak por los ejércitos anglonorteamericanos". Gustavo Bueno señalaba como síntoma principal el clamor vociferante. La reacción se denotó, escribe Bueno, en trabajadores sindicados, profesores universitarios, estudiantes, monjitas, profesores de segunda enseñanza, colegiales, una gran parte del clero, concejales, militantes socialistas, comunistas y anarquistas, amas de casa, probos funcionarios, periodistas, intelectuales y artistas. Una característica del síndrome es "la heterogeneidad de los sujetos afectados, heterogeneidad (de profesiones, edades, sexos, partidos políticos...) que no impide la canalización de todos sus sentimientos y pensamientos en un pensamiento único excluyente y simplista". La simbolización, la consigna, la expresión irracional es la que explica la pregunta que se hace Bueno: "¿Y por qué hablar de síndrome, y no de expresión de deseos de buena voluntad? Por el modo en que se manifiestan estos deseos. El modo del automatismo simplificado y colectivo a través de los cuales se canalizan las reacciones, que en principio podrían ser no patológicas. El automatismo toma la forma de una cruzada. Muchas veces decir ¡Paz! o ¡No a la Guerra! se ha convertido en una forma de saludo; la chapa ¡No a la Guerra! que llevan prendida intelectuales, artistas y todo género de creadores, recuerda una especie de carnet de identidad o detente, o simplemente una cruz o una media luna". De seguido, Bueno describía que el antagonismo se generaba entre cristianos y musulmanes, ambos en contra de esa guerra, pero los cristianos preservando la vida y los musulmanes guerreando sin límites. Y ¡Voilà!, aquí denota Bueno que precisamente por atención a estas diferencias tenemos que comenzar circunscribiendo el Síndrome PF a las sociedades occidentales: "Puesto que es evidente que las manifestaciones masivas ¡Por la Paz! y ¡No a la Guerra! de Palestina, Irán, Pakistán, Egipto, Jordania o del propio Irak no son propiamente manifestaciones pacifistas, sino precisamente todo lo contrario: proclaman la Yihad, la Guerra Santa; no van dirigidas contra la Guerra, sino contra esta guerra que el imperialismo anglonorteamericano ha emprendido contra su pueblo". De aquí que las manifestaciones islámicas contra la guerra, no plantean ningún enigma, lo que sí plantea el SPF constatado en las sociedades occidentales. Se preguntaba Bueno: "¿Representa el SPF el indicio de la cristalización de una filosofía, de una ideología pacifista universal, de un pensamiento único de signo pacifista que entrañaría una concepción nueva, cuanto a la extensión y firmeza del consenso, del Género Humano, y por tanto de la Naturaleza y de la Cultura? ¿Estamos ante una revelación práctica nueva de la que habría que esperar cambios revolucionarios, aunque por vía pacífica, en todo lo que concierne a la transformación del Género humano? Algunos han hablado de una nueva conciencia práctica de la Humanidad, surgida en los albores del tercer milenio". Bueno busca una serie de explicaciones en los artistas e intelectuales hablando de la paz en nombre de la creatividad: "la Creación exige la Paz, porque la Guerra destruye las salas de exposiciones, los auditorios, los estudios de cine y de televisión, los museos y aún los mismos caballetes de los pintores". Los ecologistas aborrecerán la guerra porque los misiles y los tanques producen impacto ambiental. Los juristas confían en "la instauración de un Tribunal Internacional-Universal de Justicia cuyas sentencias puedan mantenerse por encima de los Estados. Es el ideal límite de la profesión: que el Poder Judicial sea no sólo independiente, sino superior al Poder Ejecutivo, a los poderes ejecutivos de todos los Estados del mundo". Todas estas envolturas ideológicas nos ponen sobre la pista del mecanismo explicativo del Síndrome PF. Gustavo Bueno califica el Síndrome como una pulsión psicoanalítica que resuelva la pérdida de poder de la izquierda autodenominada "solidaria", con la mentira paradójica de que negando la guerra defensiva, a la que llama paz absoluta, alcanzará el objetivo, llevando a la sociedad hacia su inmolación. Dice: "El orden internacional sólo puede estar garantizado por la acción de las potencias hegemónicas. ¿Con cuantas divisiones cuentan quienes proyectan la Revolución por la Paz para el siglo que comienza? ¿No estamos antes simples fórmulas retóricas que se aprovechan del prestigio de la violencia revolucionaria para proclamar como ideal un hierro de madera? Y nadie debe olvidar que nuestra paz sólo puede alcanzarse mediante la guerra. El cristianismo, que comenzó a ascender como un poderoso movimiento internacional de signo ético religioso y pacífico, ¿hubiera conseguido por sí mismo efectos políticos de importancia si no hubiera pactado con el Imperio de Constantino, de Teodosio, de Justiniano, de Carlomagno o de Carlos I?". La última fusta de Bueno a la pusilanimidad calculada de la izquierda en la que él militó en los tiempos de verdad y sabiduría, la podemos encontrar en su Proyecto para una trituración de la Idea general de Solidaridad, escrito en abril de 2004. Sitúa la solidaridad cerca del humanismo absoluto, vislumbrado por Kant que, tomando la idea del hombre como obra del último día de la Creación ("El hombre es el fin de la Naturaleza", en su Crítica del Juicio), mira a su alrededor, atrapa la solidaridad como interacción humana y construye un entramado relacional con la siguiente paradoja: "Si la ley de la solidaridad fuera una ley constitutiva de las sociedades humanas, ¿qué sentido podría tener el tratarla como un principio práctico, incluso como un deber? ¿Qué sentido pueden tener las consignas parenéticas que apelan a la solidaridad ciudadana, las exhortaciones cívicas tales como: ciudadanos, tenéis el deber de ser solidarios? ¿Acaso podrían tener más sentido que las exclamaciones que un astrónomo entusiasta de Newton dirigiéndose al cielo dijera: planetas, atraeos en proporción directa de vuestras masas y en proporción inversa al cuadrado de vuestras distancias?". Con Bueno se va una forma prudente de filosofar sin prejuicios patológicos sobre el mundo, y quedamos en manos de esa multitud chillona con el Síndrome del Fundamentalismo Pacifista. Una foto interpretativa de esa multitud chillona sería la del macho que copula con la Mantis Religiosa y, luego, es devorada por ésta. Gustavo Bueno ha muerto ¡Viva Bueno!.

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