La Provincia - Diario de Las Palmas

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El cuatro

No es un número cualquiera, tiene un enorme sentido cabalístico y religioso, y no solamente en la tradición judeocristiana, desde los cuatro ríos del Jardín del Edén que cita El Génesis, pasando por los Cuatro Evangelistas o los cuatro jinetes del Apocalipsis; y tenemos más: los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, hasta llegar a los que en este artículo modestamente enuncio.

Anticipo que ninguno va tener la importancia del Norte, Sur, Este y Oeste, o de la tierra, el aire, el agua y el fuego; o la muerte, la guerra, la peste y el hambre; o Marcos, Lucas, Juan y Mateo y menos que el Pisón, el Oxus, el Tigris y el Éufrates, pero no dejan de tener su importancia.

La amistad, la familia, la política y los negocios, son otros cuatro aspectos que tienen su aquel y tienen para mí especial actualidad. Veamos.

En una visión, simple, los cuatro ríos del Jardín del Edén suponían la totalidad del mundo conocido que podía generar paz, armonía, bienestar... Que más se puede pedir. El Bosco lo sitúa en el centro de su famoso cuadro, pero eso merece un comentario más amplio.

Los puntos cardinales son la referencia espacial. Los cuatro jinetes son el horror humano. Los Evangelistas son los principales relatores de la vida de Jesús, que se complementan en los diversos aspectos del nacimiento de una religión. Los Elementos constituyen la división del todo y la combinación del mayor número de ellos supone avanzar hacia la perfección.

Pero qué ocurre con los que enuncio. Son para mí cuatro elementos incompatibles, pero que en muchas ocasiones nos empeñamos en combinar.

Si tomamos como eje la amistad, por ejemplo, tendremos lo siguiente:

Juega fatal con la familia. No es la primera vez que pretendemos que nuestros hijos sean nuestros amigos y que se decepcionan cuando les corregimos o no les seguimos en sus planteamientos. Pero no sigo para no dispersarme.

Con los negocios no digamos. O se pierde un amigo o se pierde el negocio, mantener las dos cosas con el tiempo es una heroi-cidad. No envidio a quienes hoy lo consiguen, porque a la siguiente generación normalmente estalla.

Y con la política. Juntarla con el dinero, fatal, con la familia, no digamos, y con amistad, me viene a la cabeza el "Luis se fuerte", o la promoción de De Guindos a su amigo José Manuel Soria. Dimitir para no explicar ni el origen ni el destino de dinero que tenía en el exterior no puede suponer un punto y seguido en la carrera de representación institucional de España y no puede condicionar esa combinación de amistad y política que practica.

Merece la pena insistir un poco. Recordemos que tener una inversión no declarada en el extranjero aunque sea en un paraíso fiscal no es perseguible si ha prescrito, y si no al menos es inmoral no explicar el origen ni el destino del dinero en un representante del Estado (ministro o cualquier cargo que implique representación). Igual que existe una pena de inhabilitación prevista en el Código Penal, el sentido de la prudencia hace que un cargo de libre designación deba estar cubierto por una persona que suponga no poner en entredicho su labor y no desviarla con otras connotaciones.

Pero parece que pesa más dos cosas:

La primera que hay que agradecer los servicios prestados y el sacrificio que supone el dejar un coche oficial. Eso hay que premiarlo.

El sacrificio que supuso dimitir merece un premio y ese premio se paga, eso sí a costa del prestigio de España en este caso, o de un cargo relevante en otros. Los funcionarios tenemos derecho a nuestra promoción profesional y desde luego ese puesto les puedo asegurar que no está dentro del catálogo de los concursos, ese puesto es de libre designación, por mucho que digan cosas extrañas algunos representantes del Gobierno que piensan que los españoles y en concreto los funcionarios, somos gilipollas.

La segunda, es la más insólita y es la que la preconizan los demás partidos. Todos están pidiendo explicaciones, Ciudadanos de manera vehemente, el PSOE con enorme olvido hacia sus propios casos, y así sucesivamente. Pero nadie ha presentado una moción para revocar la propuesta, de nada sirve poner un día colorado si sigo haciendo lo que me da la gana. Hoy me gritan, mañana será otro día.

Este comportamiento resulta chocante pero se explica porque todos en sus casas tienen sus propios trapos sucios, y me temo que es así. Después dicen del desapego de los españoles con la política.

Una señora de cierta edad me decía que si seguíamos así nos iríamos a una guerra, yo le contesté, pero ¿contra quién? En definitiva, todos entienden que la amistad y la política es perfectamente compatible y me temo que el que está confundido soy yo, y todos los millones de cabreados...

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