Mi amigo K, que siempre apoya teorías exageradas, sostiene que esta España de hoy es la España de Franco, la que él querría: una tercera parte del electorado (de derechas) se mantiene en el poder pese a las dos terceras partes que se le oponen (que incluyen a la izquierda dividida).
No es casualidad; esto coincide con -o es el resultado de- el "común sentir" de buena parte de nuestra inteligentsia -de izquierdas o derechas- contra las elecciones; en especial contra las terceras (y crítico con todas, como un reciente editorial de El País: "Ni Rajoy ni Sánchez" del 4 de septiembre). No mencionan que Bélgica estuvo 500 días sin gobierno (2011 a 2012) y no le fue tan mal. Según el economista liberal flamenco Paul de Grauwe (doctor honoris causa por las universidades de Valencia, San Galo, Turku y Génova): "...no tener Gobierno fue algo positivo para el país... no se pudo obligar al Ejecutivo en funciones a acometer la dieta de duros ajustes y reformas que barrió Europa por aquellas fechas". Algo similar podría ocurrir con España. O sea que estamos mejor de lo que parece: Rajoy y su hacha y bisturí ávidos de cortar, están amarrados y bien amarrados hasta fin de año; y un democrático debate (en pleno auge de las redes sociales que cada vez ocultan menos) seguido de elecciones -que serían definitivas de necesidad- como turrón de fin de año. A mí no me parece tan mal.
Más aún. Los medios, las famosas redes sociales, trabajarían mucho. Y en ese debate público hay más posibilidades de hincar el diente en los verdaderos problemas de España (no muy tratados hasta ahora en los debates): el Estado de bienestar, el modelo territorial, la lucha contra la desigualdad y la pobreza, y el enfrentar al búnker de Juncker, el núcleo duro de la Unión Europea, con su austeridad suicida y su euro fallido. Algo bien distinto de lo que hace el PP.
Z En defensa de Pedro Sánchez
Alguien dijo que ser libre significa atreverse a decir no. Eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez ante todas las presiones. Y yo lo aplaudo.
Tácticamente eficaz, ha aprendido de su rival Mariano Rajoy, un rugbier que clava los tacos en el suelo y nadie lo mueve, y hace lo mismo, pero contra él. ¡Bravo!
Mientras tanto se mantiene fiel a sus principios socialistas y con libertad de negociación. Teniendo en cuenta que ligó malas cartas, las jugó y juega bien.
Sus detractores -con un gran talento para descubrir lo obvio- lo acusan de atender más a su situación de poder dentro del PSOE (cosa lógica y natural). Pero no son objetivos.
No se le oponen por eso; se le oponen por intereses partidarios. Y por ser quien es y pensar como piensa. Y se nota.