Con motivo de la celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre, nos gustaría compartir públicamente, en nuestra condición de dirigentes de organizaciones sindicales comprometidas desde la pertenencia activa con organizaciones sindicales nacionales e internacionales, algunas reflexiones sobre el carácter mundial de esta jornada y la razón del alcance de este ámbito planetario.
Vivimos, en las últimas dos décadas, un imparable proceso de globalización que ha reducido el tamaño del mundo en la medida en la que ha reducido las distancias y los tiempos para la movilidad de personas, bienes y servicios, tanto como ha ampliado el conocimiento de unos sobre otros y viceversa.
No queremos situarnos frente a este proceso ni pretendemos hacer una reflexión sobre su carácter, si bien es innegable que tiene aspectos positivos como también es innegable que la potenciación de los mercados locales y la reducción de la distancia entre producción y consumo son también bienes apreciables si se trata de preservar el medio ambiente, detener el calentamiento global y aspirar a una economía sostenible.
El movimiento sindical internacional no se opone a la globalización económica, no considera que sea incompatible la extensión del comercio y la producción con la potenciación de mercados locales y cercanos. Pero facilitar la compatibilidad, propiciar ambos procesos a la vez, requiere gobierno y gobierno democrático, requiere reforzar el control político y ciudadano sobre los mercados y no al revés, como estamos viendo en la actualidad. Una globalización gobernada por los mercados es un escenario parecido a la ley de la selva en la que solo sobreviven los fuertes y solo hasta que encuentran algo más fuerte.
El trabajo decente, el concepto de trabajo decente, la práctica del trabajo decente es un factor decisivo para controlar este proceso y permitir un crecimiento económico sostenible y enriquecedor para todos los seres humanos del planeta. La generación de un marco universal mínimo de legislación laboral, salarios y condiciones de trabajo, impedirá un marco feroz de competencia basada en la reducción de los costes laborales, que no solo supone un serio impedimento para la construcción de un mundo más equilibrado sino que además y al mantener en la miseria a millones de personas en todo el mundo, reduce el mercado, la capacidad de consumo y por tanto las posibilidades de generar riqueza y actividad económica.
Esta crisis nos ha enseñado que todos los avances sociales registrados en Europa en estas últimas décadas están en peligro, que los marcos fiscales progresivos y equilibrados son burlados desde paraísos fiscales y sistemas parecidos de evasión fiscal. Un marco universal de derechos laborales frenaría también el deterioro del valor del trabajo, y de las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras de Europa.
No se trata, pues, de una cuestión moral exclusivamente, no se trata sólo de perseguir una meta legítima de igualdad entre seres humanos aunque con eso sólo bastaría, pero es que, además, se trata de apostar por un marco de crecimiento económico sostenible en el tiempo, dinámico y activo, con la competencia basada en la innovación y el talento. Se trata de igualar a los seres humanos en la parte alta de la escala de los derechos y las condiciones de vida y no de empobrecer a todos para igualarnos en la precariedad y la pobreza.
Por eso el 7 de octubre es un día reivindicativo y de un enorme calado ideológico y moral. Es el día de quienes reivindicamos un mundo más cercano para las personas, las ideas, el co-nocimiento, un mundo más eficiente y sostenible pero desde la perspectiva innegociable de la dignidad de todas las perso-nas y desde la concepción del trabajo decente como el factor civilizador, integrador y enriquecedor que tiene la humanidad en el siglo XXI.
(*) Secretaria general UGT Tenerife y secretario general CC OO Canarias
