La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sociedad Filarmónica

Excelente concierto inaugural de la Fundación Auditorio y Teatro

A las ocho de la tarde del pasado lunes, 3 de octubre, se celebró el inicio del ciclo de conciertos de la temporada 2016-2017, de la Fundación Auditorio-Teatro, en el recinto del Pérez Galdós. Este concierto se ofreció en colaboración con la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria. En esta ocasión tuvimos el placer de escuchar a la Orquesta de Cámara Rusa de San Petersburgo, la orquesta fundada en 1990 se presentó en el Pérez Galdós solamente con sus instrumentistas de arco, con una peculiar plantilla de 5 primeros violines, 3 violines segundo, 2 violas, dos cellos y un contrabajo, liderados por su director, Juri Gilbo, que se vale de unos ademanes enérgicos e intensos para conducir a sus músicos, ya que no utiliza la batuta.

Antes del comienzo del concierto se guardó un minuto de silencio en homenaje a Sir Neville Marriner, fallecido el día anterior. La primera obra ejecutada fue la Serenata para cuerdas en Mi menor del compositor inglés Edward Elgar, como indica su primer movimiento Allegro piacevole, la interpretaron de una forma placentera, en el delicado Larghetto es donde Elgar expresa su mayor madurez como compositor, para finalizar con un corto Allegretto. Destacados los instrumentistas más graves frente a los agudos. El director, dinámico y correcto.

La segunda pieza que cerró la primera parte, para mí lo mejor del concierto, fue la interpretación del Concierto para piano y orquesta nº 14 en Mi bemol mayor KV 449 de Mozart, por el joven pianista sevillano Juan Pérez Floristán, al que ya pudimos escuchar no hace ni un año en el Auditorio Alfredo Kraus bajo la batuta de Pedro Halffter. El solista hizo gala de una técnica prodigiosa y de una musicalidad muy emotiva sobre todo en el Andantino del segundo movimiento. El primer movimiento Allegro vivace lo finalizó con una cadenza excelente, podemos añadir lo mismo del Allegro ma non troppo de la conclusión de la obra, que es un rondó en el que se interpretan distintas variaciones. Encontramos a la orquesta con ese sonido denso y compacto, muy ruso, de su escuela de cuerda. El director, potente y vehemente, dando cancha a sus intérpretes. Debemos señalar que el arreglo para cuerdas es de Ignaz Lachner, ya que el concierto incluye instrumentos de viento. El pianista ofreció un bis, el Otoño de Tchaikovsky, muy suave y emotivo.

La segunda parte se inicia con cuatro pequeñas delicias extraídas de su colección de Miniaturas para orquesta de cuerda, del compositor georgiano Sulkhan Tzintzadze, que son arreglos de canciones folclóricas de su país. Interpretaron Indi-Mindi, Sachidao, Suliko y Lezginka, muy vivas y contrastantes, haciendo gala del empleo del pizzicato.

Las dos últimas obras fueron dos suites orquestales, forma musical que consiste en una colección de danzas. La primera fue la Suite de los tiempos de Holberg en Sol mayor op. 40, de Edvard Grieg, compuesta como celebración del segundo centenario del nacimiento del escritor Ludvig Holberg, que incluye cinco movimientos basados en formas de la danza barroca: Präludium, Sarabande, Gavotte, Air y Rigaudon. Al igual que la obra anterior, danzas rápidas, vibrantes y contrastantes.

Para concluir la velada se interpretó la Suite de San Pablo op. 29, nº2 del compositor inglés Gustav Holst. Su nombre es un homenaje a la St Paul's Girls School del Reino Unido, institución de la que Holst fue director de música de 1905 a 1934. La Suite consta de cuatro movimientos: I. Comienza con una robusta Giga, en la que Holst introduce un tema contrastante, para acabar fusionando ambos temas hábilmente. II. Ostinato, comienza con los segundos violines y luego introduce el tema principal la viola, por cierto impecables el sonido y la interpretación de la violista. III. Intermezzo, se inicia con el primer violín a solo y el resto de las cuerdas en acordes de pizzicato y al poco se une la viola en un maravilloso dueto y IV. Finale, la canción folclórica Dargason se introduce suavemente, para entrar los cellos tocando el hermoso Greensleves y las dos canciones folk se tocan juntas.

La apoteosis final vino con los dos temas de regalo de Piazzola: el Oblivion maravillosamente interpretado por el segundo violín y el Adiós Nonino, al que se le sumó el concertino, en definitiva una interpretación en la que destacaron las bellas melodías y el ritmo frenético del compositor argentino, que hicieron que los "bravos" del público atronaran nuestro primer coliseo. Ambos intérpretes destacaron por su afinación y sensibilidad.

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