"D. Fernando: hemos visto en las redes sociales cómo varios desalmados desean la muerte a un niño de ocho años enfermo de cáncer por el mero hecho de ser aficionado a los toros. A veces hay que hacer un esfuerzo especial para seguir creyendo en el género humano cuando individuos como estos se hacen llamar personas". Es una reflexión de un atento lector de Vegueta que vive en la Isla su afición taurina. Y su esperanza vital.