No he de extenderme ni como cronista de la Villa ni como amigo de la familia Arencibia Hernández en glosar lo que otros han detallado con toda la prolijidad que empresa, trayectoria y efectividad empresarial merecen. Emicela, la familia que la creó y la sustenta, todas las extensiones de distinta índole y carácter que la han ido convirtiendo en una de las empresas más destacadas del archipiélago canario ahí están y, reitero, han sido reconocidas y premiadas tal como su desarrollo merita. Siempre lo he dicho: honor a quien honor merece.

La figura relevante del terorense Emiliano Arencibia también ha sido por ello, justamente agradecida e identificada por su Villa natal como uno de los hombres que más alto ha dejado ese pabellón que tienen los terorenses de emprendedores, inquietos y "listos" con esa especial inteligencia que se les reconoce a la gente de campo, que saben discernir la paja del grano con un solo vistazo e ir a tiro hecho hacia el camino correcto, aunque en su bagaje no cuente con preparaciones académicas ni diplomas acreditativos. Para nada les han hecho falta a tantos y a las pruebas me remito.

Cuando Emiliano Arencibia Rivero -nacido en 1934, el mismo año que el Cardenal Pacelli visito las tierras del Pino, con dos apellidos que lo unían a las raíces más profundas de la historia terorense- falleció en el 2007, se supo también (quizá un poco a deshora) dejar su figura y obra donde correspondían y ese "instinto especial" al que me refiero cuando lo llamo inteligencia de la gente campesina se dejó bien claro en escritos que analizaron su paso por la Fuente Agria, su puesto de ventas en el Mercado Central; tuvo siempre un especial instinto para los negocios, por lo que -con una amplitud de miras que ahora sólo se consigue con másteres en emprendeduría o en círculos exclusivos de empresarios selectos- fue inteligentemente combinando con su industria de freiduría, la granja o el tostadero de café...

Quizá no se entienda este singular y hasta íntimo enfoque que quiero dar hoy a mi escrito. Porque, si tal como afirma el aforismo "detrás de todo gran hombre siempre hay una mujer"; creo que, no detrás, siempre a su lado, en igualdad de derechos y de empuje en todo este hermoso proyecto de vida que, a fin de cuentas, fue Emicela y todo lo que ha surgido a su calor, estuvo siempre la figura de la mujer a la que Emiliano Arencibia unió su vida y su futuro: María Araceli Hernández Arencibia. Todos son detalles sabidos y repetidos: en 1962 se compró un tostadero de café en Schamann y creó la marca Emicela que una década más tarde se trasladaría a Los Tarahales, donde tanto tiempo difundiría la imagen y siglas de la empresa.

Quizá el hecho simpático, anecdótico y muy emotivo de que las siglas de la empresa unieran ya para siempre los nombres de Emiliano y Araceli (Cela, como se la conocía en círculos familiares) da idea de lo que quiero expresar: en todo este transcurrir de vida y empresa; que al lado de la cara visible del terorense Emiliano Arencibia estuvo (presente, apoyando, tan fuerte como su marido, cabeza de la familia que crearon en torno a aquél primer sueño de veinteañeros ilusionados) la energía y la resistencia de la terorense María Araceli Hernández. Y siempre lo estuvo... los viajes por Europa, América y Asia; su posterior implantación en la Zona Industrial de Arinaga; Docian y sus hoteles (con exportaciones a México, Cuba, Santo Domingo, Madeira, Cabo Verde, Senegal, Togo, Lomé, Gambia , Marruecos,.....) y toda la explosión empresarial que han sabido continuar los hijos (Araceli, Sergio, Emiliano y Marianela) tuvo su origen en el sueño de esperanza y futuro de una pareja de enamorados que querían lo mejor para la familia que creaban cuando comenzaba la expansión industrial y turística de Canarias hace ya más de medio siglo. Sergio Arencibia, afirmaba hace algún tiempo que "este resultado radica en que durante años hemos conocido a la perfección el mercado en Canarias y sabíamos a qué clientes podíamos vender nuestros productos".

Cuando en las Fiestas del Pino del año 2012, a título póstumo, este empuje empresarial que parece estar presente en la sangre y la savia de los terorenses fue reconocido por su ayuntamiento en las figuras de Isidro González, Emiliano Arencibia, Carlos Acosta, Benjamín Rodríguez, Salvador Cárdenes y José Nuez; junto a ellos -se hiciera patente o no- se estaba reconociendo la labor de sus familias y, sobre todo, la labor, la tarea, la presencia de las mujeres de Teror que como Araceli Hernández (la mitad del hombre y del sueño que se iniciara hace medio siglo).

Por eso, esta "compañía industrial y de distribución internacional con presencia en 45 países e instalaciones y personal propio en siete (España, México, Jamaica, República Dominicana, Islas Mauricio, Sri Lanka, Cabo Verde y China)" fue siempre, apareciera quien apareciera en las fotos, tanto de Emiliano como de Araceli, y en ella hoy quiero significar y destacar la labor -muchísimas veces no destacada en su justa medida- de las mujeres que voluntariamente dan un paso atrás para dar presencia notable a los hombres con los que han unido vida, familia y futuro; aunque ellas tuviesen en todo ese proceso igual medida de méritos que los hombres a los que acompañaban.

Por eso hoy no he querido hablar de Emicela ni del Premio Canario a la Excelencia Empresarial que con toda justicia recibió; destaco voluntariamente el sueño de la pareja de enamorados que la creó. Doña Araceli Hernández Arencibia ha fallecido; con ella se va la mitad que quedaba del nombre de ese sueño, Sus hijos no permitirán jamás que su continuidad desaparezca. Deber de buena gente y de terorenses con raíces que seguirán defendiendo aquella ilusión de sus padres que hoy es pujante y destacada realidad en toda Canarias.