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Cine 'Aliados'

Nora Navarro

Tócala otra vez, Marion

Después de atravesar las dunas de Marruecos, aunque sus huellas se imprimen en realidad en arenas majoreras, Max Vatan (Brad Pitt) irrumpe en un café de Casablanca y se encuentra con los ojos de Marianne Beauséjour (Marion Cotillard). Así comienza Aliados, de Robert Zemeckis, enmarcada en 1942 en esta ciudad marroquí bajo el control del gobierno de Vichy, que ambos espías anhelan dejar a sus espaldas.

Estos guiños al clásico protagonizado por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se trenzan con los múltiples paisajes de la capital grancanaria, empolvados por la arena, la textura y la estética de Marruecos durante la primera mitad del metraje.

Este primer tramo revela que, como en la película de Michael Curtiz, cada uno recala en Casablanca con su propia historia a cuestas, pero será la verdadera historia de los protagonistas, unidos para culminar una misión secreta en Casablanca, la que centre el núcleo de la trama escrita por Steven Knight.

Y así, la película se interna en un segundo tramo, donde Casablanca queda atrás pero los recelos comienzan a cercar a la pareja protagonista en Londres, cuyo romance se va eclipsando bajo las letras que coronan las oficinas de Inteligencia de Max: "Recuerda, el enemigo está escuchando".

Las pasiones y sospechas que circundan a Max y Marianne Vatan evocan el romance de espías entre Grant y la propia Bergman en Encadenados de Hitchcock, pero sin su maestría, ni su química. El juego de máscaras que protagoniza Cotillard demuestra, una vez más, que la actriz deslumbra ante cualquier reto, desde Edith Piaf hasta Lady Macbeth, como enuncia el propio Pitt en la ficción desde el comienzo: "Parece que tienes a todo Vichy hechizado", le susurra, antes de caer en sus redes.

Y aunque la tensión se va anudando alrededor de la pareja a través de un tempo lento, casi ingrávido, su desenlace se demora en la ausencia y vacuidad de sus giros, a pesar de momentos de clímax protagonizados, una vez más, por un piano de cola y La Marsellesa. Este conjunto de elementos familiares es el telón de fondo para narrar una historia de amor con reminiscencias clásicas, pero cuyo resultado son dos horas de acción y entretenimiento, por los callejones disfrazados de Perojo y la Alameda de Colón.

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