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Javier Durán

Resetenado

Javier Durán

El fútbol y sus peleas

Ya hemos visto a un niño que reclamaba paz entre dos adultos en un campo de fútbol, una imagen obtenida en el López Socas que recorrió el espectro nacional y que quedó ahí, congelada, a la manera de un turbo contra la violencia y el insulto en el balompié. Ahora nos llega una de signo contrario: dos padres de unos jugadores de juvenil se enzarzan en una pelea a puñetazo limpio mientras que el partido, ajeno a ellos, prosigue de manera normal. Los jugadores no tienen culpa alguna de las trompadas que se dan en las gradas, ellos están a lo suyo. Pero al final pagan el pato todos, el fútbol en general, y los que pacíficamente acuden al partido. En este deporte, y todavía lo es, pese a todo, hay que afinar con hilo de oro contra la ofensa y la brutalidad que se desboca para acabar en sangre. Se levanta la voz ante la malsonancia sevillana sobre Sergio Ramos, pero la indignación puntual queda ahí, sólo para un rato y nada más. Incluso preocupa más la última ñoñería de Messi. Ya saben que estas estrellas preñadas de ego necesitan mucho, muchísimo, circo a su alrededor. Los clubes y los galácticos deberían empeñarse en transmitir a la sociedad lo mejor del fútbol, e incorporar a sus registros las ganas suficientes para afrontar los comportamientos violentos que bailan en torno suyo. Hace falta cerrar estadios y prohibir la circulación libre de determinadas aficiones nutridas por matones. El fútbol es un gran espectáculo de masas, pero necesita unas reglas. Por supuesto que la mejor no es, precisamente, el estilo Piqué: criticar a los árbitros. Es la manera más eficaz de situar a las gradas contra ellos. No es ejemplarizante, ni mucho menos. ¿Interesa a las directivas de los equipos hablar de estos asuntos? Seguro que no, pero hay que mostrarles, para que lo entiendan, a dos padres a puñetazo limpio.

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