Con unas cincuenta localidades ocupadas en el espacioso Auditorio de Teror prosiguieron las actuaciones de pequeños grupos de cámara que forman el bloque más numeroso del Festival. Un dúo en este caso, formado por dos jóvenes artistas grancanarios: la violinista Irina Peña y el pianista y musicólogo Ignacio Clemente, que acaba de doctorarse cum laude como autor de una espléndida tesis sobre la vida y obra de Rosa García Ascot, única compositora del "Grupo de los 8" o Generación de la República, además de única discípula directa de Manuel de Falla. Aportación muy valiosa para actualizar a una creadora española casi olvidada.

El concierto fue una delicia. Ambos intérpretes mostraron su calidad de sonatistas con dos joyas del impresionismo y postimpresionismo franceses: la ya centenaria Sonata en sol menor de Debussy (1917) y la Sonata en sol mayor de Ravel (1927). Depurada la ejecución e imaginativa la expresión de dos piezas muy diferentes, aun cuando coinciden en las bellezas del cromatismo, la ensoñadora fantasía de los tiempos lentos (blues en la raveliana) y el virtuosismo de los luminosos finales, siempre idóneos en la limpieza y la musicalidad del dúo. La preciosa melodía Beau soir de Debussy, la poco frecuentada Berceuse sobre el nombre de Fauré de Ravel y su célebre Habanera, sonaron admirablemente como colofón de las dos sonatas.

Finalmente, la transcripción violinística de seis de las Siete canciones populares españolas, de Falla (solo faltó la Seguidilla murciana), dio contrapunto a lo anterior con toda la vitalidad en El paño moruno, la Jota o El Polo, y toda la ternura de la Nana y la Asturiana que dan universalidad a esta obra maestra, tocada a la perfección. El público entusiasta consiguió un bis también español: una de la canciones antiguas armonizadas por García Lorca. Gratísima velada.