Alos partidos corruptos no suelen hacerles daño las condenas, vuelven a revalidar en las urnas y sus votantes no sienten ningún tipo de remordimiento. Pero esta constante de la sociología electoral tiene ahora una nueva adherencia: ¿El traslado de esta casuística de éxito nos sirve para explicar la admiración masiva que provoca un grupo de música con dos miembros que descienden de dos condenados por corrupción? La formación se llama Taburete, y la consanguineidad la dan los apellidos Bárcenas y Díaz Ferrán. Llenan auditorios a reventar. Sus productores no lo atribuyen a la extraña fama que acarrean los corruptos, sino más bien a la campaña exhaustiva realizada en internet con bombardeo selectivo de información. ¿Me lo creo? Su estilo es indie, y algunos ya lo llaman indie pijo, o al revés, subgénero que estratifica socialmente a la masa asistente, a la que quizás le pone -lo dejo a disposición de los sociólogos- que dos sean hijos de procesados por corrupción. Hay una cosa maravillosa en todo esto: que la genética de meter la mano en lo ajeno ha sido modificada, atrapada por la música. Todo un don para la sociedad. Pero hay razones para restregarse los ojos: en los ochenta, con la proliferación de los grupos de la Movida, era distinto. Había hijos de pero con unos padres que se dedicaban a la creación, dígase Carlos Berlanga por la vía del cine, David Summers por el humor y también el cine, y Ana Torroja por los puentes que diseñó su progenitor. Lo mismo Taburete está cargado de méritos, y uno padece un exceso de contaminación política que le lleva a ser un ciempiés en nómina. O puede ocurrir que la corrupción avance más, y forme parte del discreto encanto de una nueva burguesía dedicada al indie. Me dicen que vienen al 24 Grados Maspalomas Festival. Será el momento para probar la misteriosa y exitosa combinación c orruption&indie.
