El pasado fin de semana Asier Antona fue elegido -casi por aclamación- presidente del PP de Canarias. Era el candidato ungido por la dirección nacional y su posición nunca se vio seriamente amenazada por Cristina Tavío, gracias a su notable control organizativo y, sobre todo, a la negativa de la mayoría de los afiliados a inmiscuirse en unas primarias que se las traía al fresco. Faltan años todavía para que militantes y simpatizantes del PP se interesen por una democratización interna. No forma parte de la cultura política de los conservadores ni de las expectativas emocionales de sus votantes. En un partido con cuadros y militantes comprometidos con la democracia como método para definir y seleccionar estrategias y liderazgos resultaría inimaginable un sujeto como Rajoy.

Antona no disfruta de unas condiciones mucho mejores ni mucho peores que Rajoy. En cierta ocasión Oscar Wilde escribió sobre uno de esos rostros ingleses "a los que basta con mirarlos una vez para olvidarlos para siempre". A Antona le pasa algo parecido. Uno lo escucha diez minutos y podría estar hablando cualquiera de los miles de concejales, consejeros, diputados o subsecretarios de Estado del PP en toda España. Los mismos tics retóricos, las mismas ocurrencias, el mismo argumentario, ese afán ligeramente enervante de aparentar ser normales y corrientes, un anhelo paradójico, porque no son otra cosa que una sublimación de la vulgaridad con corbata o polo Lacoste. Si no olvidamos su nombre es porque al día siguiente sube de nuevo a la tribuna parlamentaria, o le hacen una entrevista por la tele, o quizás ofrece una rueda de prensa idéntica a las anteriores o a las siguientes.

Algunos se quedan pasmados por la condición palmera del flamante presidente del PP canario. Don Asier es tan palmero que, al parecer, incluso vive en La Palma. Lamentablemente ese dato no deja de ser más o menos irrelevante, y no porque Antona, desde hace años, viva y pernocte fuera de La Palma la mitad de sus días y sus noches, sino porque en la estructura del PP, en su diseño programático, en su orientación estratégica e incluso en el reparto del poder político está prohibida cualquier sensibilidad ya no insularista, sino incluso insular. Soria prescindió incluso de nombrar consejeros tinerfeños dentro de su cuota de poder en el Gobierno y no ocurrió nada. Por supuesto, para conseguir la victoria, Antona debió contar con María Australia Navarro (su secretaria general ahora) y con la mayoría de los cargos públicos tinerfeños (y ahí está el astuto Lope Afonso como coordinador para atestiguarlo). Pero no se trata de equilibrios territoriales, sino de alianzas personales y organizativas.

El PP no ha transformado ni su orientación estratégica ni su programa. Ahora mismo lo define un deseo imposible: no entrar en el Gobierno y seguir agitando el látigo sobre las costillas de Clavijo. Pero tiene un problema que le impide quedarse fuera, y no es otro que sus ganas de estar dentro.