Un considerable error político consiste en suponer que ganar las elecciones es un detergente que te limpia de las suciedades, lamparones y manchas de la corrupción. No es así. No es así en ningún sitio y la experiencia empírica demuestra que estas suposiciones más tarde o más temprano se pagan. El PP ha ganado las últimas elecciones generales a) porque la izquierda socioelectoral está dividida y b) porque los sectores más conservadores creen que solo el Partido Popular garantizaría estabilidad frente a los cambios o, más exactamente, las gestualidades amenazantes de una nueva izquierda -Podemos- y sus aliados en las periferias autonómicas. Recientemente Marine Le Pen vociferaba que Podemos eclosionó en España porque aquí no existía un Frente Nacional. Lo dudo mucho. La mayor parte de los votantes potenciales de un imaginario Frente Nacional ya tienen un partido al que votar, que es precisamente el PP, y no otro. Y lo hacen. Lo hacen desde siempre. Desde hace más de un cuarto de siglo en el PP han convivido liberales, democristianos, nacionalcatólicos, agnósticos más o menos letrados, modernas con ojeras vampíricas y chupa de cuero y fachas bronquistas adaptados con relativo éxito a la democracia parlamentaria. Gracias a un voraz pragmatismo compartido por todos, la identidad ideológica es lo de menos. Lo importante es ganar las elecciones y repartirse eucarísticamente la manduca. Las tendencias doctrinarias de cada cual son casi un asunto privado. Pero ganar las elecciones no sepulta el pasado.

Aseguran que la dirección del PP se quedó estupefacta cuando el tribunal del caso Gürtel -contra el criterio expreso y rotundo de la Fiscalía- decidió llamar como testigo a Mariano Rajoy en su calidad de presidente del partido. Y deberá hacerlo de viva voz, muy probablemente, a través del sistema de videoconferencia. Quizás disfrutemos de un ejercicio de estricta justicia poética: Mariano Rajoy declarando ante el juez en una pantalla de plasma. La imagen del presidente del Gobierno español viralizándose por las redes sociales a nivel mundial y respondiendo a la pregunta que una vez formuló Manuel Vicent a propósito de otro líder político: "¿Puede una madam ignorar que trabaja en un burdel?" Menos de veinticuatro horas después la Guardia Civil detiene a Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, al considerar la autoridad judicial que existe un amplio conjunto de indicios que apuntan a la creación de una organización delictiva que operaba bajo las siglas del PP: una corrupción política sistemática e institucionalizada y sin otro propósito que enriquecer a sus facinerosos responsables. El cuidadoso e infantiloide relato de las manzanas podridas en la próspera frutería del honesto Mariano se resquebraja de nuevo a toda prisa. Y ya en la tarde madrileña de ayer comenzaban a oírse voces temerosas. Hay que salir huyendo de aquí. A ver cómo se aprueban los presupuestos generales del Estado bajo este chaparrón de mierda dorada. ¿Con quién se ha pegado el día hablando Albert Rivera? De aquí a tres meses, de nuevo, elecciones generales.