Las preocupaciones son innatas a la condición humana. Todo lo que pasa de nuestro control enciende las primeras alarmas y marca el comportamiento cortoplacista. La preocupación es un estado mental en el que nos instalamos cuando anticipamos hechos o consecuencias desagradables e incluso imprevisibles. Muchas de las preocupaciones, no obstante, tienen un origen bien definido con el que es muy difícil luchar. El paro que golpea la generación mejor preparada de la historia o el pestilente hedor que emana de la piel de los corruptos de este país son más que preocupantes. Los exiguos salarios de unos muchos, que apenas llegan a fin de mes, y que conviven con el abyecto incremento de riqueza de otros pocos es tan preocupante como indeseable. La amenaza terrorista, el recorte en los servicios públicos (malditas listas de espera) o si la hucha de las pensiones dará para todos los jubilatas escalan posiciones entre las preocupaciones más acuciantes de la sociedad. Siendo frívolos, el fin de temporada de Juego de Tronos o el que el Atleti gane la Champions de una vez por todas ocupan más mis inquietudes que lo que acontece desde hace demasiado tiempo en Cataluña. Leer un periódico de hace un año (ya son pocos los ávidos lectores que quedan) o seguir un informativo de esas fechas es lo mismo que hacerlo hoy. La matraca nacionalista lo invade todo hasta el hartazgo. A los españoles (de izquierda y de derecha) les preocupa su realidad, lo cercano y pasan bastante de los dimes y diretes de la absurda pretensión independentista de Cataluña. La enloquecida y chulesca defensa de la secesión no se sostiene ni aquí ni en Pekín. Toca regular con pulso de orfebre la rabia nacionalista a la que habrá que responder con moderación y templanza, pero con el severo peso de la ley para aniquilar cualquier atisbo de alzamiento en contra de los dogmas constitucionales. El considerado como el mayor problema político para España, no obstante, apenas es mencionado como asunto prioritario por una ínfima parte de la población, lo que hace pensar que ni siquiera es importante para los propios independentistas. Lo cierto es que en estos momentos, mi preocupación y de otros muchos no es la cansina Cataluña.