Un relato fílmico que escapa de los patrones del cine convencional. La palabra condenada frente a un imaginario pictórico que no precisa de acotación actoral alguna, ni siquiera de una voz en off que sitúe personajes y argumentos. Ocaso huye de lo previsible para hacer aflorar en el espectador las emociones que es capaz de transmitir el protagonista Rafael Vázquez en su condenada rutina diaria. Una vida dedicada al servicio del otro, de obligado cumplimiento en medio de una miseria que rememora un pasado glorioso.

Con estos elementos argumentales y con un derroche fotográfico que aporta a la pantalla lo que no ofrece el verbo, ha montado Théo Court este largometraje que frecuentan los seres anónimos a los que agarra su discurso. Un cine de contemplación y descubrimiento, que viene de un cineasta al que le gusta trastocar los conceptos y romper el esquema a que se presta el cine comercial, para encontrar sentido a la vida sin rumbo de los fantasmas del ayer.