Unos 900 pájaros han quedado estos días en la casa de la cultura de Teror para darse a conocer al público en general, en la que ya es la XX edición del concurso regional de Canaricultura, uno de los certámenes más vistosos de la fauna aérea.

De postura, exóticos, híbridos, y periquitos, todos en fila india y en tongas de jaulas que reciben al visitante exhibiendo los premios que les ha otorgado el jurado antes de la muestra que se abrió ayer y que permanece abierta hasta el domingo.

La colección es apabullante, con ejemplares llegados de todas las islas, pero con un criador campeón que es del propio Teror, una villa potencia en la especialidad, según asegura Miguel Villegas Fernández, presidente de la Asociación Ornitológica de Las Palmas.

Es José Falcón, que presentó un parque aéreo de libro, que no imaginó Darwin cuando escribió El origen de las especies, y que incluye la joya de la corona, un diamante de Gould de pecho blanco que rivaliza con un polo de hielo de colores.

Pero, ¿quienes son estos pájaros, unos destartalados, otros con moñas e incluso algunos de tamaño XL que ni cabe en la jaula? Pues vienen a ser hijos remotos del original canario de monte, el que iba vestido de verdinegro original, y que mutación a mutación y con el paso de los siglos se han ido alejando del retrato de sus tatarabuelos.

Villegas Fernández lo explica mejor. "Fueron los colonizadores", dice, "que cuando volvían a sus países de origen llevaban canarios capturados en las islas" sobre todo por su buen cantar y mejor reproducir.

Por toda Europa emergió la canaricultura, en la que a partir de mezclas con otras especies, o entre la misma, se ha llegado a este cuadro resultante de multiplicar exponencialmente las leyes de la genética. Es más. Villegas arroja luz sobre el canario amarillo de toda la vida, que ilustra e incluso da color a la bandera, al equipo y hasta a una marca de galletas.

Pues bien, el canario amarillo es fruto de una trapisonda genética. "Si fuera amarillo y estuviera suelto no duraría ni 10 minutos. Lo que tarda un cernícalo en comérselo". Así se han conseguido unas 500 mutaciones distintas, que se caracterizan o bien por sus colores, que son miles, por sus tamaños, por sus formas o por la manera en que se plantan en la percha.

El melado

Además Canarias reivindica el origen de la especialidad en el mundo. De diez años para acá se ha convertido en un referente nacional, junto con Andalucía, Valencia o Cataluña, y en los cinco continentes. Si hace una década apenas un puñado de criadores compraban sus primeros ejemplares en lugares como Bélgica o Italia, potentes exportadores de este aviario, es ahora el territorio insular fuente de pollos. Y pollos raros además, como el melado tinerfeño, que existe desde hace unos ocho años, ya aprobado como variedad, y que también tienen en la isla vecina a los campeones del planeta, aunque parezca que se les ha desconchabado el andamio.