El próximo lunes inaugura la temporada de la Sociedad Filarmónica en el Pérez Galdós. ¿Qué sensaciones le produce regresar a la Isla en este escenario?

Regresar a Gran Canaria me produce unas sensaciones muy fuertes porque la Isla está conmigo desde el principio, cuando empecé a dar conciertos precisamente con la Sociedad Filarmónica y la orquesta heroica que había entonces, porque eran héroes todos ellos. Desde aquella primera vez, creo que fue en los años 50, la ciudad siempre me ha acompañado. Y recalamos en Las Palmas en nuestro viaje de novios, y algo hay en el "mi niño" canario que no se puede pedir más.

¿Por qué Brahms, Schumann, Debussy y Ravel en el programa?

¿Y por qué no? Los Intermezzos de Brahms los hice para mi primer DVD, el disco con música de Brahms, y forma parte también de mis huesos y mis glóbulos rojos. Y tengo muchos amigos en Las Palmas a los que les encanta. Son obras cumbre de la literatura pianística y, por mucho que las estudie, uno nunca acaba de descubrir cosas nuevas. Son unas partituras grandiosas, piezas cortas pero de una profundidad espeluznante.

¿No se cansa de investigar a los autores de su repertorio?

Nuestro trabajo, de detectives o arqueólogos, como quiera llamarlo, es ir detrás de las notas que ha querido poner el compositor, lo que ha vertido en la partitura después de mucho pensar y mucho emocionar. Ocurre lo mismo que con otras cosas en la vida. ¿Esto cómo se produce? Entonces es cuando empieza a ver misterios y se queda uno asombrado con lo que puede ser. Tenemos que añadir nuestro tiempo interior al tiempo metronómico que está en las partituras, por lo que puede valer una nota cuando se profundiza en la partitura y en la idea del compositor que puede representar emocionalmente lo que Einstein denominaba el continuo tiempo-sonido, que es lo que hace que la música viva. Por ejemplo, cualquier austriaco sabe lo que es un vals, cualquier español lo que es una jota, y los dos se escriben en un tiempo de tres por cuatro. Entonces, si nos limitamos a lo metronómico, no sale ni un vals ni una jota. Son esas pequeñas diferencias temporales y de acento. Y es ahí donde se ve la personalidad del intérprete. Esas mismas líneas se leen de una u otra manera, hay mil maneras de interpretar una partitura, muchas de ellas horribles, otras muy buenas, algunas geniales y otras sublimes.

Usted es uno de los grandes intérpretes a nivel mundial con un amplio palmarés, y en España es considerado como el gran maestro al que admiran los jóvenes pianistas.

Nunca he trabajado para que me caigan honores, y si tuviera la suerte de que cuando a uno le dan una medalla toque mejor el piano, qué alegría sería. Para entender la música y tocar mejor el piano, lo único que puedes hacer es estar sumergido en ello; y eso es lo que he procurado hacer durante toda mi vida.

En los tres últimos años se ha significado con varios DVD con música de Falla y de Brahms, e incluso un documental sobre su vida en el que colaboran, entre otros, Plácido Domingo, Zubin Mehta y Sir Simon Rattle. ¿Le abruma tanto afecto profesional?

Me siento felicísimo y me satisface que todos estos artistas digan cosas tan buenas de mí. Los DVD han quedado muy bonitos, el de Brahms con la Sinfónica de Londres y Sir Colin Davis fue best seller en Amazon, ha tenido unas críticas estupendas en las revistas de todo el mundo. Ha sido como la coronación del esfuerzo de una vida. Le cuento una anécdota: cuando Henryk Szeryng tocó en Bilbao el Concierto para violín de Brahms, era un niño y le dije a mi padre que quería ser violinista para tocar aquella música. Me contestó que no me preocupase porque iba a estudiar piano. Yo no había pensado antes ni ser violinista ni pianista.

En Dallas han creado una fundación con su nombre para difundir su legado y apoyar a los jóvenes músicos.

Una vez más y ante mi sorpresa, porque no sabía que me querían tanto. Esta fundación intenta ayudar a los jóvenes al principio de su carrera. Me preguntaron qué era lo más podía a ayudar a un joven pianista y les dije que donde más se aprende es en el escenario. Hay gente que ha empleado su tiempo y su dinero. Se habla mucho de la gente de Dallas, de los cowboys y su dinero. Y en la universidad en la que enseño existe la segunda colección de arte español más importante de Estados Unidos, con más de 200 obras, y mucho mejor que si estuviera en El Prado, donde tienes que saber kárate para ver un Velázquez.

¿Cómo le afecta la crisis de la cultura?

Me produce verdadera angustia el que la música y las artes se tengan como la primera cosa a suprimir. Me da miedo, y en cierto modo, todos tenemos que arrimar el hombro. En mi caso, sí que había conciertos que han desaparecido. El mundo entero atraviesa esta situación, no lo olvidemos, y en España no existe el mecenazgo privado, sino que hemos tenido la fórmula de que siempre paga el ayuntamiento.

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