Unas 20.000 personas visitaron este fin de semana el lugar en el que se encuentra el monte Saint-Michel, un imponente promontorio de granito en el centro de una bahía del noroeste francés, para ver la llamada "marea del siglo", que elevó las aguas del Atlántico hasta dejar el pueblo medieval convertido en una isla sublime. El fenómeno responde a la inusual alineación del Sol y la Luna, cuyas masas atraen excepcionalmente las aguas en la misma dirección, funcionando como una suerte de imanes sobre los mares.

La marea creció el equivalente a un edificio de cuatro pisos de altura, con máximos anunciados de 14,6 metros, y ofreció una espectacular estampa de ese célebre enclave turístico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata de un fenómeno que se repite en ciclos de unos 18 años y que deja completamente rodeado de agua el pueblo, una península con falsa apariencia de islote coronada por una abadía situada a 170 metros sobre el mar. La próxima gran marea no regresará hasta marzo de 2033.