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Música Órgano

Juan de la Rubia en su mejor versión

Volvió Juan de la Rubia a los ciclos organísticos del Auditorio, esta vez en colaboración con la Sociedad Filarmónica. Gustó mucho, como de costumbre. En el programa, su Bach de siempre, expresivo y admirable. Brillante y densa en registros llenos la Fuga sopra el magnificat, BWV 684, y muy contrastado el coral Meine seele... BWV 733 (piezas ambas del III libro del Klavierübung), en el que probó acertadamente colores tenues y una tierna dicción en tiempo sosegado. Impresionante el celebérimo Preludio y fuga en la menor BWV 543 (de la famosa serie de 1709 y uno de los transcritos para piano por Busoni) Los rotundos pedales fijos del primero hasta que el tema pasa al grave, y la perfecta definición de las cuatro voces fugadas recibieron una ejecución modélica.

Sorprendente por su riqueza y detallismo la transcipción de la entrada de los dioses en el Walhalla, escena final de El oro del Rin de Wagner. No pudo ser mejor la rigurosa traslación del tematismo armónico y las figuraciones de las ondas del río y las curvas del arcoíris, así como la presencia instrumental de las voces (Wotan y Loge) en proceso hacia el himno radiante que cierra el drama-prólogo de la tetralogía El anillo del nibelungo. Solo un instrumento como un órgano de cuatro teclados con registración específica puede contener la complejidad sinfónica de esta música. El intérprete la trasmitió memorablemente.

Con el refinado Maurice Duruflé, post-impresionista hasta las postrimerías del siglo XX, escuchamos la Suite Op.5, un tríptico cuyo valor principal está en el Preludio, lento, misterioso y muy sugerente en sus bien medidas disonancias. La siguiente Siciliana es una página de apariencia amable que va revelando en su decurso la disolución del ritmo en variación estructural. La muy difícil Tocata pone a prueba el virtuosismo del intérprete, consumado en Juan de la Rubia, como también su musicalidad en toda la obra. Muy aplaudido, regaló una nueva fuga de Bach.

Apuntemos finalmente que la colaboración del Auditorio y la Filarmónica está doblando el público de estos ciclos, hasta ahora demasiado minoritario.

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