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Entrevista.

J.M. Dematteis: "Me encantan los superhéroes, pero pueden llegar a ser muy restrictivos"

"El escritor es una especie de cámara que recibe estímulos de todas partes, los absorbe e interpreta", comenta el guionista de cómic

J. M. Dematteis. RICARDO SOLÍS

Es un autor atípico ya que además de guionista de cómics se dedica a la literatura, la televisión y la música. ¿Qué le lleva a esta versatilidad?

Al principio no era consciente de ser tan diverso, de tratar tantos palos. Hice lo que hice porque creo que los seres humanos tenemos muchas facetas y quería reflejar y aportar momentos diferentes.

¿Los grupos Marvel y DC son su segunda casa?

A lo largo de mi carrera he trabajado sobre todo para Marvel y DC haciendo superhéroes, pero he tenido la suerte de que en este tiempo la industria del cómic se ha diversificado bastante y me ha dado la oportunidad de emprender proyectos más personales, como Moonshadow o Blood, historias más mías, lo que hace que no piense que estoy escribiendo un guión de cómic. Si en mi carrera hubiera hecho sólo superhéroes creo que me hubiera tirado por la ventana. Me encantan, pero pueden llegar a ser muy restrictivos, hasta cierto punto una trampa, y yo necesitaba esa diversidad de trabajo para mantenerme cuerdo, para poder crecer como autor. He escrito guiones para televisión y cine, libros de ficción, obras autobiográficas, cómics infantiles y de humor y superhéroes. Todo ello me ha permitido mantener fresco el reto y el descubrimiento de la escritura. Como escritor y guionista, cada día se presenta como una página en blanco para contar una historia. El material que escribes tiene que plantear un reto, que haces algo diferente. Eso es lo que me gusta y motiva.

¿Cómo se siente por haber logrado que grandes editoriales apuesten por series de autor, de corte personal e independiente?

Estaba en Marvel en el momento en que nació la línea Epic, la primera que publicó obras propiedad de los autores. También tuve la suerte de estar en DC cuando se inició el sello Paradox o cuando nació Vértigo, divisiones editoriales en las que los autores eran también los propietarios de los derechos. Tuve la oportunidad de hacer series de creación publicadas por las grandes editoriales la primera vez que ofrecían tal posibilidad a los autores. He podido contar historias más personales y pasar con normalidad de historias de superhéroes a otras de carácter más intimista. Hoy en día esto es bastante habitual, pero antes no. Adoro los superhéroes, me gustan mucho como personajes, pero siento necesidad de contar algo que sea mío, que salga del corazón y sin ningún tipo de filtro.

El público del cómic es generalmente joven y usted intentó con Vértigo llegar al de más edad. ¿Consiguió su objetivo?

Ese proceso de transición del público infantil al adulto empezó incluso antes de la aparición de sellos como Vértigo. En los años 60, los cómics de Marvel ya supusieron una cierta evolución. Nos encontramos con adolescentes y universitarios que seguían leyendo cómics. Hasta aquel momento había una edad en la que se abandonaban; el cómic era entonces un producto sólo para niños. En los 70, ese proceso continuó. Llegaron guionistas y autores que introdujeron nuevos temas e ideas más complejas para lectores de más edad. A veces no se introducían de la mejor de las maneras y eso hizo que se perdiera una parte de los lectores tradicionales. Cuando empecé en los años 80, el público de los cómics era bastante más adulto, lo que me permitió que obras como Moonshadow se dirigiesen exclusivamente a un público lector adulto y que se comercializasen como tal. Tuve mucha libertad como guionista para contar lo que quería y hacerlo en grandes editoriales como Marvel o DC.

¿Volcarse en el público adulto tuvo alguna repercusión negativa sobre el lector juvenil?

Con este proceso de llegar a un público adulto cada vez teníamos menos material destinado a los jóvenes. Necesitábamos el relevo, ganar lectores. Por eso hice series como Abadazah, escritas como un libro infantil, en el que padres e hijos disfrutan juntos. Los mejores libros infantiles son inteligentes y de gran calidad literaria. Hay que alimentar la aparición de lectores jóvenes y ser conscientes de las posibilidades que ofrece el cómic, que son las mismas que tiene otro medio de expresión.

El mundo del cómic está en manos masculinas. ¿Por qué hay tan pocas autoras?

En los últimos años estamos asistiendo a un cambio, se ven más mujeres guionistas y creadoras. La poca presencia de la mujer no es algo exclusivo del mundo de la historieta o del cómic, la cultura en la que vivimos ha estado dominada por varones. En los años 60, en Marvel, sólo había dos mujeres en plantilla y de ellas una era dibujante; no había ninguna guionista. Cuando yo me incorporé al mundo del cómic las cosas habían cambiado un poco, ya teníamos editoras, mujeres con peso en el área comercial y editorial. Louise Simonson, Ann Nocenti o Karen Berger son editoras con mucho poder y que han dejado su huella en la industria. También entonces aparecieron un par de mujeres que escribían guiones. En los últimos años se ha producido un cambio enorme, y no sólo en el cómic, también en el resto de las artes y en la sociedad en general. Por fin las mujeres pueden dar un paso al frente y lograr que se las escuche.

¿Qué le sirve de inspiración?

Todo me sirve. Los escritores leídos de niño te sirven de fuente de inspiración, acompañan desde la infancia, siguen mirando por encima del hombro, sientes su presencia. Ray Bradbury, Dickens o Dostoiyevski se metieron en mi alma y siguen estando ahí, ejercen una influencia sobre mí. Pero el escritor es una especie de cámara que pasea por el mundo y recibe estímulos de todas partes, los absorbe e interpreta. La familia es una fuente importante de inspiración pero el triángulo sobre el que se sostiene mi trabajo está formado por la psicología, la espiritualidad y las emociones.

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