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Escarabajos a través del espejo

Este martes actúa en el Auditorio Alfredo Kraus The Mersey Beatles, grupo de tributo al célebre cuarteto de Liverpool

The Mersey Beatles actuando en The Cavern. LP / DLP

Medio siglo después, un John Lennon revivido volvía a la plaza de Las Ventas, intactos el flequillo y el brillo metálico de su traje gris, para liderar de nuevo al cuarteto más famoso de la historia del rock y poner música donde otros ponen sangrientas banderillas. Estos Beatles que conmemoraban el pasado julio los cincuenta años de la histórica actuación en el coso madrileño no eran, claro está, los verdaderos, sino su afinado calco: The Bootleg Beatles, para muchos el mejor tributo del mundo.

Mañana visitan el Auditorio Alfredo Kraus The Mersey Beatles, otro de los combos prestigiados en este resbaladizo ámbito de lo clónico. En realidad, no hay arte más ingrato y adusto que el del tributante, cuyo talento está condenado a intentar mostrarse a través del vaporoso matiz, en la casi inadvertida inflexión. El público acude a celebrar el genio de Lennon y McCartney, pero el músico sobre el estrado, incapaz de lobotomizar de cuajo toda la creatividad, vive en la ilusión de que de alguna manera su propia personalidad se abre paso a través del ramaje del eterno cancionero liverpudiano. Sobre esos estrechísimos raíles tiene que hacer valer su inspiración aquél que se ve como un artista y a quien los demás juzgan un mero replicante de la banda más grande del mundo.

Paz mental

No todos se han conformado con las sombras de ese rol subalterno. Algunos jugaron de verdad a ser los Beatles y casi consuman con éxito la osada suplantación. Las fans, los locos y los pordioseros acostumbraban a escrutar a finales de los sesenta los cubos de basura de las oficinas de Apple, el malhadado imperio mediático alzado por el cuarteto, a la búsqueda de cualquier reliquia que iluminara sus devociones o sus finanzas. En esa leprosería apareció una cinta, aparentemente registrada por el grupo en sus estudios de grabación, con una canción inédita. Peace of mind (Paz mental) pasó durante años por ser una genuina interpretación beatleiana, y como tal integró una buena ristra de discos piratas hasta que se descubrió su naturaleza fraudulenta.

De inspiración lennonesca y estructura circular, el tema tiene una cualidad hipnótica que aún hoy, cuando conocemos la impostura, seduce. Las muchas especulaciones sobre su verdadera autoría no han llegado a una conclusión certera, quizá engullidas en la espiral que propone la propia música. Pero estos Beatles apócrifos, afantasmados en una grabación absurda y genial que es como un uróboros de tripi, irradian no poco encanto desde su limbo psicodélico.

El rock ha sido mal encajador de parodias, quizá porque bajo su apariencia informal y desaliñada esconde un ego con corbata, que se toma a sí mismo demasiado en serio. Los cuatro de Liverpool fueron acreedores de un brillante desdoblamiento paródico Tras The Rutles se escondían nada menos que los Monty Phyton, que acompañaron la eclosión de su falso grupo con un falso documental -en el que hasta tuvo un cameo George Harrison- y un par de discos con una buena baraja de canciones propias. La música de los Rutles, compuesta sobre la falsilla de las canciones de los Beatles, es simplemente brillante, desbordante de humor, buenas melodías y letras absurdas, que reducen el meollo de la psicodelia a un galimatías lingüístico.

Unos y otros, tributantes, parodistas y falsarios, nos devuelven una enriquecida imagen especular del celebérrimo grupo británico. Como el azogue, lo que emerge reflejado es siempre el original y a su vez otra cosa nueva. Los Beatles bajaron la persiana en 1970, pero alguien ha continuado haciéndolos sin pedirles permiso, y todas esas incrustaciones más o menos inesperadas son hoy ya también ellos.

Este inestable universo de identidades beatliano parece alentado por la propia banda. En junio de 1964, con Ringo enfermo y una gira ya comprometida por Europa y Australia, los de Liverpool decidieron sentar tras el bombo y los platillos a Jimmie Nicol, un batería profesional -o un espectro-, que cogió las baquetas nada menos que en ocho conciertos. Pocos notaron la ausencia de quien años después escribiría la submarina Octopus's garden. Si los propios protagonistas pusieron Nicol donde decía Ringo, ¿qué no va a hacer el resto, huérfanos de Beatles, huérfanos de sueños, de pop e imaginación?

Escoja pues cada cual los Beatles que más le plazcan y mejor se ajusten a su vida, sus expectativas y su estado de ánimo. Hay surtido para todos. ¿Quién dijo que habían muerto? Están más vivos que nunca. Al fin y al cabo, Beatles somos todos.

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