Comenzó la temporada de Amigos Canarios de la Ópera con un alarde espectacular de grandes voces y la evidente satisfacción de un público entregado, que no escatimó el aplauso a las arias y se volcó en el clamoreo final. La directiva de ACO dedicó la función, muy merecidamente, a la memoria de un compañero fallecido: Javier Morales Artiles.
Al subir el telón apareció un diseño escenográfico montado en estructuras fijas cuya imagen evoluciona en los cuatro cuadros de Andrea Chénier. Desde el decadente rococó de la monarquía francesa, con señales de ruina como grietas en la techumbre o cristales rotos que los aristócratas se niegan a ver desde un suelo en rampa inclinada que evoca la cuesta abajo; hasta los juicios sumarísimos y orgías homicidas de la triunfante revolución, los ambientes de la trama son visualizados en el ángulo uniforme que se reviste y retroilumina durante la traumática transformación del mundo caduco en un nuevo orden político y social. Digna producción alquilada a los festivales de Peralada y Bilbao, también certera en vestuario y atrezo aunque más bien horrible en coreografía. La dirección escénica de Alfonso Romero oscila entre el tópico y un dinamismo menos aflictivo durante la coyuntura vivida por el poeta Chénier, personaje real idealizado en el libreto de Luigi Illica.
Pero vamos a las voces. La del tenor canario Jorge de León es ya la de un spinto absoluto: extensa y llena en el caudal emitido, vibrante en el timbre, enorme en los fortísimos, larga, bien ligada y fulgurante. En las alturas de tres arias muy exigentes y el dúo con la soprano se eleva sin el menor esfuerzo a la región luminosa del si y el do sobreagudos. ¡Formidable en toda la obra!
El saber y la veteranía de la diva Daniela Dessi lucen espléndidamente con el arma infalible de un precioso color y el alma de un canto emotivo como pocos. Su Maddalena es, sin duda, la mejor de las cinco que afrontaron el rol en los 49 años de programación de ACO. Un auténtico lujo.
El barítono Sergei Murazev es otro modelo de poder y plenitud vocal, con calidades interpretativas de primer nivel. Muy ruso en técnica y estilo (recuerda por momentos al divo siberiano Hvorostovski), su composición del Gerard puede calificarse de antológica. En el aria del primer acto y el Nemico della patria del final fue vitoreado.
El tenor canario Manuel Gómez Ruiz comunica al Incredibile espía y soplón la expresividad y nobleza de su gran clase de liederista, dramatizando el rol con admirables dotes actorales. Muy buena la composición de la Condesa y la Madelon -personajes antipodales- por Rosa Delia Martín. E impecables todos los comprimarios, también canarios: Jeroboam Tejera, Belén Elvira, José Antonio García, Héctor de Armas, Elu Arroyo, Manuel García y Daniel Molina.
Buen trabajo del maestro Miquel Ortega en la dirección y concertación musicales; batuta experta en el ensamblaje foso-escena y buen inductor de contrastes dramáticos y ambientales. La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria respondió con su habitual eficacia. Y mención final, elogiosa, al Coro de la Ópera dirigido por Olga Santana, seguro y oportuno en todas sus aportaciones, difíciles y lucidas. Buen comienzo, y que siga la racha.
