La Provincia - Diario de Las Palmas

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Saint Andrews

Tres días en la cuna del golf y una de las mejores universidades del Reino Unido; tierra de venerables vacunos y delicados mariscos

Con Mr. Barnett delante de nasas para bogavantes a la afueras de St. Andrews. M. H. B. / YAIZA HERNÁNDEZ

John Barnett nos dio un paseo bien aleccionador por su ciudad de solo 17.000 almas pero una de las más antiguas del Reino Unido; posee la tercera universidad del país y es la Meca del golf. Y Karen Banett es precisamente la responsable de organizar cada año The British Open y junto a su esposo los caseros de nuestro hijo Youri, que gestiona la sucursal bancaria y las relaciones institucionales con la Universidad; así que dispondríamos de información fetén en dos importantes campos: el golf y la universidad donde se conocerían el heredero al trono y su grácil esposa. El estudió antropología, una carrera de ricos.

Y como es de esperar, muchos de los universitarios extranjeros son hijos de papá chinos y norteamericanos. Youri nos contó que una dama norteamericana, algo confusa, le preguntó que si su hijo tendría con 300 mil libras anuales para los gastos de bolsillo. Hay madres que tienen un altar. Así que no nos extrañarían los lamborghinis, maseratis, porsches... por las calles de esa mínima ciudad de piedra donde no se sabe si un vetusto edificio es Facultad o vivienda. En una de estas, sin placa alguna, vivió María Estuardo, la hermana de la reina Ana. Y no nos sorprendió la ausencia de multinacionales de fast food, excepto la de bocadillos Subway; se preserva a la medieval, eterna, urbe de tal contaminación. Y se deja querer como la chica guapa que no se pone a tiro: carece de estación ferroviaria, por lo que hay que apearse en un villorrio y pagar 22 euros de taxi, no hay guaguas; y el aeropuerto, el de Edimburgo, está a cien kilómetros, la mitad son de carretera comarcal, y 100 euros de taxi.

John nos mostró varios campos de golf a las afueras; no lejos del Old Course, donde se inventó el golf, que está entre la ciudad y el mar. Vale la pena sentarse en el bar del lujoso hotel Old Course, 5ª planta, único palco para ver el juego con un güiscata en la mano. Y también nos paseó por la campiña que rodea la ciudad impoluta, a salvo de depredadores: esas fieras de promotores inmobiliarios. La vivienda es escasa, cara, pero el inglés ama a sus cosas y no se deja embaucar por los cantos de la especulación. ¡Ay si los chicharreros hubiesen dejado entrar a Nelson! A ambos lados de las estrechas y serpenteantes carreteras surgen campos de verdísima cebada, es el scotch que se beberá el mundo; alguna mimada granja y liebres y faisanes correteando. Un jardín es Escocia.

Y no pudo nuestro cicerone acompañarnos al mejor steak house: Steak Barn. Un enorme cubo hecho con tablones de 8 metros de alto y aproximadamente 500 m2, piso de tierra y bancos corridos. La estudiante nos preguntó cómo queríamos la carne. Del grosor de 4 centímetros, bien tostada por fuera y rare (cruda) por dentro, le explicamos ansiosos y relamiéndonos. Y tras un cocktail de gambas descongeladas se nos congeló el alma: la estudiante depositó un par de entrecotes de unos 150 gramos (28?) que podrían ser los del menú del día de Hermanos García. Un centímetro de grosor y ese grisáceo propio de una leve cocción. No protestamos, recordamos entonces que la cultura "beefeater" en Escocia es así; allí estuvimos hace 30 años y siempre nos sirvieron lonchas. Y reabjuramos del venerable trozo de buey a las brasas en el país de los aberdeen angus, los dunlop, los highlands....

También habíamos pedido a Youri que nos buscara un restorancito de cocina marinera en cualquier pueblito pesquero; y nos dijo que las cosas allí no son así, que no existen tales restorancitos, que eso es en España, Italia... No nos lo podíamos creer. Pero John no solo lo corroboró, sino que nos explicó que el abundante bogavante no es allí más barato; de hecho -apostilló- la cotización es prácticamente igual en todo el mundo (como el oro) y prácticamente la totalidad se exporta. Galicia importa del R.U. e Irlanda toneladas de marisco cada semana. Efectivamente, no veíamos que el pescado y el marisco destacaran en las minutas ¿Tampoco hay cultura de cocina marinera? ¡Aviados estábamos! Bueno, finalmente sí que vimos cierto fervor ictiofágico. Fue en una pescadería en plena Market street, la principal, con bastante gente comprando su porción de fish and chips: incierto pescado rebozado y frito acompañado de papas fritas (en grasa) servido en cucuruchos. Había cola. Eso sí, el salmón abunda y es asequible, pero no somos aficionados al pez de plata y lunares.

Pero todavía no nos habíamos rendido. Vimos al paso un concurridísimo restorán del que, casualmente, a Youri le habían hablado bien: Playfair's (un nombre que da garantía: juego limpio) cerca de la Casa Club del Old Course. El tomó Mejillones a la marinera, que le gustaron. Y no creemos que lo dijera para echarle un capotazo a su amada Escocia tras nuestros reiterados mosqueos. En cualquier caso, no nos los ofreció. Nosotros pedimos el más popular allí de los mariscos, las vieiras, sobre setas salvajes en su concha "au gratín": tres piezas sin los corales sobre sosas setas de cultivo niponas cubiertas con puré de papas "au gratín". Y Youri, a pesar de ser todo un experto en desaguisados, ordenó el más gigante de los steaks allí conocidos: un sirloin de unos 250 gramos (47?). Y nosotros una hamburguesa (17?), que no estábamos ya para nuevas emociones.

Y sin echar las campanas al viento, bien frío, nos animábamos pensando que al menos en el R.U. están las mejores cocinas indias de Occidente. Y Youri nos condujo hasta el que tiene más ensayado: Maisha. El horno tandoor no es, como aseguran, de carbón, sino a gas o eléctrico, y los platos vienen salseados con leche de coco a gogó espesada con algún emulsionante. No es caro. 5 College street. Y por último, un tailandés. Nos había dicho el taxista que un matrimonio tenía un buen restorán, pero por alguna razón se cerró y entonces la esposa y cocinera se hizo con un habitáculo de unos 8 m2 para entregar comidas para llevar, sin mesas y sin servicios sanitarios, pero con una cocina excepcional. Bethai. 56-58 Market street. Y estamos pensando ahora que no sería bueno recordar el tópico ¡Qué diablos! "Como en España no se come en ningún sitio".

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