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El latín prepara su revancha

El idioma de Salustio se hace fuerte en las aulas gracias a modernos métodos pedagógicos

El profesor de latín Iván Juanes. JUAN CARLOS CASTRO

Como en un asfixiante relato de terror, descubrimos ahora que al latín se le propinó un entierro prematuro. De la ultratumba regresa la lengua de Cicerón y compañía cargada de paradójico futuro, reanimada por un mundo en crisis que suspira por estabilidades y valores compartidos. Hasta se reclama su presencia como rediviva lingua franca europea que desplace al repudiado inglés, idioma vehicular del pérfido Brexit. Sí, el latín, con su minucioso laberinto de declinaciones y desinencias verbales, promete una salida a nuestra maraña contemporánea. Vayan desempolvando el viejo diccionario, que esto va en serio.

Para su segunda venida, la lengua de la Roma gloriosa se ha rearmado. Desde hace unas décadas disfruta en las aulas de modernas metodologías pedagógicas de inmersión lingüística que vivifican su espíritu. El más conocido de estos métodos lo ideó a mediados del siglo pasado el danés Hans Henning Ørberg. En las clases que se acogen a la pedagogía ørberguiana el latín no es un fósil al que los estudiantes se acercan como paleontólogos, está vivito y coleando. Desde el primer día se traduce latín, se habla latín y el aprendizaje operativo va descorriendo el velo de la lengua.

Iván Juanes, profesor de latín del IES Schamann, aplica una metodología homóloga a la de Ørberg. El docente explica su dinámica: "Los niños cogen la primera lección y se ponen a traducir sin que yo les diga nada. Ya empezamos a hablar después, pero de entrada ellos manejan la lengua de forma operativa. En ese primer momento ni siquiera saben que existen los casos. Un polaco o un alemán también lleva los casos en su lengua y nadie se los enseña, los aprende de forma operativa".

Los resultados de este sistema pueden resultar más satisfactorios y menos intimidatorios para los jóvenes estudiantes. "A los niños les gusta hablar en latín en las clases, me saludan por el pasillo y no me dicen profe sino magister", explica en tono desenfadado el docente.

Menos obstáculos

Se trata de que la gramática deje de ser un obstáculo que hay que sortear de forma previa para desentrañar los mecanismos de una lengua. En teoría, el sistema tradicional provee al estudiante de excelentes herramientas para una comprensión profunda del idioma, pero esos métodos tienen también una cara B bien conocida: pasados los años, muchos apenas recuerdan restos del rosario de declinaciones junto a frases arquetípicas desprovistas de todo contexto, como "la niña ama al marinero" (puella amat nautam), que además dejan el extraño regusto del latín como una lengua propiciadora de furtivos romances náuticos.

Juanes, como muchos otros profesores, comprobó a pie de aula las limitaciones de esta pedagogía tradicional y se fue decantando por un método que se probara más efectivo. "Casi todos los profesores, salvo los que salen ahora de la facultad, empezamos con el sistema de las declinaciones, y fuimos sufriendo una especie de transformación, buscando cosas más convenientes y sobre todo más sinceras. Porque, al final, ¿qué preferimos, que un alumno se sepa toda la teoría gramatical de una lengua que ya no se usa y tenga eso arrinconado en su mente, o que vaya a Italia, vea una inscripción y la lea?", añade

Este profesor reivindica además el mayor abolengo del método nuevo; paradójicamente el de intrusa implantación es el de las declinaciones: "En el Renacimiento se enseñaba el latín como lenguaje operativo, la gente lo aprendía para utilizarlo de forma práctica, ya fuera en documentos jurídicos o incluso para entenderse con personas de otras nacionalidades. En el siglo XIX todo eso se echó a perder. El latín se fue arrinconando porque las lenguas nacionales habían encontrado ya su lugar. En realidad, la historia de lo que pasó con el latín es la historia de lo que ha ido pasando con Europa en el último siglo. Los nacionalismos hicieron que sus lenguas cobraran protagonismo. Así, las tesis de matemáticas o de física se escribían en latín en 1900, y en 1930 ya no".

Juanes detecta hoy en las aulas un mayor interés por el latín que hace una década o década y media. Muchos factores coadyuvan a ello. Algunos pueden tener que ver con estas innovaciones pedagógicas, que en todo caso sólo alcanzan a un grupo entre quienes imparten la asignatura, pero hay más. El docente cree que, con el paso del tiempo y el cambio de generaciones, el viejo idioma se ha sacudido la losa que lo identificaba con el franquismo y la iglesia que paseaba al dictador bajo palio. También hay que tener en cuenta que la LOMCE (2013) rehabilitó la asignatura como troncal del bachillerato.

Hoy el venerable latín puede convivir desprejuiciado en el corazón de los jóvenes, no ya sólo con las lenguas contemporáneas, sino con otras de fantasía como el klingon, idioma de Star Trek. Al fin y al cabo, ¿no fue precisamente J.R.R. Tolkien un ferviente defensor de la liturgia latina frente a las innovaciones vernáculas que se desprendieron del Concilio Vaticano II?

Patria común de Europa

Otra señal que permite hablar de un cierto reverdecer del latín tiene nombre y apellido, mejor dicho libro y autor. Viva il latino, storie e bellezza di una lingua inutile, de Nicola Gardini, se ha convertido en un fenómeno editorial en Italia. Este ensayo viene a reivindicar el latín como patria común de Europa en momentos de especial zozobra identitaria en el continente.

En un contexto de desvanecimiento del proyecto europeo, muy erosionado en sus vertientes económica y política, la mirada retrospectiva parte en busca de cimientos identitarios que posibiliten la necesaria rearticulación de la idea de Europa. Gardini propone el latín como ese sustrato compartido.

Juanes advierte que este debate en torno al latín como posible lingua franca se reaviva periódicamente. "Creo que es una boutade. No veo que en ningún momento se pudiera poner el latín como lingua franca. Tenemos ya el inglés y eso del Brexit es una pataleta. Pero el debate en sí es interesante", explica.

El docente reserva para el latín el lugar de una lengua de cultura que pueda dar cohesión a esta Europa aquejada de una severa crisis: "¿Sentirse europeo que significa? ¿Cuáles son las raíces de Europa? Son cristianas y latinas. Son 2.000 años de historia".

Como lengua de cultura, la preeminencia del latín es incuestionable, de alguna forma logró sobrevivirse durante siglos en ese ropaje. Estudios como los de Ernst Curtius demuestran que el latín siguió informando las literaturas europeas mucho después de su fallecimiento como lengua de uso consuetudinario. Su presencia en los grandes monumentos literarios que vertebran nuestra civilización juega a su favor. Hasta, como asfixiante padre, llegó a ser repudiado por sus hijos rebeldes. "Ahora, a diferencia de lo ocurrido durante el Romanticismo, el referente latino no es un referente maldito, sino prestigioso, lo cual dice mucho", finaliza Juanes.

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