Hace casi cuatro años David García decidió ser padre mediante un vientre de alquiler, una opción que ni entonces ni ahora era legal en España, por lo que tuvo que viajar a Estados Unidos para hacerla realidad. Hoy este peluquero teldense no se arrepiente de nada. Bien al contrario, se siente muy feliz con la decisión asumida entonces. Mira a su hija de dos años y siete meses y exclama sin asomo de duda que es "lo mejor del mundo, lo mejor de mi vida". Calcula que el proceso le costó entre 80.00 y 100.000 euros, pero bien valió la pena; nada puede pagar la inmensa felicidad que esta niña ha supuesto en su vida.

García y su pareja, Javier Martín, querían ser padres, y por eso habían tanteado la posibilidad de adoptar, pero el horizonte temporal que les imponía esta opción, entre siete y ocho años, era lo suficientemente descorazonador como para descartarla. Un día, viendo en televisión un programa sobre la maternidad subrogada, a nuestro protagonista se le encendió la bombillita. "Nos decantamos a raíz de un programa de televisión que vimos. Primero lo intentamos en las listas de adopción nacionales, pero íbamos a tardar entre siete u ocho años. Así que, una vez, viendo la tele, nos encontramos con un programa sobre la gestación subrogada en Estados Unidos", comienza explicando.

Les pareció una opción viable para hacer realidad el sueño de ser padres, pero en ese momento lo desconocían todo sobre el procedimiento. Se zambulleron en la red en busca de información. "No teníamos ninguna información sobre el tema ni contacto con nadie. Así que empecé a buscar información en internet", recuerda, "me puse en contacto con hasta tres agencias de Estados Unidos y ellos me llamaron por teléfono". Los vientres de alquiler son legales en ciertos estados del país norteamericano.

David hizo amistad con una de las chicas de esas agencias, que junto a su abogada le ayudó a echar a andar el proceso que culminaría en la gestación subrogada. Ante él se abría un mundo desconocido, de vértigo, en el que poco a poco se fue afianzando para hacer válidas sus opciones. Porque se trataba precisamente de elegir entre un ramillete de posibilidades y perfiles a su disposición . "Una vez nos decidimos por la agencia con la que queríamos trabajar, nos enviaron diferentes perfiles de gestantes. Esto incluía raza, los perfiles psicológicos y físicos, así como el correspondiente historial médico", rememora el hoy padre.

García puso especial cuidado a la hora de seleccionar el estilo de vida de la gestante, que le parecía lo más importante. "Nos gustaba alguien que ni fumara ni bebiera, que tuviera una vida muy sana y tranquila", asegura. Los perfiles que se le ofrecieron al teldense no se circunscribían a la gestante, de forma homóloga pudo elegir entre diferentes donantes de óvulos.

Una vez seleccionadas donante y gestante, David y su pareja viajaron a los Estados Unidos, en concreto a Fresno, estado de California, para amarrar un último pero imprescindible detalle; "Hubo que viajar a EEUU para dejar nuestros espermatozoides. En nuestro caso lo hicimos los dos padres. Allí nos hicieron una serie de pruebas médicas".

El viaje les sirvió a ambos también para otras cuestiones. "Conocimos a la gestante; las donantes de los óvulos siempre son anónimas. Yo sé quién es ella, aunque no puedo contactarla. Ella no sabe quién soy yo", explica.

Cerrado el acuerdo con la gestante, una médico internista, comenzó el proceso. Un mes antes de que diera a luz, ambos padres se trasladaron a Fresno para acompañar el tramo final del embarazo. Tras el parto, permanecieron allí otro mes más junto a la recién nacida. Pudieron haber elegido de antemano si querían que fuera un varón o una hembra, pero prefirieron dejar que el azar de la fecundación siguiera su curso. Recibieron una niña. Hoy García no duda en recomendar el vientre de alquiler como una opción para acceder a la paternidad.

Luego llegarían otras luchas para homologar esta paternidad en España, que esta pareja fue venciendo. La última, sentencia judicial mediante, les reconoció el permiso de maternidad.