Aparece allí en el momento preciso, cuando los canarios que cruzan el Atlántico en busca del último resquicio de esperanza aterrizan atemorizados y perdidos en un país desconocido. Es en esas semanas, meses o años, cuando él se convierte en su tabla de salvación, una especie de ángel de la guarda que les guía, les apoya y les acompaña en los momentos más difíciles de su vida. Se llama Rafael Martín, es un emigrante tinerfeño en Nueva Jersey y su historia bien merece la Medalla de Oro de Canarias.

Así lo considera uno de sus amigos en Estados Unidos, el herreño Julio Reboso, quien ha abierto una petición en la plataforma online Change.org para que la labor altruista del isleño sea reconocida por el Ejecutivo canarioonline. Reboso, funcionario en excedencia del Cabildo de El Hierro, viajó a Nueva Jersey para pasar cinco años allí. Lo hizo por su esposa, también herreña, que había conseguido un trabajo para dar clases de inglés, y por sus dos hijos, de 11 y 5 años, para que aprendieran inglés.Y así lleva ya más de dos años.

Julio Reboso lo conoció gracias a un herreño amigo suyo, Dionisio, que había sido atendido por Rafael Martín en Estados Unidos. "Antes de irme, Dionisio me comentó que contactara con Rafael, que seguro me iba a ayudar", asegura. Dicho y hecho. Aunque Reboso no fue por razones sanitarias, contactó con Rafael, éste le ayudó a hacer algunas gestiones y ahora son amigos. Además, Julio quiere que la actitud solidaria de Rafael tenga un premio. "Ustedes no saben lo importante que ha sido este hombre para muchos canarios", cuenta desde Nueva Jersey por teléfono.

Para Rafael Martín, sin embargo, el mejor premio ya lo ha conseguido. "De nada sirve el dinero y la suerte si tienes el corazón vacío. Yo, gracias a dios, tengo la satisfacción de sentirme bien con lo que hago", asegura con la voz quebrada al otro lado del teléfono.

Todo empezó cuando Martín, quien ahora tiene 70 años, emigró a América. "Nací en Tenerife pero a los 15 años me fui a Cuba, donde estaba el resto de mi familia", relata a la opinión de tenerife. Allí conoció a su futura mujer, con la que se embarcó en el sueño americano. "En el año 68 nos fuimos a Pennsylvania, pero no encontré mi lugar. Apenas había gente hispana y no preveía oportunidades de negocio", puntualiza. Solo unos meses después se afincó en West New York, una pequeña ciudad en el estado de Nueva Jersey a escasos cinco minutos de Manhattan, donde no solo hallaría su hogar sino que lograría hacer de la ciudad "la casa" de muchos canarios. "Dos años después ya había montado mi propio negocio", agrega.

El tinerfeño, que regenta varias empresas relacionadas con la reparación y el lavado de coches en las que aún sigue trabajando "como cuando tenía 30 años", recuerda que el primero de sus "huéspedes" fue un isleño conocido como El portugués. "En uno de mis viajes a Tenerife me encontré con una antigua novia, quien me habló de su pareja. Estaba muy enfermo y le habían comentado que en EEUU podría encontrar una oportunidad", explica. Solo unos meses después, el isleño se presentó en América. Estaba solo.

Lo que nadie esperaba es que aquel canario que había comenzado su vida Nueva Jersey se convertiría en un embajador tan especial. Pero Martín comenzó a desplegar sus alas invisibles. "Lo ingresé en el hospital y le busqué un apartamento. Estuvo conmigo más de un mes", recuerda el isleño. Martín lo recogía a primera hora, desayunaba con él y lo llevaba a sus revisiones. Ambos compartían también almuerzo, confidencias y temores. "Fue muy difícil. Estaba muy mal de salud pero consiguió salir adelante", sostiene.

Aunque la ciencia y la medicina habrán tenido la culpa de que esta historia acabara bien, el afán de superación de Martín fue su gran aliado. Y eso que no fue nada fácil. En aquel entonces, el emigrante tinerfeño tenía que dedicarse al 100% a su negocio. Sin embargo, aquella experiencia cambiaría su vida. "No lo hacía como un sacrificio. Todo lo contrario. Me sentía realizado. Doy gracias de haber podido estar en el lugar exacto para ayudar a toda esta gente. No he hecho nada mejor en mi vida", revela sin poder contener la emoción.

Y es que El portugués fue solo el principio. Desde entonces, por la casa de Martín han pasado ya entre 20 y 30 familias de canarios llegados a su lado del charco. En Nueva York se encuentra el Memorial Hospital for Cancer and Allied Diseases, un reconocido centro médico en la lucha contra el cáncer, donde muchos isleños han depositados sus oportunidades de recuperación. "Más tarde conocí a una señora que vive en Manhattan y que alberga a enfermos", rememora. Martín solo le hizo una petición: "Cada vez que llegue un paisano, me avisas".

Y así fue. "No saben inglés, se ven solos en un sitio nuevo y se quieren morir", asegura el tinerfeño. Él les da un rayo de esperanza y la promesa de que todo puede ir a mejor. Sin embargo, muchos tuvieron un triste desenlace, algo que Martín no podrá olvidar. "Recuerdo una familia que vino desde Tenerife con su hijo Daniel. El niño tenía una enfermedad en estado muy avanzado y no se pudo hacer nada", recuerda. La relación del emigrante isleño y esta familia fue tan grande que el pequeño Daniel disfrutó de su último almuerzo en la casa de Martín. "En esos momentos, cuando ves a familias tan destruidas, es cuando piensas: Haré lo que sea porque esto no vuelva a ocurrir", revela en una conversación telefónica que para una y otra vez por la emoción.

Pero la vida siempre da una de cal y otra de arena, y Martín también fue protagonista de auténticos milagros. "Recuerdo cuando llegó mi compadre, el herreño Dionisio. A su mujer le iban a amputar su pierna", relata. Hoy, años después, la esposa de Dionisio está más sana que nunca y ambos han tenido un hijo que han llamado igual que el primogénito de Martín y del que este es su padrino.

Al regresar a El Hierro, Dionisio se enteró que otro herreño conocido suyo, Julio Reboso, iba a pasar una temporada en Nueva Jersey. Los puso en contacto y con el tiempo, Reboso se ha convertido en el gran defensor de la solidaridad de Rafael Martín.

Y es que todo lo que Martín ha hecho por lo demás, el destino se lo ha devuelto multiplicado. O eso es al menos lo que asegura el tinerfeño. "La recompensa es enorme. Cada vez que voy a Tenerife me tratan como un rey. El cariño es inmenso", puntualiza. Pero no es por el reconocimiento por lo que el emigrante, nacido en Barranco Hondo, municipio de Candelaria, dedica su tiempo a una labor tan humana como esta. "Estoy convencido de que hay que hacer el bien y de que cuando uno hace algo en lo que cree, nunca caerá en el olvido", señala seguro.

Mejoras

Las cosas han cambiado. La sanidad en España ha mejorado y Martín ha dejado sus alas en un segundo plano. "La ciencia y la medicina allá ya son pioneras. No es como hace unos años", puntualiza Martín. Ahora, sin embargo, ha llegado el momento de que la sociedad canaria conozca a uno de sus hijos más destacados. No ha creado importantes negocios ni ha alcanzado la fama mundial pero ha dado un rayo de luz a aquellos que se marcharon de su hogar con un negro panorama.

El herrero Julio Reboso, su compadre, como Martín lo llama, es quien está detrás de esta petición. "Reboso es muy cabezota y me dice que lo va a conseguir", sostiene el isleño. La campaña se basa en la presentación de la candidatura de Martín a la Mellada de Oro de Canarias de 2017 ya que "encarna el prototipo de canario de la emigración: luchador fuera y siempre atento a sus raíces y a los suyos, que ha desarrollado una labor impagable de solidaridad, ayuda y apoyo a cientos de canarios desesperados por agarrarse a la vida".

Pero Martín no quiere grandes reconocimientos. "No me esperaba todo lo que está pasando. Seguro que hay gente que se lo merece mucho más que yo", agrega. Su amor por los demás no parece tener fin. "Los canarios son mi gente y ayudarles es lo que da valor mi vida", concluye.