Son las nueve menos diez de la mañana y ya empiezan a amontonarse padres y madres, cargados con niños a los brazos o cogidos de la mano, frente a los grandes portalones traseros del CEIP Iberia de Las Palmas de Gran Canaria. Todos emanan cierto nerviosismo. Algunos se muestran serios y taciturnos, la mayoría de estos tienen entre tres y siete años. Otros saltan con sonrisas nerviosas, acercándose cada vez más a las grandes puertas cerradas. Se tratan de los 455 estudiantes del CEIP Iberia, que un año más inicia el curso 2017-2018 con las "clases a tope". De esta manera describe Inma Hernández, la jefa de estudio del centro, la ratio alumno-aula de este colegio famoso por su "excelencia educativa", tal y como lo calificó El Consejo Escolar de Canarias en 2011.

De la misma opinión son la jefa de Estudio del centro desde hace once años, y Carolina Artiles, la vicedirectora,que lleva seis años trabajando en el Iberia. "Desde siempre este colegio tiene la ratio bastante alta y en ninguna clase hay menos de 25 alumnos", se lamenta Hernández al también entender que se de esta circunstancia ya que "es un colegio altamente demandado".

Desde que Ana, la portera del Iberia, abre las puntuales puertas, padres y niños comienzan los rituales de despedida, todos dispares y comunes. Unos niños dan besos fugases antes de entrar como bólidos cruzando el patio del colegio; otros se quedan inmóviles junto a sus padres observando el gris edificio que se les presenta, y algunos lloran desconsolados caminando resignados y a paso lento hasta llegar a las escaleras que les llevarán a su municipio. "Todo el colegio representa los diferentes municipios de la Isla. Cada curso tiene el nombre de uno y la situación de las clases es la misma que la de los pueblos en oriente y occidente", instruye Inma Hernández, sin olvidar apuntar que las paredes del centro están pintadas por los alumnos. Oto, el niño que lloraba desconsolado cuando entraba al colegio, ya llegó a su clase de segundo de primaria, San Nicolás de Tolentino. Está sentado en el suelo continuando el circulo que forman sus 25 compañeros. Mira al frente muy serio mientras absorbe lágrimas y mocos.

Él es uno de los niños que aprende inglés a través de proyectos "fuertes y de los más novedosos", como es el Programa de Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras (AICLE), que se imparte en asignaturas como Naturaleza y Plástica. Es un programa valioso para los 27 profesores que forman el equipo docente del centro. "También tenemos voluntarios y los padres del Ampa que están muy implicados en las actividades extraescolares y en las fiestas que realizamos". Así y todo requieren de más apoyo, por ese motivo ya han solicitado un auxiliar "porque lo necesitamos sobre todo para aquellas aulas que tienen niños con necesidades especiales".

A pesar la escasez de refuerzo docente y de que todas las clases de los tres cursos de Educación Infantil y las seis de Primaria del centro Iberia superan la ratio alumno-aula, pasillos, clases y edificio irradian felicidad. La de la mayoría de los niños que muestran la emoción de vivir un nuevo comienzo y la de los profesores, que vuelven "a su hábitat natural". "Es que yo también voy a aprender con ellos", aclara Oriana Santana, la joven profesora que forma parte del programa de pilotaje de nuevas enseñanzas educativas digitales. Su clase de quinto de Educación de Primaria, formada por 27 niños, es Moya.

Son las diez de la mañana y todo está en su sitio como si se hubiese ensayado la entrada de los 500 niños durante una semana. No parece el primer día de clase, sino uno cualquiera de todo el año. Todos los que están en ese momento en el centro parecen como peces en el agua: los padres que acompañan a sus hijos en las clases de una hora de adaptación, que son tan nuevos como sus pequeños; la psicoterapeuta del centro, María del Carmen González, cuando baja y sube las escaleras yendo de un aula a otra mientras a su paso Inma Hernández admira en alto su valor "Maika es el faro del colegio"; y los niños, sentados en mesas dispuestas una frente a otra, o en círculos en el suelo, mirando con atención al adulto que tienen enfrente y esperando esa señal que le dan la oportunidad de comentar que han hecho en vacaciones. Todos comienzan su primer día de clase con naturalidad y normalidad, como los otros 573 colegios públicos de Canarias. Todos menos Illargi. Está un poco disgustada porque hoy no patina.