Temor, rabia e incertidumbre ante el fuego. Estas tres palabras definen a la perfección el sentimiento generalizado de los vecinos de Vilaflor y Guía de Isora ante la persistencia del incendio que se inició el pasado domingo. Un incendio que, según los habitantes de la zona, habría podido evitarse si, desde hace tiempo, no se les hubiera prohibido limpiar el bosque de matorral y vegetación seca ante la pertinaz sequía.

Las llamaradas parecen no tener piedad con el sur de Tenerife y queman sin descanso los escasos pinares de esta zona de la isla ante el desconsuelo de los vecinos, que se preguntan sin cesar cuándo podrán regresar a sus hogares. Con el fuego de fondo, Anny Koller fue clara: "Las autoridades no aprenden. Hay una sequía terrible y no han limpiado los montes, y hay mucha gente en el paro". "Ni siquiera me dejaron poner agua alrededor de mi casa", agregó con enfado. Esta vecina de La Quinta no pudo evitar recriminar a los políticos que "la crisis no es una excusa para desasistir a la gente".

"Te voy a contar una historia", comentó Ana María en su bar de Vilaflor mientras observaba las columnas de humo desde la ventana. "Un hombre cargó cuatro bolsas de piñas y los del Seprona se la querían vaciar. Un agricultor cogió pinocha para abonar sus papas y las autoridades le dijeron que se tenía que empadronar en Vilaflor para poder llevársela. Como estas, muchas", criticó Ana María.

Un cliente sentado en la barra del bar no pudo evitar unirse a la conversación. "Hay zonas en las que, si se tirara una colilla, arderían en cinco segundos", señaló. "Soy de Vilaflor de toda la vida y ahora no te dejan ni coger una piña. Y luego se quejan de que ardan los montes", agregó la dueña del bar indignada.

El avance constante del fuego

Mientras tanto, el fuego avanzaba hasta situarse a las 15.00 horas a seis kilómetros del pueblo. En apenas dos horas, las llamas alcanzaron el temido barranco de Tágara y Montaña Las Lajas, a un kilómetro de Vilaflor. "Esto es un desastre, ya bajó otra vez a Ifonche", le dijo a una cliente Chicho, el marido de la propietaria del bar. Lo cierto es que el fuego no fue capaz de dar ni un segundo de respiro a los centenares de efectivos que luchaban contra él, ni a los vecinos del sur de la isla de Tenerife.

Mientras las columnas de humo empezaban a ocultar las casas de Vilaflor y Guía de Isora, los 90 vecinos desalojados en La Quinta, Ifonche, Taucho y Tajao del Alto, en Adeje, miraban desconsolados las fulminantes llamas. Con sus dos perros a los lados, Luis Rodríguez se refugiaba de los 35 grados que abrasaban la calle. Estaba sentado en la sombra que proyectaba el balcón de una casa y su cara reflejaba el cansancio de no haber dormido durante todo un día.

Contó que fue desalojado a las 17.00 horas del pasado domingo. Eran las 12.00 horas de ayer y allí seguía: en La Quinta. La noche resultó ser para él una película de terror. "Las temperaturas no bajaron y la pinocha comenzó a quemarse", señaló mientras acariciaba a sus perros. "Luego, empezaron a oírse unas explosiones producidas por las piñas", añadió.

"Nadie sabe cuándo podrá volver a su casa", indicó Luis con desesperación, pues desconocía el estado de su vivienda, la más cercana al pinar. "Estoy agobiado y sin perspectivas. No nos dicen nada", agregó este vecino.

Sin salir de La Quinta

Pasó la noche en su coche y sin comer ni beber desde mediodía. "No puedo salir de La Quinta a comprar porque luego los efectivos no me dejan subir otra vez", explicó el joven con desesperación.

Sea como fuere, el fuego que ha avanzado a pasos agigantados y ha arrasado desde el domingo unas 1.800 hectáreas en un fenómeno que los vecinos de la zona achacan al ser humano, aunque el fuego no se haya originado de forma intencionada.