Cazar a los incendiarios que han podido causar la oleada de incendios que arrasa los montes de Galicia y Asturias es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar, y aunque todos los indicios apuntan a que muchos de ellos han sido intencionados, la investigación se presume larga y complicada. Porque, como gráficamente resumen a Efe fuentes del Seprona de la Guardia Civil, "el monte no habla" y "la escena del crimen ha acabado arrasada". De todos modos, el instituto armado mantiene desplegado un equipo de investigación muy cualificado para averiguar las causas y, en su caso, localizar a los autores de esta oleada de incendios, muchos aún activos pese a las intensas labores de extinción.

Fuentes de la investigación no descartan ninguna hipótesis en el caso de Galicia, pero señalan que los indicios parecen sugerir "una clara intencionalidad", tanto por la estructuración de los focos, por la distancia entre unos y otros y por su desarrollo, que evidencian que el móvil ha sido "causar el mayor daño posible". Y esta línea de investigación la podrían reforzar otros indicios, como que los focos se prendieran en intervalos muy cortos de tiempo y en lugares muy propicios para su propagación y complicados para la entrada de los servicios de extinción, las autobombas, de tal manera que cuando éstas llegaran, las llamas ya se habían extendido.

Es la hipótesis que cobra más fuerza una vez descartada prácticamente la de la existencia de una red criminal que estuviera detrás de los incendios, aunque sí parece evidente que haya habido varios autores y que estuvieran muy organizados. Si ha habido intencionalidad, los posibles responsables sabían que la meteorología (los vientos racheados que se esperaban), la sequía y la baja humedad contribuirían a aumentar los daños.

Independientemente del resultado final de las pesquisas, lo cierto es que investigar un incendio es más difícil que un homicidio y, por eso, es necesario que se aumente la inversión (aún insuficiente) en medios humanos y materiales, del mismo modo que se hace con la prevención y la extinción (las otras dos patas de este fenómeno).

Dicen los expertos que el 95 por ciento de los incendios se produce por la actividad del hombre y solo un 5 por ciento por causas naturales. En ese 95 por ciento se incluyen los negligentes (por descuidos y que no pretenden producir daño) y los intencionados (sí pretenden originarlo y cuanto más, mejor). Una intencionalidad que tiene varias motivaciones: conseguir un beneficio económico, perjudicar a un tercero (a un ganadero, por ejemplo), intentar forzar resoluciones de la administración (contratos a brigadistas que se van a quedar en paro) o utilizarlo como una herramienta de extorsión.

Mientras la investigación continúa, en Galicia comienzan a evaluar los daños de la desoladora ola de incendios que ha calcinado unos 200 campos de fútbol y provocado la muerte de cuatro personas. En Asturias, por su parte, la presencia de la lluvia permitió reducir a sólo dos los incendios activos, a los que hay que sumar otros nueve controlados, frente a los más de treinta registrados el lunes.