Tras la culminación de los devotos actos conmemorativos de Semana Santa, Nuestra Señora de la Soledad de la Portería ha querido llevarse a su lado al Hermano Mayor Honorario de su histórica y pontificia hermandad. Su magnifica voz de tenor se ha silenciado para siempre, pero seguro que ahora deleitará a su idolatrada María en las alturas celestiales, a la gran Señora con la que estaba comprometido hace más de setenta años, y a la que tantas veces paseó el Viernes Santo por las empedradas calles de Triana y de Vegueta acompañándola en su dolor.

Con el fallecimiento de José Luis Calzada Fiol no solo se pierde a un hombre de grandes virtudes, sino la calidad y emoción de una de las más vibrantes voces de la Isla. Hace poco lo dejó reflejado el párroco de la iglesia de San Francisco, y capellán de la Archicofradía de la Soledad, en el merecido homenaje tributado al difunto, al agradecerle públicamente su ininterrumpida y generosa colaboración en aquel templo y calificarlo de un hombre honesto, caballero, familiar y siempre disponible.

Era el amigo desaparecido el segundogénito de una familia numerosa de ocho hermanos, hijo del matrimonio formado por Natividad Alfonso Calzada Castañeda, un coronel de Infantería zamorano que vino destinado a la guarnición de nuestra ciudad en aquellos tormentosos años de las guerras de África, y de la matriarca María Luisa Fiol Pérez, dama perteneciente a una estirpe musical admirable, de la que tantas voces han destacado en el bel canto, y de cuyos miembros la escritora y amiga, Rosa María de la Torre Millares, dejó una bella y emotiva semblanza en sus celebradas memorias. Su padre fue, ademas, el primer director de Cáritas Diocesana y desde su fundación logró hacerla surgir a través de las entonces pequeñas comunidades parroquiales hasta convertirla en la gran organización caritativa y social que hoy dirige con éxito la Conferencia Episcopal Española.

Por la rama materna, José Luis Calzada se enorgullecía de sus antepasados mallorquines, quienes desempeñaron un destacado papel en el comercio local, en la administración de nuestro Ayuntamiento y en la diplomacia internacional al ejercer con acierto el consulado de Chile y en ocasiones el de la República de Haití en nuestra capital.

Profesionalmente, el finado también destacó en el sector de las navieras, de cuya Junta de Obras del Puerto fue secretario, cargo que compaginaba como miembro de la directiva de la Asociación de Amigos Canarios de la Zarzuela. Tantas aficiones y tan comprometido en nuestra sociedad le valieron en vida distintos reconocimientos.

En su despedida definitiva, debemos darle las gracias por su generosidad, por su cariño a la Virgen de la Soledad, por su incondicional entrega a la cofradía y por ser un excelente amigo.

Casado con María Dolores Ojeda García, actual Hermana Mayor de la Archicofradía de la Soledad de la Portería, fue un esposo ejemplar y responsable y padre orgulloso de sus hijos, José Luis, Carlos, María Luisa y Beatriz, una descendencia que ya se ha reproducido y otorgaron al amigo difunto el honroso título de abuelo.