En una esquina del taller cuelga un elemento misterioso. Es un recordatorio. Un aviso a navegantes entre luthiers. "Es mi primer arpa. Fue un auténtico despropósito. Buscando por internet di con un norteamericano que hacía unas arpas con la caja de cartón, muy sencillas de líneas y relativamente fáciles de hacer. Así que me puse manos a la obra e intenté hacer algo parecido a lo que él hacía pero toda en madera. La conservo para tener claro cada día lo que no se debe hacer, Al construir arpas más complejas me di cuenta de la verdadera esencia de estos instrumentos", un aprendizaje en el que contó con los consejos del arpista Vicente La Camera Mariño, al que le une una amistad muy bien afinada y al que debe su introducción en "este mundo mágico".

Entre la localidad aragonesa de Luna y la capital grancanaria media una considerable distancia que se ha visto súbitamente recortada por la música antigua. El enclave es famoso por el descubrimiento de una estela funeraria fechada entre el año 1250 y el 750 antes de Cristo. En la piedra, un tributo a un importante guerrero, está grabada la figura de un arpa. El equipo que trabaja en el proyecto para dar vida al antiquísimo dibujo y hacerlo sonar ha depositado su confianza en este luthier atlántico. También es posible su participación en la reproducción del arpa angular de El Libro de los Juegos de Alfonso X El Sabio. Se avecinan nuevas travesías a través del tiempo. n

Se ha embarcado

en un proyecto para dar vida

al arpa grabada en una estela funeraria hace 3.000 años en

la localidad aragonesa de Luna

Cuando Vicente La Camera extrae el arpa de su funda, toma asiento y hace volar sus manos en el delicado cielo de cuerdas de su arpa Clairseach, réplica de la original del siglo XV conservada en el Trinity College de Dublín, simplemente se detiene el mundo a su alrededor. Los técnicos que se mueven por las tripas del Teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, lugar elegido para el encuentro, se detienen y avisan a otros compañeros para que no se pierdan el espectáculo. El patio de butacas, vacío en ese momento, se llena con un sonido que acaricia el aire. Cuando finaliza, apenas dos minutos después, parece que ha pasado un ángel. Él, con su talante risueño, nos mira con ojillos alegres e infantiles a través del marco del instrumento. Más tarde, él mismo nos recordará el poema irlandés del siglo XIV de Gofraidh Fionn Ó Dálaigh que se rinde a los pies del arpa: "Oh choice instrument of the smooth, gentle curve..." ( "Oh instrumento elegido, de suave y delicada curva").

Esta suave y delicada curva es el espacio en el que se conocieron y trabaron su amistad Vicente La Camera y el luthier Juan Ramírez Vega, uno de los espectadores de excepción en la cita del Cuyás. "Recuerdo la vez primera que toqué un arpa. Fue en casa de un señor a través de un amigo músico que me dijo: 'Ah, yo conozco a una persona que toca el arpa, si quieres podemos ir a verle'. El arpista se llamaba Santiago y tocaba el arpa paraguaya. Yo quedé encantadísimo por el sonido y además de la manera de tocar que tenía... El arpa cantaba con una voz muy dulce. ¡Quedé encantado! Salí de su casa pensando: tengo que encontrar un arpa". Y el idilio continúa.

"Hay un sinfín de referencias que describen las bellas y mágicas cualidades de este noble instrumento. Estamos hablando de un instrumento con miles de años de presencia en la historia. Por alguna razón ha sido el instrumento elegido y preferido en muchísimas culturas y épocas. Posee", añade, "una voz y unas cualidades únicas. De alguna forma su sonido, su cantar, es capaz de proporcionar paz a quien lo tañe así como a quien lo escucha. Tiende a ofrecer calma, calidez, silencio interno, bienestar... Puedo decir que he tenido momentos de conexión increíbles con la música, con el silencio, conmigo y con el todo". n