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El chico del vestido

El cómico y escritor inglés David Walliams, auténtico fenómeno de ventas en Reino Unido, desembarca en España de la mano de la editorial Montena

El cómico y escritor inglés David Walliams, travestido para la ocasión. LA PROVINCIA / DLP

Haciendo un juicio bastante generoso, la literatura infantil y juvenil que se publica en nuestro país es en un 99% machista. Y no ayuda el que los editores traten de camuflarlo o disimularlo cambiando el título de un libro. Me explico: en 2013 la editorial Montena inició el desembarco en España de la obra del cómico y escritor inglés David Walliams, un auténtico fenómeno de ventas en Reino Unido donde sus libros han sido comparados con los de Roald Dahl, el célebre autor de Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate. Montena publicó en primer lugar la cuarta de las novelas escritas por Walliams, titulada La abuela gánster (2011), a la que siguieron la quinta, Los bocadillos de rata (2012), y la tercera, El chico del millón (2010); en 2014 la editorial publicó la sexta, La dentista del demonio (2013), y la segunda, Un amigo excepcional (2009).

Sin embargo, la primera novela de Walliams, The Boy in the Dress [El chico del vestido, 2008], la que originó todo el fenómeno en Reino Unido, se resistía a salir del armario. Cuando apareció en mayo de 2014, lo hizo con el título de El mago del balón (la edición catalana respetó en cambio el título original, El noi del vestit), por una cuestión de salud estética, aunque el comienzo no deja lugar a dudas de que estamos ante una historia diferente y un protagonista diferente: "Dennis era diferente. Cuando se miraba en el espejo veía a un chico de doce años normal y corriente. Pero se sentía distinto; sus pensamientos estaban llenos de color y poesía, aunque su vida podía llegar a ser muy gris".

A Dennis Sims no le gusta hacer las cosas que supuestamente le gustan a los chicos, a excepción de jugar al fútbol. Dennis tiene otras aficiones como leer la revista Vogue que esconde debajo del colchón y ponerse los vestidos que le presta su amiga Lisa, dos años mayor y quince centímetros más alta que él. Todo esto le causa a Dennis muchos problemas con su padre ("que tenía nombre, pero Dennis nunca lo usaba para referirse a él, así que yo tampoco lo haré") y su hermano John, pero sobre todo con sus compañeros de colegio, que se burlan de él cuando descubren su secreto.

Si hay actualmente un escritor de literatura infantil y juvenil que escapa a todas las clasificaciones, ése es David Walliams. Sus libros tratan temas poco frecuentes en la literatura para niños como la cultura de masas, la indigencia, la telebasura o la sexualidad, todo ello con su habitual humor mordaz. Nada que ver con lo que escribe Seth Lerer, en La magia de los libros infantiles: "En muchos sentidos, la literatura infantil moderna sigue siendo un fenómeno eduardiano. Este periodo definió la forma en que seguimos concibiendo los libros para niños y la mentalidad infantil. Durante los pocos años que duró, esa época creó un canon de autores y obras que ha seguido siendo sumamente influyente en este campo. Produjo un paisaje imaginativo que todavía gobierna en gran medida las modernas formas de escribir".

Walliams es un excéntrico, pero también es uno de los tres o cuatros autores de literatura infantil y juvenil que la Conferencia Episcopal no querría ver en las estanterías de las escuelas públicas españolas. No obstante, Walliams no es el único autor con enfoques y perspectivas diferentes a la de los cuentos tradicionales donde "la aventura es el papel de niño" y la de la niña "perderse en el bosque". Pocas escritoras son tan "atesoradas" como Charlotte Zolotow, y entre los libros que ha escrito para niños (más de 70 en sus 98 años de vida) pocos son tan efusivamente valorados como William's Doll [La muñeca de William]. El libro, aparecido en 1972, narra la historia de un niño que quiere una muñeca: "William quería una muñeca. Quería abrazarla y acunarla en sus brazos".

Lesléa Newman es otra de esas escritoras revolucionarias que se atrevieron a romper las reglas no escritas de la literatura infantil y juvenil. En Heather Has Two Mommies, publicada en 1989 [hay edición española en Bellaterra, con el título Paula tiene dos mamás, 2003], Newman narra la historia de una niña criada por dos lesbianas: su madre biológica y su compañera sentimental: "El dos es el número favorito de Paula. Paula tiene dos brazos, dos piernas, dos ojos, dos orejas, dos manos y dos pies. Paula también tiene dos mascotas: un gato de color blanco llamado Nieve y un gran perro negro llamado Noche. Paula tiene dos mamás".

Este es también el argumento de Daddy's Roommate [El compañero de habitación de papá, 1991], del escritor e ilustrador Michael Willhoite, uno de los libros más premiados por la American Library Association, donde la homosexualidad de los padres no equivale a una tragedia, como ocurre en la obra temprana de David Leavitt El lenguaje perdido de las grúas. De modo parecido, Pateando lunas (1993), del escritor uruguayo Roy Berocay, trata de una niña que no puede soportar los niveles de machismo de su entorno y se las ingenia para jugar al fútbol: "Mayté era una niña de nueve años, algo bajita y flaca, pero tenía piernas fuertes. Eso le decían sus amigos: Javier, que se pasaba todo el día haciendo chistes malísimos, o Salvador, que siempre parecía tener una patineta pegada a los pies: tienes piernas fuertes, puedes jugar, estamos seguros. Pero para los papás de Mayté el asunto era diferente: ella era una niña, las niñas juegan a las muñecas, hacen comiditas, se portan bien".

El mago del balón, o mejor dicho, El chico del vestido, de David Walliams, es, como tantas obras de antes y de después de ella, la historia de una infancia profundamente inquieta. A sus doce años, Dennis echa de menos a su madre que se ha ido de casa: "Durante un tiempo, Dennis pensó que la vida sin su madre sería como una aventura. Podía quedarse despierto hasta las tantas, alimentarse con comida para llevar y ver programas de humor grosero. Sin embargo, a medida que los días fueron dando paso a las semanas, y las semanas a los meses, y los meses a los años, se dio cuenta de que su vida no era ninguna aventura. [...] Su madre solía abrazarlo a todas horas. Era tan dulce y cariñosa que le encantaba que lo achuchara. Era una lástima que el padre de Dennis apenas lo abrazara".

Para Robert Duvall, en Apocalipse Now, no había mejor desayuno que el olor a napalm. Era, decía, el olor de victoria. Para Dennis la victoria tiene el olor de la revista Vogue que lee a escondidas en su cuarto: "Como un cofre del tesoro sacado de una peli antigua, la revista parecía iluminar su cara con un resplandor dorado. Las primeras cien páginas eran todas anuncios, pero eso era lo mejor de todo, en cierto sentido: páginas y más páginas de fotos espectaculares en las que salían mujeres despampanantes con ropa, maquillaje, joyas, zapatos, gafas de sol y bolsos maravillosos. [...] Era su Narnia, solo que sin el león hablador que se supone que es Jesús". En El chico del vestido, Walliams le da la vuelta al topos literario de la infancia desdichada y se inventa una hilarante aventura. Que tire la primera piedra quien no se haya sentido alguna vez un perro verde, o, en este caso, rosa.

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