La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

"Desde el 98 el intelectual español es muy moralista"

Sanchez-Cuesta posa junto a su libro. ANDRÉS CRUZ

Va por la quinta edición y está convencido de que la atención sobre su libro La desfachatez intelectual responde a algo que estaba latente en la sociedad española: se cuestiona a los grandes empresarios, a los banqueros, a la capacidad de los políticos frente a la crisis económica... Y ahora les toca el turno a los intelectuales, a los opinadores que aprovechan la potencia de sus títulos literarios para levantar cátedra sobre economía o asuntos políticos varios. Ignacio Sánchez-Cuenca, que trata de asimilar el éxito que lo ha sacado de las aulas de la Universidad Carlos III de Madrid, firmó ejemplares en la reciente XXVIII Feria del Libro, en el parque San Telmo.

Ni que decir que tanto reconocimiento, con 10.000 ejemplares en tan solo dos meses, tiene su reverso: al menos uno de los asimilados a la desfachatez intelectual se ha tomado la crítica muy mal, mientras que el resto ni se han movido de sus atalayas. Especialista en violencia política, teoría de la democracia, política comparada y política española, temas todos ellos que no suelen llegar al gran público, Ignacio Sánchez-Cuenca, también articulista en prensa escrita y digital, puso en marcha su libro a partir de las reacciones que encontraba cuando entraba en controversia con afamados novelistas. Huye del retrato ácido que practica Gregorio Morán, que desde la publicación de su libro El cura y los mandarines puso una pica en Flandes sobre el ir y venir del ecosistema intelectual español. El autor aquí entrevistado muestra, incluso, su respeto al reconocimiento que han logrado a través de fructíferas carreras literarias. Sin embargo, considera que ello no debe ser una patente para opinar sobre temas especializados.

Empecemos por un tema que va a ser 'carne' de artículos, sobre todo de esos analistas que tan poco le atraen y que vienen de la literatura o de la filosofía. Muchos de ellos dicen que en España no hay cintura para pactos de gobernabilidad. ¿Usted qué opina?

Yo creo que va a ser posible, es decir, no hay ninguna tara en nuestros líderes que les impida pactar. Lo que sucede es que han estado pendientes después del 20-D de la posibilidad de una repetición de las elecciones, pero si ahora se repiten en junio ya no hay tercera posibilidad, o sea, ya nadie se plantea que pueda haber una tercera ronda electoral. Por otro lado, hay que reconocer que de todos los repartos posibles del voto este era el más endiablado, parece que se ha hecho aposta lo de impedir combinaciones sencillas... Cualquier fórmula era complicada, porque requería poner de acuerdo a partidos que ideológicamente están muy lejanos, o bien que hubiera muchísimos partidos metidos en la coalición. Quiero decir que se estaba ante las condiciones más desfavorables, por ello no tiendo a culpabilizar mucho a los líderes.

La comparación entre los de ahora y los representantes de la Transición ha sido una constante a la hora de lamentar la falta de pacto. ¿Le parece rigurosa la traslación?

Veo injusto comparar la política de ahora con la de la Transición, porque en este momento si fallan los acuerdos no pasa nada. Tenemos un sistema constitucional ya consolidado y hay unas reglas sobre los pasos que hay que dar... Pero en el año 1977, que es cuando se firman los Pactos de la Moncloa, no había ni siquiera Constitución, la democracia estaba por hacer, y por tanto si fallaban a la hora de hacer un pacto el resultado era una involución hacia el sistema anterior. Entonces, la opción por defecto en caso de que fracasaran los pactos en el 77 o 78 era peor que ahora, podía haber un golpe militar o una vuelta al sistema anterior franquista, y ahora lo único que significa es que pasados unos meses se repiten las elecciones. Por lo tanto, me parece injusto hacer comparaciones en este sentido: los da ahora han fracasado y los de entonces tuvieron éxito, sí, pero los de entonces tenían una situación mucho más difícil.

Proponga una o varias cautelas de cara a esta nueva campaña electoral y a la proliferación de artículos políticos o económicos firmados por escritores, que es contra lo que usted advierte.

Creo que cuando los escritores o los literatos escriben sobre política no suelen meterse tanto con el día a día, o no comentan sucesos muy concretos como la campaña o las intervenciones de los líderes, sino que más bien hablan de problemas generales. En ese sentido, no creo que vayan a tener mucha presencia pública en la nueva campaña electoral que nos va a caer encima...

Aunque sean temas generales habrá falta de rigor y análisis, ¿no?

Sí, pero tirando de hemeroteca para ver cuáles son los asuntos que más les preocupan a ellos vemos que son los que tienen que ver con la unidad de España o la corrupción, pero no se meten a hablar, por ejemplo, de pactos. Es decir, son asuntos donde ellos pueden poner sobre la mesa lo valores éticos y morales que defienden. En definitiva, tienen una presencia menor en elecciones y en campaña...

Usted dice "ellos", que no son otros que Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, Pérez Reverte, Fernando Savater... No sé si me queda alguno atrás.

Antonio Muñoz Molina...

¿Cómo recibieron su libro?

(Risas) Bueno, Jon Juaristi, que no sé si lo hemos citado, reaccionó de forma muy irritada, los demás han mantenido un silencio que para mí era previsible, pero en el caso de Juaristi perdió un poco el control y me ha dedicado dos columnas en ABC, donde me llamaba "imbécil" o que era una vergüenza para el sistema universitario que yo estuviera dando clases... Pero todo eso no me irrita especialmente, lo que me fastidió es que volvió una vez más para decir que yo estoy muy próximo a ETA, es decir, esa cosa de que cuando alguien está en desacuerdo contigo le cuelgas el sambenito de etarra... Como es lógico, yo no tengo la más mínima simpatía con ETA ni con su mundo, por lo que su actitud me resulta lamentable y empobrecedora, impide que haya un intercambio de argumentos.

¿Dónde está el origen de este libro?

En realidad yo escribí durante muchos años en las páginas de opinión de El País, y en alguna ocasión entré en polémica con algunos de estos escritores, y ya advertí entonces que cuando escribía algo crítico con sus tesis ellos respondían de forma muy personal, con descalificaciones. Por ejemplo, tuve un intercambio con Fernando Savater y este enseguida me dijo que yo seria un buen ayudante de Hitler, algo que me pareció y me parece desmesurado. Bien, pero nunca quise ni he querido entrar en esa especie de cuerpo a cuerpo para ver quién es más hábil descalificando al contrario. Entonces, desde hace muchos años venía notando que estos escritores, muy buenos todos ellos en lo suyo, con una categoría intelectual que no cuestiono... Pero es verdad que actúan con una cierta prepotencia e impunidad, es decir, escriben sin anticipar que alguien les pueda criticar por ello, y me parece que no es sano para nuestro debate público, lo lógico es que haya un intercambio de argumentos, que no haya una jerarquía demasiado pronunciada entre los que está más arriba y el resto de personas que opinan sobre política.

Quizás ha tocado usted autoestimas muy elevadas, ¿no?

En el libro lo que he intentado es criticarles, pero criticar lo que escriben sobre política sin entrar en la descalificación personal. A lo mejor hay algún fragmento en el que me haya pasado de la raya, pero he procurado en todo momento no entrar en el insulto o en la ofensa personal, sino simplemente argumentar dado que lo que ellos exponen en sus artículos no está en el nivel que cabría exigir.

Pese a ser un debate desigual, entre usted y unos escritores reconocidos, con importantes ventas y numerosos de lectores, su libro va ya por la tercera edición...

Va ya por la quinta...

Un éxito qué parece confirmar que existía cierta gana de 'leerles la cartilla' a unos intocables.

Creo que sí, que se los veía como intocables. Para mí es una sorpresa que el libro se venda tan bien, con 10.000 ejemplares en dos meses, y sin demasiada promoción institucional porque la editorial que lo publica, Catarata, no tiene medios para ello, y tampoco ha recibido mucha atención en los principales medios de comunicación del país... Claro, todo esto ha sido una sorpresa, algo inesperado, y la interpretación que hago sobre la recepción que ha tenido es que había un cierto cansancio en la sociedad, en el público lector, acerca de la impunidad con la que opinaban estas figuras. Pero, insisto, les tengo gran admiración intelectual como novelistas, como filósofos o como ensayistas. Y de la misma manera que en los años de crisis económica se ha dado un cuestionamiento de las élites políticas por los escándalos de corrupción y por su ineficacia a la hora resolver los problemas, ahora entramos en una fase en la que hay un cierto cuestionamiento de las élites intelectuales del país. Uno no era consciente cuando escribió el libro que esto estaba tan escondido, entonces la reacción que más me llega a través de correos y de las redes sociales es mucha gente que me dice: 'oye, lo que me gusta del libro es que yo venía pensando lo mismo hace mucho tiempo, pero nunca lo había verbalizado'. Bien, pues al leer el libro se reconocen, y yo no sabía que esto estaba tan extendido, más bien pensaba que se trataba de una insatisfacción mía, personal. Pero no, es algo que está bastante extendido.

Se trata de una línea que abrió en su momento Gregorio Morán. ¿Se siente identificado con él?

El tono es distinto, yo he procurado...

Morán parece venir de vuelta y con muchas experiencias vitales, digamos que tiene más raigambre interior...

(Risas) Es una forma delicada de decirlo, pero es mucho más ácido. La principal diferencia entre lo que ha hecho Gregorio Morán y lo que he pretendido hacer con este libro es que él no arremete contra opiniones políticas sino que lo hace contra toda su obra, contra vida y obra, por decirlo de alguna manera. A Fernando Savater lo llama anarquista de peluquería, y de Muñoz Molina dice que es un trepa por cómo quiere ascender en el mundo de las letras. Yo no me meto en eso ni tengo capacidad para valorar la filosofía de Savater, la literatura de Muñoz Molina y los ensayos de Félix de Azúa sobre estética. No tengo esas facultades que tiene Morán, que es más ambicioso. Este es un libro más limitado y por eso mismo también creo que es menos criticable que el de Morán, que hace mucho ajuste de cuentas y da rienda suelta a sus demonios, y tiene claras sus filias y sus fobias. Su obra es más personalista, mientras que yo trato de hacer un trabajo muy basado en textos de estos intelectuales obtenidos en la hemeroteca, y que a continuación comento. Él coge una figura determinada y la destroza hasta que no queda nada de ella.

En el contexto de su crítica le habrá sorprendido la aparición de Juan Luis Cebrián entre los Papeles de Panamá, siendo él de siempre un demandante de moralidad para la clase política española.

Sí, es muy llamativa la contradicción entre todas las proclamas que él ha hecho muy moralistas contra la clase política española, y luego lo que él estaba haciendo. Su amistad con un empresario iraní parece un poco inquietante, por decirlo muy suavemente. En todo caso eso no se aplica a los intelectuales que tienen menos poder empresarial, dígase Fernando Savater, Jon Juaristi... Ellos no están metidos en ese mundo, por lo que el asunto de Cebrián parece excepcional...

¿Y Vargas Llosa? Siempre aprovecha para dar lecciones de honestidad...

Es verdad que Vargas Llosa también ha aparecido en los Papeles de Panamá, pero de manera un poco tangencial... Claro, también es el más rico de todos estos intelectuales, tiene una gran fortuna personal.

¿Félix de Azúa?

Es interesante lo que ha ocurrido con él, especialmente lo referido a sus palabras a la alcaldesa de Barcelona, a la que le dijo que estaría mejor despachando pescado en una pescadería. Este tipo de ofensas las lleva haciendo Félix de Azúa desde hace muchísimos años, de hecho en el libro pongo varios ejemplos. Y sin embargo sólo ahora ha habido una reacción colectiva de indignación que yo considero muy sana, es decir, es la primera vez que unas palabras de Félix de Azúa despiertan un cabreo universal, que se ha puesto de manifiesto con peticiones de firmas para que dimita de la Real Academia. Esto es un síntoma de que la intocabilidad o impunidad puede estar llegando a su final.

¿Cómo recibe las criticas de los que lo consideran un opositor al intelectual, al pensamiento libre, a la boutade?

No creo que esto afecte al argumento central. Los grandes intelectuales estilo Bertrand Russell o Sartre son necesarios en toda sociedad, aunque en España no los tenemos de ese nivel. Y su papel no es el del análisis político de los pactos o la marcha de la economía. No, es el tipo de intelectual que denuncia injusticias, que llama la atención sobre problemas que no reciben suficiente interés, que apela a valores que se degradan...

Pero esto del intelectual que amplía sus horizontes ya viene de la Generación del 98, y tuvo arraigo en la II República.

Sí, la Generación del 98 es muy brillante literariamente, pero sus análisis sobre España no fueron especialmente influyentes, ni dieron lugar a ideas positivas para la reforma de lo que funcionaba mal. La continuidad entre este grupo y los actuales es que todos ellos enfocan la política desde una posición muy moralista, de que el país se me queda pequeño, que me duele España porque... Este no es un país para mí, yo estoy por encima... España está llena de defectos, los españoles están siempre a garrotazos y nosotros estamos aquí llamando la atención de que esto no puede seguir así. Esa actitud de situarse por encima del país en el que vives produce moralismos, se quiera o no se quiera, y plantea un hilo conductor con el 98 que no se ha roto nunca.

Según su libro, muchos de estos intelectuales y escritores que usted ha nombrado a lo largo de la entrevista tienen que ver con el ostracismo a Zapatero, al que no se le ha querido reconocer su contribución al fin de ETA. ¿Qué ha ocurrido?

Entiendo que pueden existir opiniones distintas de cómo acabar con ETA, algo lógico y natural. Lo que no tiene sentido es que los que no están de acuerdo con la política del Gobierno traten de dar la impresión de que el Gobierno es cómplice de ETA, o que está teniendo algún trato de favor hacía la organización o que compromete los derechos humanos. Todo esto me parece absurdo; está bien que haya un debate muy intenso y apasionado sobre cómo se debe acabar con el terrorismo, pero lo que no puede ser es que si están en desacuerdo con lo que hace el Gobierno lo acusen de complicidad con ETA, o de traicionar a los muertos, como ha dicho Mariano Rajoy. Entonces, la impresión que yo tengo de lo qué sucedió en el País Vasco es que a estos intelectuales que plantaron cara de forma muy valerosa a ETA a finales de los 90, cuando empieza a matar concejales, periodistas, jueces y fiscales, es que el asunto se les fue de las manos. Ellos mismos quedaron atrapados en los esquemas un poco moralistas que habían creado para resistir a ETA, y estos mismos esquemas lo aplicaron a todo, al nacionalismo vasco y al proceso de paz cuando ETA estaba extremadamente débil, en sus últimos estertores... Ya llevaba tres años sin matar a nadie y todavía muchos de estos intelectuales seguían defendido que ETA estaba más fuerte que nunca, y que había una riesgo muy alto de que el Estado acabara perdiendo frente al terrorismo.

¿Quiere decir que les cogió con el paso cambiado?

Fue un poco delirante. Como no se acabó con ETA como ellos pretendían han sido incapaces de reconocer el final de ETA, ni siquiera lo han celebrado. No lo han hecho en sus columnas ni en sus escritos, y esto es extraño puesto que la ambición de todos ellos, su gran deseo, es que desapareciera la violencia política en España. Eso ocurrió en 2011 y pasó sin pena ni gloria. ¿Qué paso? Bueno, eso se remonta a los esquemas rígidos que adoptaron Savater, Juaristi, Azúa, Muñoz Molina, Vargas Llosa y otros. Esto es un caso de ceguera intelectual, de no poder asimilar un cambio de situación.

Esta confrontación de ideas vuelve ahora con el proceso de autodeterminación de Cataluña. ¿Se va a vivir un proceso similar?

Aquí lo que sucede es que se han trasladado de manera mecánica las formas de oposición del País Vasco, cuando ETA actuaba, al conflicto catalán. Claro, la situación es radicalmente distinta, porque en Cataluña no hay violencia, es un movimiento cívico que nos puede gustar o disgustar. Y la única manera de combatirlo es a través del intercambio de razones, pero no criminalizando o estigmatizando la demanda de secesión, como si la misma fuese incompatible con la libertad y el orden democrático... Bien, es lo que ellos argumentan en un manifiesto promovido por la exdiputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo [Manifiesto de los Libres e Iguales de 2014, firmado entre otros por Vargas Llosa, Hermann Tertsch, Federico Jiménez Losantos, Carmen Iglesias, José Luis Garci, Félix de Azúa, Andrés Trapiello, Arcadi Espada], y donde aparecen congelados en el tiempo y sin poder adaptarse al debate catalán.

El tema del referéndum sí o no ha sido una línea roja en la negociación de los pactos. ¿Volverá a ser el obstáculo de cara a lo que suceda después de junio?

Yo estoy preocupado, sobre todo porque el PP lleva en la misma posición muchos años, algo que te puede gustar o no, pero que es coherente. Pero lo que detecto es que el PSOE ha ido endureciendo también sus tesis, acercándose cada vez más al PP. Esto que ha impuesto su comité federal a través de Susana Díaz, de que el PSOE no puede gobernar con la abstención de los nacionalistas catalanes, constituye un retroceso histórico. Al fin y al cabo, cuando José Luis Rodríguez Zapatero sale elegido presidente en 2004 es con el voto favorable, no la abstención, de Esquerra Republicana, y eran tan independentistas en 2004 como lo son hoy, esto no ha cambiado en nada. En ese momento nadie se escandalizó de que se formara un gobierno con el apoyo de Esquerra, y ahora ni siquiera se contempla la posibilidad de abstención. Claro, esto aproxima al PSOE a las tesis más duras del PP: no hay nada que hablar, no hay nada que negociar, son un peligro para la democracia y hay que mantenerlos a raya... Esto no contribuye a nada.

Usted es profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III. ¿Qué opinión le merece que colegas suyos sean los fundadores y representantes de Podemos? Y otra cuestión: crece el número de columnistas e intelectuales de esta órbita que opinan de política y economía. ¿Podría ser el motivo de otro libro?

(Risas) No lo descarto... Sí, yo he sido profesor en la Complutense muchos años, pero nunca tuve trato con ellos, no los conozco personalmente. Bien, pero de la misma manera que a mí me pondría nervioso un partido formado sólo por empresarios, también me intranquiliza mucho un partido formado solo por profesores de universidad, porque tienen una visión de la realidad de España muy sesgada. Los profesores de universidad tenemos un conocimiento directo del sector público, pero es muy deficiente en cuanto a economía privada. Un partido tan hegemónicamente construido por docentes me produce cierta inquietud.

También en esto somos singulares.

No sé cuál es la causa, pero sí, somos únicos...

¿Cómo se les observa desde la politología?

Tienen apenas dos años de vida, que es como decir nada. Por lo tanto está en fase de construcción, que no está consolidado, y de la misma manera que ha subido mucho puede bajar muy rápido, algo que hemos visto con UPyD. Mi opinión es que Podemos va a estar mucho tiempo en la política española, aunque está en fase de realización, por lo que no se le puede pedir el mismo rigor y consistencia que se pide a partidos con más tradición. Ahora mismo se nota en los medios de comunicación una mezcla extraña de fascinación por todo lo que hace y dice Podemos, y a la vez de crítica muy dura a sus ideas. Supongo que esta visión se llegará a normalizar.

Compartir el artículo

stats