Los disco de Radiohead se han convertido en auténticos desafíos para el oyente. Algunos consideran que a partir de Kid A el grupo entró en una espirar algo pretenciosa, pero lo cierto es que la banda británica se ha convertido en la quitaesencia de un sonido repleto de texturas en el que se dan cita desde el krautrock hasta el jazz, pasando por el minimalismo o la música clásica contemporánea y que necesita de varios pases para ser asumido correctamente. Si partimo de que The king of limbs fue una decepción por la errónea idea de prescindir de las guitarras, Thom Yorke recupera el pulso con este noveno trabajo. El lanzamiento llega después de una peculiar estrategia de marketing consistente en desaparece de las redes y reaparecer dos días después ante la perplejidad generalizada. Y aunque muchas de las canciones han sido publicadas en otras versiones, el disco convence al incluir momentos vigorosos del tipo Decks dark, ejercicios de pop de vanguardia como Full stop o Present tense, o muestras de su exquisito barroquismo en la excelente The numbers.

La carrera de este multitudinario combo es una de las más sólidas e inclasificables surgidas dentro del extenso decálogo de grupos de garaje que han ido apareciendo en Australia en los últimos treinta años. Sin embargo, la versatilidad de la que han hecho gala hasta el momento los sitúan en el trono de la música hecha en las antípodas junto a grupos igual de imprescindibles como Royal Headache o Tame Impala. Tras ocho trabajosque van del rock acelerado de I'm In Your Mind Fuzz hasta la psicodelia revivalista de la que hicieron gala en Quarters! , el grupo de Stu Mackenzie no hace ningún tipo concesiones en esta ocasión y presenta un cótel explosivo que hay que digerir en pequeñas dosis con canciones que aúnan el heavy metal de Motörhead con el rock sinfónico de King Crimson y los aires de bandas de art-punk aceleradas del tipo Wire. Imposible destacar un tema por encima de otro. Pero la tralla caótica de People vulture, o la encantadora esquizofrenia de Invisible face , convierten a esta obra en una experiencia tan inaccesible como placentera.

Tres años después de Electric, el grupo de música electrónica por antonomasia del Reino Unido vuelve a ofrecer un excelente decálogo de canciones en su noveno trabajo que recuperan la dignidad para un estilo tan depauperado como el tecno-pop con una forma inteligente de asumir este género y con melodías que podrían estar repartidas por su toda discografía . El primer tema, Hapiness, ya es todo un ejemplo de cómo hacer música vitalista con aroma totalmente clásico a través de una estructura agradable que se repite posteriormente en todo el disco a través de títulos como Inner sanctum, Say it to me o la negroide Burn. Le sigue un Pop kids, su primer single, que al igual que Undertow, muestra la frescura y claridad de ideas del dúo al desprender la esencia de composiciones históricas del tipo It's a sin o Always in my mind. Otros títulos como Groovy, Twenty-something o Into thing air son ejemplos destacados de cómo hacer música de baile sin caer en lo chabacano. Eso sin olvidar momentos experimentales tan convincentes como Pazzo!