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Rodar la defensa de los waorani del Amazonas

Un documental explora la lucha de esta comunidad indígena por sus derechos.

Rodar la defensa de los waorani del Amazonas

Lo primero que hizo Manuel Cardenal (Las Palmas de Gran Canaria, 1977) al llegar a su ciudad natal después de tres meses y medio en el Amazonas ecuatoriano filmando su documental sobre la comunidad indígena waorani, actualmente a punto de iniciar la fase de montaje, fue darse un baño en la playa de Las Canteras.Durante esos días en el mayor pulmón del planeta, con una superficie de 5.500 millones de kilómetros cuadrados, Cardenal entraba en la selva por las ciudades de Shell, Coca o Puyo en bloques de "ocho, seis o cuatro días, dependiendo de la distancia, la complejidad para llegar al lugar y las fuerzas que tuviéramos, la mayoría de las veces solo con mi socia y codirectora, Luisana Carcelén, aunque cuando había que registrar sonido se nos sumaba la también ecuatoriana Cristina Arias, alias La pantera, gran experta en grabar en condiciones al límite".

Shell fue fundada en las faldas del Amazonas por la petrolera homónima. La escultura de la rotonda principal, en vez de la habitual dedicada a algún vecino ilustre, representa una torre petrolífera. Desde alguno de sus aeródromos, -"en realidad son pequeñas áreas abiertas de césped", aclara Cardenal-, parten las pequeñas avionetas a las comunidades waorani de Nemonpade y Toñempade. El canario y Carcelén entraban a la selva con un equipo reducido muy ligero. Además del sonido cuando les acompañaba La pantera, tres cámaras: una Canon 6D, una Sony de televisión y una minúscula GoPro que asían a sitios desde donde, seguramente, nunca se había filmado. Por ejemplo, a la frente de un sexagenario waorani en taparrabos rojo y con una cerbatana de dos metros de largo que escala sin más ayuda que sus brazos y piernas un árbol tan alto como un edificio de cinco plantas en busca de monos que cazar. También grabaron con el teléfono móvil de Cardenal, que permite hacer tomas bajo una lluvia intensa y sumergido metro y medio bajo el agua. Desde los ríos Coca y Napu, que acarician la ciudad de Coca, hay acceso a otras comunidades. "Aquello es monumental. Los túneles por dentro de las montañas son interminables y llueve dentro del agua que se filtra de la selva. En la ciudad de Puyo nunca dejó de llover intensamente. Su nombre significa "niebla" en quechua".

"El premio es que los waorani nos abran las puertas" declaró Manuel Cardenal a este mismo periódico en julio de 2015, cuando acababa de recibir el premio del concurso convocado por el Centro Nacional de Cinematografía de Ecuador en 'Fomento Cinematográfico Intercultural', consistente en ayudar a la financiación del documental "Waorani: Guardianas de la Amazonía". El galardón había sido otorgado por un jurado formado por la actriz peruana Magaly Solier, el cineasta boliviano Alfonso Gumucio y el documentalista de Ecuador Pocho Álvarez. "El proyecto ha crecido mucho desde entonces", explica Cardenal. Ocho meses estuvo con Carcelén preparando el viaje entre Las Palmas de Gran Canaria, Madrid y Quito. "Organizar la logística del rodaje ha sido lo más difícil del proyecto, con muchas dudas por las localizaciones, la lejanía y con la financiación por cerrar". Hoy el documental es una producción de Catarata Films con la Asociación de Mujeres Waorani (AMWAE). El Cabildo de Gran Canaria, La Selva Jungle Ecolodge, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, la Estación Cientifica Yasuní, la Asociación Mojo de Caña y Gutemberg Digital han apostado hasta ahora por los cineastas. A medida que se va conociendo el proyecto, nuevos socios y empresas contactan para interesarse.

"En unas semanas, viajaré a Madrid para unas reuniones. Después vuelvo a Quito a iniciar el montaje. Allí grabaremos los testimonios de unos expertos que faltan y haré una nueva entrada a la selva, para grabar por última vez y porque la echo de menos, será un placer personal".

Sobre su baño en la zona del hotel Reina Isabel de Las Canteras nada más pisar su ciudad, Cardenal explica: "Tenia muchas ganas de meter mi cuerpo en el mar después de todas las heridas y reflexiones que me traje del Amazonas. El océano, como la selva, es una fuerza de la naturaleza. Tenemos la suerte de vivir en una ciudad que da la cara al mar. Una vez, de adolescente, estuve a punto de ahogarme en unas mareas del Pino por la zona del Ñoño. Me salvó la suerte, como siempre".

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