Las derechas canarias mostraron simpatías por el fascismo antes de arrancar la experiencia reformista de la Segunda República. Los círculos liberales y conservadores asumieron, por lo común, la ideología derechista y ultracatólica que la Dictadura de Primo de Rivera les brindó a través de las Uniones Patrióticas y los Somatenes Armados de Canarias (nacionalismo centralista, corporativismo y desprecio del sistema parlamentario), todo el cuerpo doctrinal sintetizado al fin en la adaptación del antiguo lema del carlismo: "Patria, Religión y Monarquía". Dichas tendencias ideológicas persistieron entre las capas oligárquicas y cobraron mayores empujes tras el 14 de abril de 1931. Entre las élites políticas de extracción monárquica crecieron entonces las afinidades hacia dictaduras que salvaguardaran sus intereses. Se abandonó el tradicional liberalismo de las clases dominantes, preñado de contradicciones hasta en la esfera económica, ante retos democráticos que cuestionaban meramente las relaciones sociales de producción y apenas las de propiedad.

El primer comité de Falange Española y de las JONS de la provincia de Las Palmas apareció en enero de 1934. Los pioneros falangistas gozaron en realidad de cierta reputación entre los núcleos de las derechas más extremas. Hubo quienes pertenecieron a la redacción del diario clerical El Defensor de Canarias e incluso a la junta de gobierno de la Juventud de Acción Popular (JAP). La doble militancia en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y en Falange constituye un rasgo sobresaliente del primer fascismo grancanario. Antes de la masiva conversión de los japistas en falangistas se produjo la ósmosis entre ambos encuadramientos, estimulada por la coexistencia en la red de organizaciones católicas que escoraron progresivamente hacia fórmulas totalitarias. Los de José Antonio protagonizaron diversos desórdenes públicos desde finales de enero a principios de mayo de 1936 y estuvieron metidos hasta las cejas en las maniobras desestabilizadoras de los ejecutivos del Frente Popular, siempre con apoyo logístico de las fuerzas reaccionarias. Y eran sicarios armados por y para ellas que incrementaban especialmente su implantación en los medios rurales.

Dos pesos pesados de la oligarquía insular en el período monárquico, Leopoldo Matos y Massieu y Benito Pérez Armas, reflexionaban entre diciembre de 1933 y enero de 1934 sobre un futuro español en clave fascista. El epistolario de estos oligarcas demuestra paladinamente su frontal enemiga ante la República de Abril, y sépase que Leopoldo Matos viajó con cierta regularidad a Roma y a París por estas fechas, entrevistándose en alguna oportunidad con el exrey Alfonso XIII y, a buen seguro, enredándose en las conjuras monárquicas que patrocinó Benito Mussolini. Según el escritor lanzaroteño, antiguo jerarca liberal en Tenerife, tenía razón el exministro conservador grancanario al pretender la búsqueda de un Oliveira Salazar y así "dar satisfacción a los anhelos nacionales" (Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Fondo Leopoldo Matos, Signatura 203). En verdad, esas apuestas por el fascismo en cualquiera de sus versiones (italiana, portuguesa, austriaca e incluso alemana), eran notas comunes en la prensa derechista del bienio reformador y sobre todo en la más ultramontana.

El Cuerpo de Investigación y Vigilancia trasladó el 16 de noviembre de 1933 al gobernador civil de Las Palmas, el radical Arturo Armenta Tierno, una lista con los nombres de 22 personas "de extrema derecha", en observancia de la circular 215 del ministerio de la Gobernación (Archivo Histórico Provincial, Gobierno Civil, Sociedades Disueltas, Legajo 1). La sección básica del plantel engloba a militares de alta graduación, retirados o en la reserva, que jugaron un relevante papel en la administración facciosa durante la Guerra Civil y algunos con lazos familiares entre las cúpulas de la Federación Patronal. Aunque casi todos se acogieron a los decretos de Azaña para abandonar el servicio activo, no dejaron de intervenir con tesón en el curso de las formaciones ultraderechistas. Es indudable que el Regimiento de Infantería Número 11 y otros destacamentos castrenses de la capital provincial, directa o indirectamente, encubrieron nidos de conspiradores monárquicos antes y después de la sanjurjada de agosto de 1932. Y en el diario La Provincia se tenía dispuesta una portada de salutación a esta tentativa de golpe militar contra la democracia.

Las organizaciones clericales aunaron a los extremistas de las derechas y conformaron las plataformas sobre las que apuntalar sus quehaceres antirrepublicanos. Semejante dispositivo tuvo especial importancia en los orígenes de Acción Popular y aquí sobresalió la Asociación Católica de Padres de Familia, liderada por uno de aquellos uniformados y con la enseña "Religión, Patria y Familia". Al socaire de la misma brotaron la Juventud Católica y la Asociación de Estudiantes Católicos, con manifiestos y mítines trufados de patriotería fascistoide que repudiaban la obra de las Cortes Constituyentes por ser fruto de "la masonería y el judaísmo internacional". De estas tramas nacieron las precoces señales en favor de la Monarquía, los insultos al régimen republicano que los señoritos "aristócratas" proferían durante sus francachelas en hoteles elegantes o cabarés, y hasta provocaciones como la del 17 de abril de 1932, cuando un pelotón de "jóvenes católicos" recorrió la calle Pedro de Vera, donde tenía su sede la Agrupación Socialista, dando vivas a Cristo-Rey y mueras a la República y al socialismo.

Los alegatos de inspiración fascista cubrieron temáticas múltiples en El Defensor de Canarias, "Diario católico de información" al que sucederá Acción en abril de 1934, inicialmente dirigido por un barcelonés formado en la Escuela de Periodismo de El Debate. No es baladí que El Defensor expresase desde fines de 1931 el arrebato hacia el doctor José María Albiñana Sanz y los Legionarios de España o el Partido Nacionalista Español. Las pautas ideológicas del vocero episcopal fueron trazando desde finales de 1931 las bases del postrer nacional-catolicismo: la identidad católica de España y la interpretación del laicismo como agresión a las esencias nacionales; la unidad sagrada de la patria frente a los supuestos golpes del Estado integral y el "peligro separatista"; las nostalgias imperiales en torno a la mística de la Hispanidad; los patrones corporativos económicos y sociales, apuntalados a menudo por encíclicas u otros documentos de la Santa Sede; el mito español de "la reserva espiritual de Occidente", ante la amenaza de "las revoluciones modernas" que trajo consigo la Ilustración; y las prédicas antimasónicas fundidas con el antisemitismo, a partir de las invenciones sobre "la conspiración judía contra España" y la asimilación entre judaísmo y comunismo.

La contrarrevolución llevó a los monárquicos ultraconservadores y clericales hasta posiciones contiguas a las del tradicionalismo clásico, donde la "soberanía" de Dios y de la Iglesia impugna toda la filosofía ilustrada. No existieron tantas diferencias de fondo entre los esquemas de Acción Popular y los típicos de la Comunión Tradicionalista. Patria y tradición se amalgamaban en un todo opuesto al parlamentarismo del sistema republicano. De igual forma los hermanó el apasionamiento por el austrofascismo del canciller Dollfuss, precisamente al ser adverso al espíritu liberal y laico y por enfrentarse al marxismo desde postulados católicos. La renovada fusión de Estado e Iglesia desbroza, pues, un orden totalitario que esgrime la obediencia incondicional a las jerarquías. Y los suministros protofascistas no sólo desembocaron en cánones típicamente fascistas después del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, ofreciendo justificaciones doctrinales a la sublevación contra la legalidad republicana y un corpus teórico a la gobernación rebelde. Esos pasos venían ejecutándose desde el bienio azañista mediante los elogios hacia los gobiernos fuertes de la Italia de Mussolini e incluso de la Alemania de Hitler.

Otra de las publicaciones que se abonaron muy pronto al fascismo será la revista Gran Canaria en su segunda época (Las Palmas, 1930). A despecho de la intitulación al proclamarse la Segunda República, "Periódico independiente. Sin ninguna filiación política", Gran Canaria reflejó entre 1932-1933 las tendencias fascistas que abundaron coetáneamente dentro de eminentes sectores de las derechas provinciales. El ministro del Aire de Italia, Italo César Balbo, le dedicó una foto que se recibió con júbilo y pasó a reproducirse en varias ocasiones. Y hasta el propio Duce envió la suya firmada a objeto de ilustrar el número en conmemoración del XI aniversario del fascismo. La designación de Hitler como canciller mereció otra instantánea fotográfica con una loa muy entusiasta. Su director, de una vieja estirpe leonista, sirvió de cicerone a tres desterrados por la intentona de agosto de agosto de 1932 y alardeaba de haber sido por aquí uno de los promotores de Falange.

Los influjos de los fascismos gravitaron igualmente alrededor del Partido Popular Agrario Autónomo de José Mesa y López, que alardeaba con razón de incorporar al grueso del andamiaje caciquil del histórico Partido Liberal de Fernando de León y Castillo. En su portavoz diario, Hoy, registramos encomios hacia la Alemania nazi, el colonialismo italiano en Etiopía, el salazarismo lusitano y el rexismo belga de Léon Degrelle. Unos soplos fascistas concurren asimismo en las Memorias de un cacique, redactadas por aquel mandamás de los segundos e incómodos expaladines de la CEDA a finales de 1936. Los sitúo ante todo en tres momentos: al encomiar al doctor Albiñana por embestir la imagen pública del fallecido Francesc Macià, "tachándolo justamente de separatista y enemigo de España"; al proponer que los responsables del asesinato de Calvo Sotelo eran "los gobernantes de la masonería y del judaísmo que deshonraron a España"; y al aplaudir la eliminación del sufragio universal, masculino y especialmente femenino. En muy poco tiempo, hasta los peones del Partido Republicano Radical de Rafael Guerra del Río estarán inscritos en una rápida fascistización que acabará situándolos en el destacamento más filonazi del Movimiento Nacional, muy inclinado a ver en las izquierdas "una raza de judíos y judaizantes".

La dinámica que se plantea en las islas orientales desde abril de 1931 hasta julio de 1936 no consiste en la oposición de una República socialista-obrera a otra capitalista-burguesa, sino en el choque entre democracia y fascismo derivado de la escora totalitaria de los defensores de la Monarquía. Nunca aceptaron en verdad la República aquellas fuerzas de la derecha grancanaria, ni se identificaron jamás con los valores republicanos pese a las cantinelas sobre la accidentalidad de las formas de gobierno. Mucho antes de "La Cruzada", la Iglesia brindó cobertura a quienes buscaron transgredir la Constitución de 1931, inspirándose en una radicalización del pensamiento tradicionalista que sintonizó cada vez más con modelos dictatoriales. Todas las distinciones que han pretendido esgrimirse entre una derecha conservadora, otra radical y otra puramente fascista, no tienen encaje alguno en las prácticas de las organizaciones políticas y empresariales de nuestro entorno, donde las izquierdas únicamente trazaron proyectos reformistas salvo en la coyuntura que desembocó en el octubre de 1934. Las derechas progresivamente fascistizadas prepararon el terreno para la sublevación de julio de 1936, fueron su caldo de cultivo e inclusive tomaron parte muy activa en los entramados de la misma, pero la opción del fascismo estaba en la agenda de los partidos derechistas sin que llegase el triunfo del Frente Popular.

Atendiendo a las cabeceras de las principales instituciones del poder local (presidencia del Cabildo y alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria), asociadas a las representaciones orgánicas en las Cortes, puede afirmarse que los políticos de las derechas en la Segunda República fueron preponderantes desde la Guerra Civil al tardofranquismo. Los hombres fuertes de la dictadura de Franco en la Isla entre 1937-1970 procedían de los tres partidos formados por la reacción en 1933: Antonio Limiñana López y Francisco Hernández González por Acción Popular; Diego Vega Sarmiento y Matías Vega Guerra por el Partido Popular Agrario Autónomo; y José Ramírez Béthencourt y Manuel Padrón Quevedo por el Partido Republicano Radical. Si consideramos que Federico Díaz Bertrana, presidente del Cabildo y procurador en Cortes entre 1961-1970, era hijo de un cacique leonista que siguió un curso muy común (Partido Liberal Canario-Unión Patriótica-Partido Popular Agrario Autónomo-Movimiento Nacional), llegando hasta alcalde capitalino, a este nivel el cuadro termina de perfilarse. Los beneficiarios directos de la victoria fascistas iban a ser los oligarcas de siempre, y antes de prestar atención a los pleitos de larga trayectoria que enfrentaron a distintas facciones hay que resaltar sus identidades en el sostén a la dictadura franquista y sus entronques con la historia.