La Provincia - Diario de Las Palmas

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LIBROS EL 18 DE JULIO DE 1936

Leer tras la guerra

Selección de las mejores obras de ficción sobre el drama que dividió a los españoles y causó más de un millón de muertos

¿Cuándo empieza una guerra? La pregunta es casi tan difícil de contestar como la de "¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?". Pero si hemos de hacer caso de lo que dice el historiador Ronald Fraser en Recuérdalo tú, y recuérdalo a otros, una suerte de historia oral de la Guerra Civil española a la manera de las voces soviéticas de la guerra de Afganistán de Los muchachos de zinc de Svetlana Alexiévich (aunque sin el estilo y la profundidad de la obra de la premio Nobel de Literatura bielorrusa), la guerra que partió a España en dos empezó el viernes 17 de julio de 1936 con un telegrama de diecisiete palabras llegado a Madrid desde Tetuán, Marruecos español, firmado por Fernando Gutiérrez, que decía que "el ejército de África se sublevaría a las 17.00 horas".

Otros historiadores apuntan a las manifestaciones ciudadanas en los meses previos a la sublevación del ejército de África en las que derechistas e izquierdistas se acusaban mutuamente de los atentados y reyertas callejeras que pusieron en jaque al gobierno del Frente Popular. Un editorial de ABC, monárquico, del 4 de marzo de 1936 sostenía: "La calle es la que manda. Ahora sí que puede decirse que España se ha echado a la calle. Todos los días una manifestación. Y a gritar todos los gritos que se quieran... ¡Viva esto! ¡Viva lo otro! Pero ¿qué significan esos vivas? Todo el que tiene el oído del alma bien despierto comprende que, al gritar ¡viva!, la multitud quiere decir ¡muera! Muerte para el adversario, ultraje y persecución para el contrincante".

Igual de difícil de establecer el germen o nacimiento de la Guerra Civil española, es establecer un canon con las novelas que tienen como trasfondo la guerra y posguerra española entre los miles de títulos que se han publicado en los 80 años transcurridos, la mayoría en el periodo comprendido entre 1989 y 2011. Después del olvido de la Transición, la Guerra Civil se ha convertido en una moda o, cuando menos, en una nueva tendencia (181 novelas en el periodo citado), pero lo que está claro es que en esta nueva ola literaria la Guerra Civil no es más que un telón de fondo en el que representar grandes aventuras de pasión y muerte, de vidas heroicas. Véase si no Dime quién soy de Julia Navarro, Las tres heridas de Paloma Sánchez-Garnica o Las arrugas del tiempo de Purificación Estarli, novelas que no sólo suponen un falseamiento de la Historia, sino que además responden a una insidiosa maniobra revisionista, como sostiene el ensayista David Becerra Mayor, en La Guerra Civil como moda literaria.

Es posible que las novelas seleccionadas aquí, y ordenadas cronológicamente, no ofrezcan un panorama completo de lo que supuso, históricamente hablando, la contienda fratricida, la guerra en cada casa, que desangró a España durante tres años (el Estado Mayor del ejército sublevado dio por terminada la guerra el 1 de abril de 1939), aunque, desde luego, se cuentan entre las mejores que se han escrito sobre el tema, mucho mejor que algunos ensayos que sólo se han preocupado de contabilizar cuántos cientos de miles de españoles de ambos bandos, el republicano y el nacional, perdieron la vida en la Guerra Civil. Vamos allá.

La esperanza (1937). Antes que nada, unas palabras sobre el autor de La esperanza. A André Malraux le caben todos los adjetivos: escritor, cineasta, aventurero, piloto, criatura política y hombre de mundo. En 1936 participó en la Guerra Civil española al servicio de la República y tomó parte en numerosos combates con una escuadrilla de aviones comandada por él, la "Escuadrilla André Malraux", que estuvo operativa entre agosto de 1936 y febrero de 1937. Si bien relata una larga serie de combates, entre Madrid y Barcelona en los primeros días de la sublevación, y algunos combates aéreos en Extremadura, es más un grito de alarma contra el fascismo, imperante ya en aquellos años en Alemania y en Italia, que una novela propiamente dicha. No hay que olvidar que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, muchos escritores habían hecho de la causa antifascista una de sus principales batallas. Malraux fue uno de ellos: "El sueño de la libertad total, el poder al más noble, o algo por el estilo, todo eso forma parte a mis ojos de aquello por lo que estoy aquí".

Por quién doblan las campanas (1940). A los 37 años, Ernest Hemingway ya había vivido casi todas las experiencias que le abastecerían de materia prima para sus libros. Como conductor de ambulancia, había participado en la Primera Guerra Mundial, donde fue gravemente herido. Este acontecimiento fue suficiente para producir no sólo Adiós a las armas (1929) sino que cobrase conciencia de la guerra como una tragedia global y siete años después aceptase trabajar como corresponsal para la North American Newspaper Alliance durante la Guerra Civil española. Escribió Por quién doblan las campanas, un relato sobre una profesor americano que se enrola como voluntario en el ejército republicano y se enamora de una muchacha de diecinueve años brutalmente violada por los fascistas, para sentenciar, citando a John Donne, que "nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra, [por consiguiente] la muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad".

La forja de un rebelde (1941). En general se considera La forja de un rebelde como la mejor obra que jamás se haya escrito sobre la Guerra Civil. El tríptico narrativo de carácter autobiográfico de Arturo Barea consta de tres volúmenes: La forja, sobre el mundo de su infancia, a principios del siglo XX; La ruta, en la que narra su experiencia en la guerra de Marruecos ("El día que se termine Marruecos, habrá que encontrar otra guerra para los generales o, si no, la inventarán ellos"); y, por último, La llama, donde pone de manifiesto las dos posturas irreconciliables del pueblo español: "Le hablé de la guerra, repugnante, porque enfrentaba a hombres de la misma sangre unos contra otros en una guerra de dos Caínes. Una guerra en la cual sacerdotes eran fusilados en las afueras de Madrid, y sacerdotes daban su bendición al fusilamiento de pobres labradores [...] Millones como yo, que amaban a sus gentes y a su pueblo, estaban destruyendo o ayudando a destruir, aquel pueblo y aquellas gentes. Y lo peor es que ninguno de nosotros tenía el derecho de permanecer neutral".

El laberinto mágico (1943). En la película Vértigo, Hitchcock logró, mediante la combinación de un zoom y de un travelling hacia atrás, describir la aterradora visión subjetiva del abismo en la mirada de un James Stewart agarrado al canalón de un tejado. Una imagen parecida, en la que el abismo sube hasta nuestros ojos, acompaña toda la lectura de El laberinto mágico de Max Aub. Se trata de un conjunto de seis libros (Campo cerrado, Campo de sangre, Campo abierto, Campo del moro, Campo francés y Campo de los almendros), donde el autor narra todo el periplo de la Guerra Civil española, desde los primeros días de la sublevación militar hasta el trágico final. La furia de Aub es algo que se da poco: "Ni García Prieto. Ni Prieto. Digo -¿me oyes?-: odio a la mentira. Digo: odio a los sofistas. Digo: odio los silogismos. Odio vuestras consignas, las que aceptáis sabiéndolas falsas y estáis dispuestos a defender hasta la muerte, no por lo que digan, que tanto os da, sino por quien os ha dicho que las sostengáis" (Campo de sangre).

Réquiem por un campesino español (1953). La novela de Ramón J. Sender vio la luz por primera vez en México, en la editorial Aquelarre, y en ella, Mosén Millán, el cura de un pueblo de Aragón, desgrana sus recuerdos mientras espera celebrar la misa de réquiem por el protagonista, Paco el del Molino, muerto violentamente. Quienes fueron sus amigos no asisten al funeral; sólo acuden los dos caciques del pueblo, Don Valeriano y Don Gumersindo, que odiaron al muerto en vida, y un neutral, el señor Cástulo. Réquiem por un campesino español, como el lector podrá descubrir, es una representación de la España de antes, durante y después de la Guerra Civil. Como el propio autor declaró, en Conversaciones con Ramón J. Sender, Madrid, Magisterio Español, 1970, la novela "es simplemente el esquema de toda la guerra civil nuestra, donde unas gentes que se consideraban revolucionarias lo único que hicieron fue defender los derechos feudales de una tradición ya periclitada en el resto del mundo". Igualmente importante es su novela antibelicista Imán (1930), sobre la guerra de Marruecos.

Los cipreses creen en Dios (1953). La novela de José María Gironella fue el primer best seller del franquismo, aunque no lo tuvo fácil para publicarla ya que, pese a haber luchado durante la Guerra Civil en el bando sublevado, el autor gerundense se tropezó con la censura del régimen. Fue José Manuel Lara, el editor de Planeta, quien le dio el espaldarazo definitivo. El éxito de Los cipreses creen en Dios, primer volumen de una tetralogía completada con Un millón de muertos (1961), Ha estallado la paz (1966) y Los hombres lloran solos (1986), centrada en las vivencias de una familia de clase media baja, los Alvear, desde la Segunda República hasta la posguerra, le proporcionó a Gironella no sólo el reconocimiento nacional, sino también el del propio caudillo, según confesó el propio escritor en una entrevista concedida a Elmundolibro.com, el 1 de agosto de 2001: "Sé que Franco leyó Los cipreses... y la segunda parte, Un millón de muertos. Y dijo: Esto sí fue la guerra". Con doce millones de ejemplares vendidos, Los cipreses creen en Dios sigue a día de hoy entre las novelas más vendidas de la historia de la literatura española.

Primera memoria (1959). Lo peor de la Guerra Civil estuvo en la retaguardia, es decir, en la vida cotidiana en las calles y en las casas. Ana María Matute sitúa la acción de su novela Primera memoria, que le valió el Premio Nadal, en la isla de Mallorca al inicio de la guerra. Aunque la contienda no haga acto de presencia en este paraje idílico, sí que aparecen los ecos de su crueldad. La escritora muestra de forma realista la vida de aquellos sectores de la sociedad española que sufrieron la ofensiva, la cual se repite a pequeña escala en la guerra de pandillas entre los niños de la isla, que en sus juegos imitan el mundo de los adultos. Matute nos muestra, a través de los ojos de Matia, la protagonista, lo cruel de la situación y su oposición a estos juegos: "Entre los árboles daban comienzo sus atroces peleas, persiguiéndose con saña. Mi primo, con el revólver o con la carabina, los mantenía lejos. Era una guerra sorda y ensañada, cuyo sentido no estaba a mi alcance, pero que me desazonaba, no por el daño que pudieran hacerse, sino porque presentía en ella algo oscuro, que me estremecía".

La plaza del Diamante (1962). Al igual que en Primera memoria, la Guerra Civil está lejana y próxima en la novela La plaza del Diamante de la escritora catalana Mercé Rodoreda. La protagonista, Natalia, a quien su marido Quimet llama cariñosamente Colometa [Palomita], alusión a la afición de éste a las palomas, narra en primera persona los dramáticos episodios de su vida después de que la Guerra Civil la haya dejado viuda y sola en un mundo hostil: "Y por fin entendí lo que querían decir cuando decían que una persona era de corcho? porque yo era de corcho. No porque fuese de corcho sino porque me hice de corcho y el corazón de nieve para poder seguir adelante, porque si en vez de ser de corcho con el corazón de nieve hubiese sido como antes, de carne que cuando la pellizcas te hace daño, no hubiese podido pasar por un puente tan alto y tan largo". Si realmente ha existido una novela que haya sabido describir la situación de la mujer en esos tiempos de guerra, hambre, angustia, desesperación y resignación, sin lugar a dudas se trata de La plaza del Diamante.

Herrumbrosas lanzas (1983). Título extraído de una poema de Miguel Hernández, muerto trágicamente en las cárceles del franquismo: "Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, / y en traje de cañón, las parameras / donde cultiva el hombre raíces y esperanzas, / y llueve sal, y esparce calaveras", Herrumbrosas lanzas es una saga novelesca de Juan Benet (publicada en tres entregas, 1983, 1985 y 1985), ambientada en el mundo ficticio de Región, donde se desarrollan un episodio de la Guerra Civil española: la derrota anunciada de las tropas republicanas en Macerta en 1938, en la que "los más agresivos se impondrían a los más pasivos, con una manera de pensar muy próxima al 'de perdidos al río'; no era difícil persuadir a quien no tenía una posición tomada que en aquel tercer año de guerra la primera alternativa [la defensa a ultranza] era poco menos que insostenible". Herrumbrosas lanzas es una interpretación virtuosa de la contienda, una novela tremendamente original que exige un compromiso por parte de los lectores a la vez que resulta una experiencia muy enriquecedora.

Soldados de Salamina (2009). Pocos lectores conocerán un libro tan fascinante sobre la Guerra Civil española como la extraordinaria novela de Javier Cercas Soldados de Salamina, en la que un joven periodista rastrea una historia real sucedida en los últimos días de la guerra: el poeta y falangista Rafael Sánchez Mazas fue condenado a morir fusilado junto a otros cincuenta prisioneros, pero logró huir de los soldados republicanos y se escondió en un bosque. Allí lo descubre un soldado, lo encañona y, mirándolo a los ojos, le perdona la vida. Soldados de Salamina no aspira a dar soluciones ni a resolver enigma alguno sobre los dos bandos enfrentados, pero sí se propone meditar novelescamente en torno a las circunstancias que llevaron a Sánchez Mazas, futuro ministro de Franco, a salvar la vida y desentrañar su significado. La novela de Cercas ha sido ampliamente elogiada por su modo de combinar un lenguaje simple, una prosa de una gran capacidad de penetración y un lúcido análisis de los elementos socio-históricos.

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