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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Merienda de negros

El premio Nobel español Camilo José Cela. LA PROVINCIA / DLP

Desde que, en 1994, aceptó el premio Planeta por la novela La cruz de San Andrés, Camilo José Cela, que había recibido seis años antes el premio Nobel de Literatura con una aclamación unánime ("¡Bien, coño!") de la prensa española, se convirtió en el blanco de esa misma prensa con los primeros rumores en torno al supuesto plagio que Cela y "sus negros" (más los segundos, que el primero) habrían cometido al apropiarse del manuscrito que la escritora Carmen Formoso Lapido había presentado ese mismo año al premio con el título Carmen, Carmela, Carmiña. Es difícil, si no imposible, explicar las coincidencias de ambas novelas sin mediar el plagio que ensombreció el prestigio del autor de La familia de Pascual Duarte en los últimos años de su vida.

Para Cela el mundo se dividía en dos categorías: "Mis amigos y los hijos de puta". En esta segunda categoría, seguramente, Cela habría incluido al escritor y periodista Tomás García Yebra, autor de dos libros demoledores sobre el Nobel: Desmontando a Cela (2002) y, sobre todo, Madera de Cela: cartografía de un país llamado España, que acaba de publicar la editorial Funambulista. Sería agradable pensar que Yebra se equivoca en las duras acusaciones que hace sobre Cela. Pero lo cierto es que, como él mismo dice: "Nadie quiere tener a la verdad como señorita de compañía. La verdad no la quiere asumir nadie: ni las democracias, ni las dictaduras ni, por supuesto, los grandes premios literarios. La verdad de un terremoto o de un accidente aéreo es asumible a través de la televisión, como espectáculo y como consuelo".

Según Yebra, a Cela "le costaba Dios y ayuda crear personajes", por eso echó mano de negros, mulatos y secretarios para transformar la novela de Carmen Formoso Carmen, Carmela, Carmiña en la planetaria La cruz de San Andrés, una novela que podría haber escrito un oficinista. Entre los negros, y siempre según Yebra, estaba la mujer del escritor, Marina Castaño, a quien el propio Cela delataría en este pasaje de la novela en la que la protagonista narra el derrumbamiento de su vida en rollos de papel de retrete: "Matilde Verdú [alter ego de Cela] invitó a chocolate con churros a Obdulita Cornide [Marina Castaño]. -Puedes seguir tú, si quieres, con la crónica del derrumbamiento, yo tengo unas molestias en las cervicales, no creo que sea nada pero estoy algo cansada, sigue tú. -Como usted quiera".

En Madera de Cela, Yebra retrata a un Cela acorralado por un desvergonzado paisanaje de agentes, editores, negros y secretarios que quieren servirse de él, y contra el cual carga, a su manera, en La cruz de San Andrés: "El gladiador [Cela] que va a morir saluda a César [la editorial Planeta] con un corte de mangas porque él juega y juzga y se ríe a carcajadas del César y de quienes van a escupir sobre su cadáver". La cruz de San Andrés trata de una mujer que hace un relato puntual de su vida, pero sobre todo trata de un escritor, que debido a las ambigüedades que comporta su oficio, se ve involucrado en un oneroso conflicto de lealtades: "El escritor honesto tendría que escribir para quedarse sin lectores".

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